El canillita de Viedma que fue uno de Los Suquía

Hoy vende diarios por las calles de la capital rionegrina.

Marcelo Ochoa

Desde niño se dio cuenta de que su inclinación por la música en general, y el folclore en particular, le haría fácil el camino para expresar su visión del mundo que lo rodeaba, emociones, y sentimientos.

Este intuitivo para la música se llama Mario Dorrego (Córdoba-1944). Después, esta sensible característica, tendrá una respuesta fundamentada.

Como amo la música, un señor de mi barrio cordobés llamado “Chango” Rodríguez, me enseñó composición y conocimientos en piano, sirvieron a los 10 años para consolidarme con la guitarra; contó.

En los 60, junto con los hermanos Iriarte y Cuello, y peleando casi en paralelo con Los fronterizos en busca de un reconocimiento sobre los primeros escenarios; participó de la conformación de Las voces del Uritorco.

Cambiaron sobre la marcha. Pancho Cárdenas que coordinaba peñas en Buenos Aires les recomendó: muchachos al cerro nadie lo conoce…, seguro que la gente los identificará más con el río Suquía que corre por Córdoba. Así nacieron Los del Suquía con Dorrego como guitarrista.

En ese tiempo, su amigo Tolchini les había alcanzado la letra de Jardín florido.

Mario le adicionó compases musicales. Leía las letras –apuntó– y ya me salía el tema musical, lo que pasa es que soy un poco soñador…

Pisaron fuerte con “Jardín florido”, “Canción para una mentira” y “Tranvía del recuerdo”. La multiplicidad de grabaciones lo hizo protagonista con la venta de un millón de placas.

En ese tiempo, la televisión no tenía el alcance masivo actual. Los del Suquía se hicieron conocidos boca a boca, visitando pueblos, y participando en festivales como Baradero 70. Las giras eran extensas, estaban meses sin pisar su Córdoba natal.

Sadaic se había olvidado de él. Recién en el presente reconoció su trayectoria y una jubilación. Influyó su amigo Aldo Monges, con quien se reencontró luego de varios años y lo incentivó para que retome los trámites previsionales.

En la entidad de autores y compositores le habían perdido el domicilio a raíz de tantas mudanzas.

Trabajó como extra de películas e hizo el servicio militar sobre el Crucero General Belgrano hundido en 1982 durante el conflicto por las islas Malvinas.

Hoy sus raíces están en Viedma. Este es el espacio geográfico que le concede la posibilidad de vivir de la venta callejera de diarios.

Se radicó a fines de los 80 ante el hecho provocado por el anuncio del traslado de la Capital Federal.

Llegó acompañado de sus hijos y junto a la gente que tuvo sueños de un futuro mejor. A pesar de la frustración echó raíces.

“Nos gustó, y nos quedamos, y como era difícil conseguir un trabajo estable, agarré los diarios”, concluyó.

Como la gente supo enseguida de quien se trata, el Concejo Deliberante ya le tributó un homenaje a fin de agradecer su aporte a la cultura nacional.

Sigue componiendo a pedido de los nuevos del Suquía.

Todas las tardes, con valor y humildad y teniendo como espectadores a sus nietos, hace una revisión de su historia personal empuñando a la guitarra, su novia de toda la vida.

“Nos gustó y nos quedamos, y como era difícil conseguir un trabajo estable agarré los diarios”, cuenta Mario Dorrego.

Enrique Camino

ecamino@rionegro.com.ar


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