El disparador: ocho minutos

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Rocío. Llamar. Suena. Suena. Suena. Contestador. Soy Rocío, ahora no puedo atender, dejame tu mensaje. A medida que escucha la voz grabada, Gastón empieza a maquinar. Echado en el sillón, resuenan voces en su cabeza. ¿Inseguridades? No, no, ¡qué inseguridades! Listo, ¡no se puede confiar!
Rocío no le respondió el último mensaje. Gastón le escribió a las siete de la tarde, el horario en el que ella sale de la oficina. Son las ocho ya, y nada. No atiende el teléfono. Estará revolcándose con alguno del trabajo. Sí, puede ser… ¡Obvio! ¡¿Cómo no va a poder ser?! Seguro que sí. Ah, no, pero dijo que estaba indispuesta… ¿Cómo vas a pensar que se acostó con otro si hace ocho años que viene diciendo que no le gusta hacerlo cuando está en esos días? Claro, es verdad. No, no lo hizo… Bueno, tal vez a medias, y está acostada pero solo besándose con el pibe nuevo del laburo. O coqueteando en un bar. Siempre le gustó flirtear con todos. Sí, Gastón lo sabe, todo eso puede ser. Y más también. Se levanta del sofá. Va hasta la ventana. Seis pisos abajo, por la vereda, ve a una pareja que camina tomada de la mano. Resopla. Camina hasta la heladera, destapa la última cerveza que le queda. Vuelve al sofá. Mira el celular. Hace ocho minutos que llamó a Rocío. Sonríe apenas. Qué curioso, también fueron ocho los segundos que corrieron cuando atendió el contestador.
Será que se repite el ocho, ¿no? ¿Significará algo? ¡¿Qué va a significar?! Que tengo tendencia a buscar fantasmas donde no existen, capaz. O, al menos, donde todavía no había motivos. ¿Ocho minutos son suficientes para armar una película semejante? Claro que sí. No solo para eso. También, parece, también son suficientes para tomar una decisión. Ya está, se terminó. Si a ella no le importa, a mí tampoco.
El celular vibra. Rocío llamando. Hola gorda, ¿cómo estás? Ah, yo en casa, pensando en cómo se puede desvanecer el tiempo. Ocho minutos parecen ocho horas y después se convierten en ocho segundos. Sí, ya sé que te aburro. Vos qué contás. Ah, bien, o sea que ahora tenés ocho personas a cargo, ¿no? ¡Qué bueno! Dale, nos vemos más tarde. Beso grande. Te amo. Gastón corta y mira el celular. Habló ocho minutos.

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