Diálogo con Sarmiento: instituciones y barbarie

COLUMNISTAS

Convocado por políticos y pensadores argentinos de todas las tendencias, Sarmiento nos visita en el 2015.

Periodista: -Como expresidente en la etapa fundacional de la República que asumió su cargo en una situación muy complicada, ¿cómo evalúa la realidad argentina del 2015?

Sarmiento: -He estudiado con pasión la historia argentina desde mi fallecimiento, en 1888, hasta el presente. ¡El retroceso es innegable! Tan evidente es que las actuales generaciones saben perfectamente que hasta hace unas pocas décadas la Argentina era sinónimo de progreso y confianza en sí misma y una promesa de bienestar para todos sus habitantes. Por eso, no me sorprende comprobar hasta qué grado se sienten frustradas por el país en el que les toca vivir. En cambio, sí me sorprende sobremanera que la clase dirigente no se dé cuenta de que “la República Argentina tiene elementos de orden de que carecen muchos países en el mundo. Uno de los inconvenientes que estorba aquietar los ánimos en los países convulsionados es la dificultad de llamar la atención pública a objetos nuevos que la saquen del círculo vicioso de ideas en que vive. La República Argentina tiene, por fortuna, tanta riqueza que explotar, tanta novedad con que atraer los espíritus después de un gobierno como el de Rosas, que sería imposible turbar la tranquilidad necesaria para ir a los nuevos fines. Cuando haya un gobierno culto y ocupado de los intereses de la nación ¡qué de empresas, qué de movimiento industrial!”.

-Según esa radiografía que Ud. hace de la sociedad argentina actual, ¿qué les diría a los millones de argentinos que hoy padecen pobreza y desesperanza?

-Lo primero que les diría es que no pierdan la esperanza en un cambio profundo que vuelva a encauzar al país hacia el progreso y el bienestar. ¡No dejen de luchar por sus convicciones! La estéril confrontación en que hoy se debaten llegará a su fin antes de lo que creen porque “las convulsiones políticas traen también la experiencia y la luz y es ley de la humanidad que los intereses nuevos, las ideas fecundas, el progreso, triunfen al fin de las tradiciones envejecidas, de los hábitos ignorantes y de las preocupaciones estacionarias”.

-¿Por qué cree que la Argentina ha retrocedido en el siglo XX?

-A fines del siglo XIX la Argentina había superado todas las antinomias del pasado y logrado un extendido consenso sobre el único camino posible para desarrollarnos e ingresar en la modernidad. Dejamos de lado “el régimen de la estancia de ganados en la administración de la República”. La clave de nuestro progreso fue que todos, oficialistas y opositores, estábamos dispuestos a mantener las mismas reglas de juego a pesar de los duros enfrentamientos políticos que nos separaban. Fíjese que aun cuando Yrigoyen llegó a la presidencia en 1916 tampoco se alteró ese consenso. El consenso se perdió con la llegada del peronismo al poder en 1945. ¡Y todavía no se lo ha vuelto a recrear! Pocas cosas me han disgustado tanto en estos días como verificar la supina ignorancia de los políticos contemporáneos sobre las bases que deben acordar para retomar el progreso.

-¿Cuáles eran las bases del consenso en su tiempo?

-El consenso consistía en respetar las instituciones de la Constitución de 1853, atraer inmigrantes y capitales de todas las regiones del globo donde estuvieran disponibles e impulsar la educación del pueblo para prepararlo para el nuevo mundo que asomaba: “tal es la obra que nos queda por realizar en la República Argentina”, proclamábamos nosotros. Por eso, me es muy claro que el drama de la sociedad argentina contemporánea es que ha abandonado un programa de progreso a la altura del siglo XXI. El gobierno actual y sus antecesores desde la década del 40 no han sabido adaptar las ideas occidentales que construyeron la extraordinaria prosperidad que siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero no son los únicos responsables: el pensamiento argentino también ha desertado por completo de su rol rector. ¡Nosotros éramos intelectuales y políticos a la vez y sin titubear nos hubiéramos sumado a construir el Estado de bienestar moderno!

-Ud. se ha referido al peronismo como un punto de inflexión; ¿qué consejo les daría a quienes opinan que el peronismo es el único movimiento político capaz de garantizar la gobernabilidad en la Argentina?

-Que no se trata de ninguna novedad, en mi propia época “se ha repetido, de orden de Rosas, en todas las prensas europeas, que es el único capaz de gobernar en los pueblos semibárbaros de la América”; sin embargo, hay que resistir ese sofisma y decir: “¡No!, no se renuncia a un porvenir tan inmenso, a una misión tan elevada, por ese cúmulo de contradicciones y dificultades. ¡Las dificultades se vencen, las contradicciones se acaban a fuerza de contradecirlas!”.

-Aun sus mayores enemigos le reconocen la inmensa pasión que ponía en defender sus ideales; ¿cuál fue la fe que les permitió a Ud. y a los miembros de la Generación del 37 perseverar en sus ideas?

-Desde que la persecución de Rosas obligó al cierre del Salón Literario en 1837 hasta que tuve el honor de alcanzar la presidencia de la República pasaron treinta largos años. En ese período de derrotas y exilios, nunca vacilamos. Creíamos con la fe del carbonero que “el nuevo gobierno se rodeará de todos los grandes hombres que posee la República y que hoy andan desparramados por toda la tierra, y con el concurso de las luces de todos hará el bien de todos en general. La inteligencia, el talento y el saber serán llamados de nuevo a dirigir los destinos públicos como en todos los países civilizados”. Como el rosismo, el peronismo será superado.

-¿Cómo resumiría su visión de la Argentina actual?

-”La República Argentina está organizada hoy en una maquinaria de guerra que no puede dejar de obrar sin anular el poder que ha absorbido todos los intereses sociales”. Reemplace “guerra” por “populismo” y tendrá la misma cruda realidad contraria a las instituciones de la República.

-Por lo visto, piensa que las instituciones no funcionan adecuadamente…

-Aunque le parezca una exageración, no dudaría en calificar de barbarie institucional el período que se inició en 1930. A pesar de la vigencia de la democracia desde 1983, las instituciones de la ley y la Justicia siguen degradadas y entonces no debe sorprender que la decadencia continúe. “Lo que la República Argentina necesita antes de todo es que la vida, la propiedad de los hombres, no esté pendiente de una palabra indiscretamente pronunciada, de un capricho del que manda”.

-Para finalizar, ¿tiene Ud. esperanza en el futuro argentino?

-¡En mi época, necios e ignorantes me llamaban “loco”! ¡Esos pusilánimes no se atrevían a soñar con un país de avanzada! Yo no albergo la más mínima duda: el futuro está asegurado a condición de que no olviden que “la lucha actual de la República Argentina lo es sólo de civilización y barbarie” o, para decirlo en términos actuales, de instituciones y barbarie.

ALEJANDRO POLI GONZALVO

Miembro del Club Político Argentino

ALEJANDRO POLI GONZALVO


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