El churrasco atrae a los turistas en la cordillera

La carne vacuna, de cordero y de cerdo se consumen 10 veces más que las salvajes. Los extranjeros no dudan en sacarse fotos junto al asador. Empresarios temen por la barrera sanitaria.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Los empresarios gastronómicos locales coinciden en que al menos cuatro veces por semana los turistas piden carne a la hora de comer. Por ello no es de extrañar que existan tantas parrillas y que los menú de los restaurantes incluyan invariablemente platos con carne vacuna, cordero y cerdo. Estas se consumen 10 veces más que las carnes salvajes.

Los propietarios de parrillas señalaron la preocupación ante la prohibición del ingreso de carne con hueso a esta ciudad y el cierre del único frigorífico local. Los titulares de locales con asador no dudaron en afirmar que esta medida «destruye el principal atractivo de la carne argentina». Al respecto Jorge, de La Vizcacha, aseguró que no sólo no habrá asado tampoco se podrá ofrecer achuras ni corderos frescos.

Los turistas extranjeros no dudan en sacarse fotos junto a un costillar al asador. «La prohibición nos afecta directamente. Para colmo, la carne que proviene envasada no es la misma que la que provee el frigorífico local», explicó Gloria, de Tarquino.

Alberto Pérez, del «Boliche de Alberto», recordó que no es la primera vez que un gobierno adopta estas medidas. Reconoció que afectará al sector y que «habrá que rebuscárselas con otros productos», dijo.

«El Boliche de Alberto» cuenta con cuatro sucursales junto al Nahuel Huapi y tiene una rica historia de anécdotas y personajes junto a la buena mesa.

Pérez arribó a esta región hace 21 años. «El primer restaurante lo tuve en Dina Huapi. No estábamos sobre la ruta, pero trabajamos bien pues teníamos por clientes a todos los camioneros que cruzaban a Chile. En aquel entonces se hacían trámites aduaneros en Ñirihuau y los choferes almorzaban o cenaban en nuestro boliche», recuerda.

En 1983 decide instalarse en el histórico galpón que la familia Jones tenía, junto a la desembocadura del río Limay. Allí creó el «Boliche Viejo». En 1989, a un año del fallecimiento de don Jones, Alberto decide no renovar el contrato de alquiler y se emplaza junto a la policía caminera, en el ingreso a la ciudad. «Allí nació el Boliche de Alberto», recuerda.

En diciembre de 1994 se muda al centro de la ciudad y abre un local propio, de 500 metros cuadrados, en la calle Villegas, comprando el local de planta baja, de 500 metros cuadrados. En enero de 1996 abre su local en la avenida Bustillo, con 440 metros cubiertos sobre un terreno de 2.200. Le siguió un restaurante de pastas, en el centro y otra parrilla en Villa La Angostura, ambos alquilados.

Su éxito lo resume en tres conceptos: «En primer lugar yo tengo excelente personal, con oficio y la camiseta de la empresa; en segundo término tengo buena mercadería y por último instalaciones adecuadas para que todo funcione bien», dijo. «Hay que dar servicios y satisfacer al cliente. En invierno nosotros llegamos a dar almuerzos a las 18, cuando la gente bajaba del cerro y quería comer antes de regresar en avión a Buenos Aires», ejemplificó.

En sus locales, el parrillero cumple las funciones de mozo y sirve la carne, al plato y al gusto del comensal. En sus parrillas no hay cocina, solo se preparan papas fritas y ensaladas.

La mitad de sus clientes son visitantes; el resto es público local. Asegura que este verano trabajó igual que años anteriores. «Lo que bajó es el poder adquisitivo de los clientes», dice.


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