El Centro Cívico, símbolo de Bariloche, cumple 80 años

El complejo de edificios que sirve como sede de los principales organismos administrativos y que se convirtió por mérito propio en la principal referencia arquitectónica de Bariloche cumple este martes 80 años.

Recorrer sus rincones, pararse frente a la torre del reloj o las paredes de piedra y tomar nota de que en 1940 (cuando fue estrenado) la ciudad no tenía más de 3.000 habitantes ayuda a comprender la envergadura del proyecto y las críticas que habrá recibido en aquel momento por su aparente desproporción con el entorno.

Pero ya entonces en Parques Nacionales, por impulso de su titular Exequiel Bustillo, prevalecía la idea de que Bariloche estaba llamada a convertirse en una ciudad pujante y un polo turístico de nivel mundial.

La idea inicial surgió de esa usina y fue llevada a los planos y croquis (480 dibujos) por el arquitecto Ernesto de Estrada, el mismo que hoy es cita obligada para cualquier recorrido urbano, punto de encuentro y objetivo excluyente para miles y miles de fotos y videos.

Pero su carga simbólica va mucho más allá del “producto” turístico. El Centro Cívico también es espacio privilegiado para recitales, escenario de movilizaciones y de expresiones populares de todo tipo.

Hasta las polémicas más entrañables de la ciudad lo tienen como eje, entre ellas las que discute desde hace años si dejar allí o retirar la estatua ecuestre del general Roca ubicada en el centro de la plaza.

La mayoría de las instituciones que ocuparon espacios en la versión original mantienen todavía su presencia en el Centro Cívico.

Las crónicas de época señalan que todo se empezó a gestar en 1937, cuando circularon los primeros bocetos del proyecto y el Estado nacional compró las tierras, que pertenecían a los herederos del empresario italiano Primo Capraro.

Las obras comenzaron el 1 de diciembre de 1937 y demoraron apenas 27 meses. Trabajaron unos 200 obreros, varios de ellos con reconocida especialización como plomeros, carpinteros, zingueros, techistas y picapedreros.

La madera del exterior fue reemplazada en sucesivas obras de mantenimiento, pero la carpintería interior es la original y todavía genera admiración, por ejemplo en el pequeño teatro de la biblioteca.

De Estrada concibió el Centro Cívico como un espacio público de tránsito y de encuentro social, sin homenaje alguno. Pero un año después de la inauguración le fue añadida una estatua del general Roca en el centro de la plaza, por iniciativa de Ezequiel Bustillo. El pedestal es autoría de su hermano Alejandro, otro reconocido arquitecto, que dejó su sello, por ejemplo, en el hotel Llao Llao.

El hijo de De Estrada, Gonzalo, subraya hoy que Bustillo quiso reconocer a Roca y terminó por imponer su criterio, incluso en la idea de colocar la estatua en el centro de la plaza, cuando el padre de la criatura quería emplazarla en un costado.

Según Gonzalo de Estrada esa decisión “fue un error que trajo conflicto y lo sigue trayendo”. Destacó que el propósito inspirador de su padre nada tiene que ver con el rol otorgado luego a Roca, sino que era “integrador”, como lo demuestran las figuras que rotan debajo del reloj y reconocen “en un pie de igualdad” al labrador, el cura, el indio y el soldado.

Otro detalle que destaca es el de las piedras del revestimiento, que su padre colocó en forma irregular “porque la idea es representar las montañas y así se encuentran las piedras en la naturaleza”, mientras que en otros edificios, por ejemplo los concebidos por Bustillo, la misma piedra fue trabajada previamente para que todas tengan forma rectangular.

Está en la torre de la Municipalidad, edificio característico de Bariloche, y lleva el nombre de Jorge Stanojevitch, un inmigrante de origen serbio ya fallecido, que lo cuidó y reparó durante más de dos décadas.
Fue fabricado por la casa alemana Weule en 1933.