El bandolero chileno que asoló el Alto Valle y dedicó sus memorias al pueblo de Roca

Víctor Elmez llegó a Roca en 1928 y se sumó a la banda de Vairoleto. Mató a dos policías y confesó sus delitos en sus memorias. Murió a orillas del río Negro después de fugarse. Una novela reconstruye sus pasos en la región.

“Me hice malo, me hice audaz / y con mi armadura por bagaje / me aparté del buen camino / y me di al bandidaje”.

Lo escribió el bandolero chileno Víctor Elmez en sus memorias pocos días antes de morir en la primavera de 1937, a los 30 años. Buen jinete, certero con el revolver, ágil y rápido con su metro sesenta y cuatro, galante con las mujeres, cruel y letal en la acción y tierno con las palabras, las dedicó al pueblo de General Roca y sus proximidades y se la entregó en la cárcel al periodista Antonio Vidal Oliver, director del periódico Alto Valle: 53 estrofas manuscritas en 11 páginas de un cuaderno ordenadas con números romanos.

Elmez. Llegó de Temuco a los 21 años. Murió en 1937, a los 30. La foto corresponde a un artículo publicado en El Tribuno.

Una confesión en verso que incluía asaltos de Neuquén a Villa Regina desde que llegó en 1928 desde Temuco. Y el asesinato de dos policías: el de Macedonio Reynoso en La Pampa y el de Narciso Vidal en Cervantes en 1932, por el que fue detenido y pasó cuatro años preso en Viedma hasta que fue trasladado a Roca.

“El delincuente Víctor Elmes dedica sus breves memorias al pueblo de General Roca y proximidades”. El cuaderno del chileno con sus escritos. Lo entregó a un periodista.

También se investigaba su participación en otros dos crímenes. El de una mujer que una noche iba de compras a un boliche en Villa Regina con una linterna y acaso confundieron en la oscuridad con un policía y el de Ismael González en Godoy, que quiso defender a su hermano en su almacén. Pero nunca se supo si las balas habían salido de su arma o había disparado otro de los otros integrantes de la banda del mítico Vairoleto.


Elmez había dicho que se iba a escapar. Y lo hizo cuando lo trasladaban del juzgado de Roca a la Colonia Penal en un camión de carga el lunes 25 de octubre de 1937 a las 12.30 horas. A pesar de las esposas, logró agarrar un hacha y tomar al volante. “Una fuga con zigzagueos espectaculares que despacharon a los demás ocupantes del vehículo”, dice la crónica de El Tribuno.

La reconstrucción de la fuga en Roca en 1937, cuando iba del juzgado a la Colonia Penal.

Los policías le dispararon desde la calle y abandonó el camión más adelante tras recibir un balazo en un neumático. Llegó a las bardas, cruzó el pueblo y llegó al río en Cervantes. “Quería ir hasta el lugar donde siempre se refugiaba en la isla”, dice César Aníbal Fernández, autor del primer libro sobre la historia del bandolero chileno, una crónica policial histórica que se lee como una novela de aventuras.

El fugitivo no pudo llegar a su guarida. Lo perseguían en automóvil, a caballo, a pie. Y dos policías estaban apostados donde se suponía que iba a ir: el cabo Arce junto a su perro Holmes y el agente Dix.

Cuando lo vieron aparecer entre los matorrales le dieron la voz de alto. Estaba armado, no obedeció e intentó huir. Fue entonces cuando le dispararon, según declararon antes de ser sobreseídos el 16 de noviembre por el juez Colman Lerner, quien recomendó un ascenso para ellos. “Todas las actuaciones judiciales fueron rápidas y tendientes a cubrir la responsabilidad policial en el hecho”, sostiene Fernández . El cuerpo de Elmez se perdió en el río. El arma que dijeron que tenía también.

Dos policías que buscaron su cuerpo y el isleño que les prestó el bote. Elmez siempre se refugiaba en esa isla de Cervantes. El Tribuno le dedicó un suplemento de 8 páginas.

Lo hallaron el día siguiente a las 10.30 horas, a 135 metros de donde lo vieron por última vez en el agua. Aunque Holmes encontró su chaquetilla de presidiario con varios agujeros, la autopsia en el Hospital de Allen detectó dos heridas de bala: una en el torso y otra en un tobillo. Salieron del revólver del cabo Arce dictaminó el perito Sanromán.

Su historia se había hecho mito en las charlas en las carneadas y las largas fiestas en las chacras . Y muchos se resistían a creer la noticia: las leyendas no mueren. Decían que la policía se equivocó, que le habían dado a un chivero.

“Ese mito me hubiera dado un final mejor para la novela, pero la verdad es que las evidencian indican que fue Elmez quien perdió la vida ahí. Y la policía exhibió su cadáver durante dos días en la comisaría y repartió las fotos del cuerpo”, explica Fernández.

No es un recién llegado a la historia. Nació en Godoy y creció en las chacras de Stefenelli, donde su padre le contaba las andanzas del chileno. Después supo ganarse la confianza de Carriles, el chacarero que le daba refugio en la isla, que nunca dio señales de tener relación con la banda ni de saber nada sobre el otro mito, ese de que ahí guardaba los botines, pero le contó todo lo demás.

Ficha policial tras ser detenido en Cervantes. Dijo ser relojero.

Fernández lo iba a ver con un cuaderno y anotaba cada detalle. Habló también con uno de los policías que le dispararon, con el periodista que recibió las memorias, trajinó los juzgados de Viedma y fotocopió seis expedientes, hurgó en los archivos de los diarios. Y muchos años después, con antiguos y nuevos datos, confrontó lo que leyó con lo que escuchó y escribió su libro.

El chileno había llegado a Roca a los 21 años. Aunque empezó a trabajar en una chacra de Cipolletti, pronto se sumó a a la banda de Vairoleto con la que llegó a ir hasta Río Colorado. «Elmez engavillaba el pasto, cargaba la rastra y emparvaba.  Juntaban los choclos en las chacras que cultivaban el maíz con que se alimentaban los animales. Aprendió a bailar tango que le enseñó Vairoleto, la carneada y las visitas entre vecinos», narra Fernández.

Juan Bautista Vairoleto. Líder de la banda.

Cuando le disputó el liderazgo, hubo pelea. La contó también en sus memorias, como aparece en otro libro, Rastreando bandoleros, de Elías Chucair:

“Nos disgustamos con Vairoleto / se enojó él / me enojé yo / Más al principio creyó / que yo no aceptaría el reto / Pero pronto se convenció / que si él era pesado / también lo era yo / que siempre tuve más peso / Al final de la porfía / lo mande a comer queso / pero no a la casa mía”.

No hubo vuelta atrás. Antes de ser detenido lideró su propia banda.

“Con la cooperación de Videla, Orellano y la mía / formamos la agrupación ‘Víctor Elmez y compañía’ / nuestra especialización asaltar a la luz del día / Para estreno Dios puso / causándonos alegría / al bolichito de un ruso / bien repleto de mercadería”, escribió.

El 1 de noviembre de 1937 los restos de Víctor Elmez fueron inhumados en la fosa 129 cuadro 16 del cementerio de Roca.
En la requisa de su celda hallaron un diccionario, una gramática y novelas como Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas, Colmillo Blanco de Jack London y Robinson Crusoe de Daniel Defoe. También una de Vicente Blasco Ibañez: Hombre al agua.

Sucedió en Sargento Ocón, paraje cercano a Catriel. El policía visitaba el puesto de Flores, cercano al río, para esclarecer un robo.»Fue atacado de imprevisto por el bandido, que le disparó y luego huyó», informó Río Negro. Así lo describió el propio Elmez.

“No me equivoqué, llegaron el oficial Reynoso y el agente Pérez / en una pieza me escondí / ligero a Flores como un cordero / tranquilamente lo ataron / cuando lo interrogaron / con acento muy sentido y girando la cabeza / dijo allí en esa pieza está Elmez escondido / Entonces el oficial / dio vuelta la cabeza / y al pensar que me mataría / con regular puntería / puse fin a su tristeza / ¡Mi compañero se muere! / dijo el valiente Pérez / y con su voluntad de hacer / despreciando su propia vida / fue a auxiliar al compañero”. (Publicada en el libro Rastreando bandoleros de Elías Chucair)

Así los consignó el periódico El Tribuno en su edición de 31 de octubre de 1937. Según la información, son los que confesó. Se presume que participó en otros que no pudieron ser probados.

1. Robo de prendas de vestir en Neuquén el 24 de agosto de 1930 por denuncia de Manuel del Hoyo

2. Robo de ropas de vestir y efectos del que resultó víctima Segundo Repetti el 17 de noviembre de 1931.

3. Asalto en la casa de comercio de Inés Roquetti (viuda de Viterbori) en Estación Stefenelli en la madrugada del 3 de enero de 1932

4. Asalto en la Escuela Nacional N° 105 de Villa Regina en la noche del 8 de enero de 1932.

5. Asalto en la casa de comercio de Justo Fernández Flores de Villa Regina en la noche del 13 de enero de 1932.

6. Asalto en Cipolletti en la noche del 20 de enero de 1932

7. Asalto en la casa de comercio de Bernardo Ukrainski de Colonia Rusa en la noche del 5 de febrero de 1932

8. Asalto y lesiones graves a mano armada en la casa de comercio de Grieco y Macri en Allen el 7 de febrero de 1932 .

9. Desacato y resistencia a la autoridad con motivo del tiroteo del fugitivo a una comisión policial luego del robo de la casa Grieco y Macri en Allen.

10. Homicidio del meritorio de policía Macedonio Reynoso en 25 de Mayo (La Pampa) el 17 de marzo de 1932.

11. Robo de mercaderías en “Casa de Piedras” (La Pampa) de Eladio Betanzos el 20 de marzo de 1932

12. Homicidio del meritorio de policía Narciso Vidal el 30 de marzo de 1932 en Cervantes.

13. Hurto de objetos de Martín Moyano el 9 de abril de 1932.

El hecho ocurrió el 29 de marzo de 1932, como consignó Río Negro. El agente tenía 20 años y murió en el Hospital de Allen.

«Caminando caminando / a los pocos días del hecho /  por el boulebard derecho / iba con rumbo a Roca / cuando me topé boca a boca / con un hombre muy leal / a la ropa que vestía / un oficial de policía / apellidado Vidal.

Me apeé presuroso / al ver al policía / que tomó la misma vía / que siguió el pobre Reinoso / ¡Qué muchacho fastidioso! /  con voz cansada y fría / me dio un ¡alto! furioso / como para asustarme, creería que yo iba a abdicar / entregándome a la policía.

Meditabiundo quedé / cuando Vidal me dijo / ¿Quién es usted? / Soy un hijo engendrado por mi padre / fui el fruto de mi madre / lo digo sin vanidad / que no me entregaré / vivo a la autoridad / tristemente repliqué.

Vidal quiso proceder / pero la esquiva suerte / en nada lo acompañó / y la implacable muerte / con su vida se ensañó / apreté el disparador / por instinto conservador /  cuando un ¡ay! de dolor / ¡un grito desgarrador! / me atravesó el corazón.

 Fue esta la triste suerte /  que corrió el pobre Vidal / al resistir la muerte / en cama de un hospital / siempre acude con dolor / el recuerdo a mi memoria /  de cómo terminó la historia / de ese leal servidor / que Dios lo tenga en la gloria / y lo acoja con amor. (Publicada en el libro Rastreando bandoleros de Elías Chucair)

Uná lápida recordó al policía Narciso Vidal en Cervantes, hasta que fue retirada para las obras de ensanchamiento de la ruta nacional 22.

“Elmez, bandoleros en Patagonia” es el libro de César A. Fernández que presentará cuando la pandemia quede atrás, el primero dedicado por completo al chileno. Aunque se agotó la primera edición publicada a fines del 2019, hay ejemplares disponibles en librerías de Roca, Cipolletti, Bariloche, San Martín de los Andes, Neuquén, Ciudad de Buenos Aires (Av de Mayo 980) y Villa Gessell. Cuesta 420 pesos.

Hoy con residencia en Cipolletti y 79 años, Fernández nació en Godoy y creció en las chacras de Stefenelli, donde los atracos de Elmez eran parte de la historial oral que narraban los vecinos. Visitó en varias ocasiones a Carriles, el hombre que le daba refugio en una isla del río Negro en Cervantes: “Tenía 25 años, iba a verlo en bicicleta y lo escuchaba hasta que me decía ‘basta por hoy’, recuerda. Y yo siempre volvía”, agrega.

Miembro de la Academia Argentina de Letras, profesor e investigador, eligió la crónica policial y la novela de aventuras como registro, echando mano a la ficción cuando lo encontró necesario. Entre otras fuentes, se nutrió de los archivos de los diarios, tarea que comenzó con el de “Río Negro” .

«En la novela se cuenta una historia contextualizada en el clima cotidiano de las actividades chacareras propias de la época -explica-. De ellas también participa Elmez. Era un valle dedicado fundamentalmente a la siembra y cosecha de alfalfa, a la cría de caballos, vacunos y cerdos. . Era un valle de granjas donde recién comenzaba a plantarse viña y frutales. Y  estaban las carreras cuadreras, los bailes…»

César Aníbal Fernández.

«Elmez es un delincuente que se reconoce como tal  y confiesa públicamente sus delitos (algunos) -continúa-. Su sensibilidad romántica se oculta tras una personalidad agresiva. Las lecturas en la cárcel cambian su manera de ver el mundo y, a su vez, agigantan su deseo de libertad».

«La novela tiene características etnográficas, ya que describe el modo de vida propio de una región repleta de inmigrantes, pero donde prevalecían las costumbres traídas de España y de Italia», afirma el autor.


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