El empacho

Métodos tan añejos como eficaces mantienen viva la opción de la medicina popular de tirar el cuerito o medir con la cinta para aliviar los síntomas del empacho. Un libro cuenta experiencias, métodos, historias en los países latinoamericanos. Ofrece testimonios y genera el debate sobre su seriedad. Algunos dicen que no sirven para nada. Para otros los buenos resultados están a la vista.

El tan temido empacho, ese que viene después de los atracones, tiene quien lo cure.

Será posible sin siquiera pisar un hospital. Alcanzará con cumplir por unos días con el ritual de hacerse tirar el cuerito o medirlo con una cinta y por qué no tomar algún té de yuyos bien conocidos. Eso sí, nadie admitirá a los cuatro vientos que llevó a su hijo o que fue para que lo curen, porque aunque esa medicina tiene una pila de años y se remonta hacia muy atrás, todavía existe cierto tabú con el fenómeno que el común de la gente no sabe explicar, pero conoce los resultados.

Creer o reventar dice la gente. Y ahí está la clave, la gente cree porque sirve, aunque no sepan fundamentarlo, aunque no sepan por qué razón una simple cinta en manos de una persona con el “don” para estas cuestiones, puede alcanzar para curar un mal.

Creer o reventar y la gente opta por creer. ¿O no le pasó alguna vez que llevó a su hijo a curar del empacho y en pocas horas empezó a ver los resultados?.

Tal vez sea uno de los padecimientos más populares y de los más simples, pero no es reconocido por la medicina académica. Los profesionales podrán tratarlo por una u otra cuestión, pero no le dirán que está empachado. Sin embargo, muchos médicos, pediatras entre ellos, resuelven ante un cuadro de exceso de comida, mandarlo a que le tiren el cuerito o que lo midan.

Tirar el cuerito tiene reconocimiento científico. Medir con la cinta está instalado entre la gente porque da resultados. Y no se sabe, al menos en la enorme compilación que hace el doctor Campos Navarro, por qué razón medir al empachado con una cinta sirve para aliviar los malestares, pero sirve y para la medicina popular alcanza. Sin medicamentos y a lo sumo con esas prácticas más algunas hierbas medicinales, el enfermo se alivia, se cura y vuelve a sentirse como nuevo. Claro, si el mal supera esta cuestión, habrá que acudir al médico para ver de qué se trata.

Es que una medicina no invalida la otra. Por eso no es casual que algunos profesionales médicos que estudiaron años en las universidades, para casos como estos manden a sus pacientes a ver a una curandera, aunque quienes curan el empacho no necesariamente sean curanderos.

No cobran, lo hacen porque alguien les “pasó” ese don de curar con cinta o tirar el cuerito, acertar con el yuyo que recetan y sentir que en sus manos está el alivio de gente a la que se le fue la mano con la comida y eso no lo deja ni siquiera dormir. No van más allá, no representan un riesgo para sus “pacientes” por medirlos con la cinta o tirarles el cuerito. Tampoco implican una competencia para la medicina académica. La medicina popular, que tiene sus grandes defensores como sus detractores, explica sus procedimientos, da razones.

Así lo hace un académico, hombre de universidad, el doctor mexicano Roberto Campos Navarro en su libro “De cómo curar el empacho (y otras yerbas), textos botánicos y antropológicos sobre el empacho”, donde los argentinos ocupan buena parte de su contenido a partir de la concepción de que comen mucho y pesado, a tal punto que aquellas comidas que no son fáciles de digerir son un empacho en potencia para la persona.

El docente de la Universidad Autónoma de México recopiló una enorme cantidad de testimonios y experiencias donde se apunta a esta cuestión desde tiempos muy lejanos, los que se curaban cuando la medicina científica no tenía los conocimientos que hoy tiene. Hay escritos que hablan del empacho y los métodos caseros de cura que se remontan a mediados del siglo XIX.

En ese libro explica que “al tirar el cuerito se produce una estimulación de nervios del sistema neuro-vegetativo que ayuda a que haya más movimiento intestinal y a que pueda desecharse aquello que generó el empacho”. Admite que en el caso de la cinta, las explicaciones se basan exclusivamente en los buenos resultados y no en algún costado científico. (Ver recuadro)

Quién no tiene un vecino, un familiar o un amigo que sabe curar o que conoce quien lo haga. Es que el empacho es la primera sospecha que tiene cualquier argentino cuando sabe que comió demasiado y que después sentirá en carne propia las consecuencias feroces.

El doctor Campos Navarro advierte y relata sobre los escépticos que no creen en la cura del empacho por estos métodos y hasta cuenta sobre aquellos que lo tratan de ignorante, de los que se preguntan cómo es posible creer en estos métodos en estos tiempos. Aclara en su libro que “no estamos proponiendo la certificación o categorización científica de las medicinas alternativas ni menos del curanderismo latinoamericano o de las medicinas indígenas. Ellas tienen su propio camino de elaboración epistemológica en el terreno ideológico, teórico, metodológico y de reconocimiento jurídico. No me estoy refiriendo a creencias, ni a sistemas de creencias, ni a cosmovisiones, sino a prácticas curativas concretas. Y esto es válido para cualquier remedio popular, científico o alternativo”.

“Cuando aparece en el mercado el ácido acetil salicílico (aspirina) en 1899, su utilidad fue inmediata y todavía hoy, a 110 años de su producción, se le siguen encontrando nuevas propiedades curativas (y también algunos efectos secundarios confortables). No se trata de creer o reventar. Simplemente funciona… sobrevive y ya es patrimonio de la humanidad… y del laboratorio alemán que aún la sigue vendiendo”.

Y la cura del empacho, como si fuera un invento universal, se mantiene en el tiempo, está al alcance de todos y da resultados. Es suficiente que lo digan los que sienten el alivio para sostener que los métodos siguen vivos.

jorge vergara

jvergara@rionegro.com.ar

Creer o reventar


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