El drama de vivir sin gas y agua en Allen

Los vecinos de la toma 11 de Noviembre relataron a “Río Negro” como es su situación, con los múltiples problemas que se generan ante la falta de servicios básicos.

Los fríos del Alto Valle son crudos y cuando llueve se complica más. Calefaccionarse con leña suele ser la opción más viable, pero sale más caro y es un riesgo continuo. Los vecinos que viven en Allen detrás de la toma 11 de Noviembre afrontan este drama y, a pesar de sus reclamos, siguen sin poder acceder al servicio de gas.

Gimena Calveti hace cinco meses vive con su marido Ezequiel y dos niños, uno de 9 y otro de 7. Su esposo trabaja como albañil en la construcción del nuevo hospital de la ciudad. Con mucho esfuerzo lograron levantar su casa de material pero todavía no le bajan el servicio de gas.

Hace ocho años hizo los trámites en el municipio para acceder a un lote social, y hace cinco le dieron los papeles y tiene la tenencia precaria. “El único servicio que tenemos es la luz y construimos el pilar para que lo pusieran”, contó mientras caminaba hacia su casa.

Para calefaccionarse usan gas en garrafa y un calefactor eléctrico. “Una vez casi nos prendimos fuego, se calentó el cable y provocó un chisperio eléctrico”, recordó indignado Ezequiel.

El frío es duro y se filtra por las paredes. Un camión de leña para calefaccionarse cuesta $4000 y no les dura todo el mes.

La otra necesidad que sufren es que tampoco tienen el servicio de agua. “Reclamamos hace semanas al municipio y no tenemos respuestas. Nos dicen que el camión con el agua no puede venir porque está roto”, expresó molesta.

La última lluvia fue un caos para ella, ya que el camión tampoco podía acceder a su casa por el barro que dejó anegadas varias viviendas.

Graciela desde octubre del año pasado también tiene su terreno detrás de la toma 11 de Noviembre. Vive con su hija y necesita con urgencia el agua potable. Antes vivía con su mamá, pero cuando pudo tener su terreno se instaló y levantó una casilla de madera. Ahora también logró la tenencia precaria, contó contenta.

“Hicimos el pilar y nos pusieron la luz pero la instalación no está completa”, dijo haciendo referencia al único servicio que tienen. “Estamos cansados de reclamar que nos pongan las redes de agua. En el verano nos hace mucha falta”, se quejó.

La casilla de Graciela es de cartón, madera y nilón; ellas se calefacciona con leña y la carga de la garrafa cuesta 280 pesos. La vecina dijo que hasta no le bajen los servicios no va a pagar la cuota del terreno.

Cuando llueve, anegados

El caso de Cristina Uribe (43) es más fuerte, vive con sus dos hijos y su nieta pequeña. Hace ocho meses tomó un terreno y levantó una vivienda muy humilde en ese lugar.

Todavía no ha realizado los trámites para acceder a un lote social. “Antes alquilaba pero no daba el presupuesto, está más caro de que lo que uno gana”, expresó.

Cuando llueve se le inunda su casa y la calle por lo que queda anegada. A veces vienen los agentes de servicio social de municipio y la ayudan con un poco de leña, alimento y nilón. Una vez por semana suelen también llevarle el agua, aunque a veces pasan semanas sin acercarse; “nos traen tres bidones uno cada uno”, contó mientras miraba su patio inundado.

Cristina está enganchada de la luz, “por acá no pasa el tendido eléctrico”, dijo. “Con la ultima lluvia se nos inundó todo, la calle estaba anegada totalmente, entró el agua a la casilla de madera. En la casa de mi hija también. Aparte se llovía porque no tiene chapas buenas”, manifestó muy angustiada.

Espera que se pueda arreglar su situación y poder acceder a un terreno y pagarlo. “No queremos las cosas regaladas. Queremos pagar por un lote social. Si pudiéramos pagar un mejor lugar para vivir no estaríamos aguantando esto”, concluyó.


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