El esfuerzo de los kinesiólogos puede evitar que un paciente llegue a terapia

Se transformaron en un eslabón clave en la lucha contra la enfermedad. Una de sus misiones es tratar de que la insuficiencia respiratoria se supere sin intubación.

La escena se repite una y otra vez. Terminan de evaluar a un paciente intubado, aguardan apenas unos segundos en el pasillo para ingresar a otra sala donde otro paciente aguarda en las mismas condiciones. Unos metros más adelante, ven pasar a los camilleros que trasladan alguien más que quizás también termine en terapia intensiva

Con el aumento de los pacientes críticos por Covid-19, el trabajo de los kinesiólogos especializados en terapia intensiva es incesante. Trabajan con los pacientes que padecen insuficiencia respiratoria y se encargan del manejo de las vías aéreas y la ventilación mecánica a través de respiradores. 

Este equipo del hospital público de Bariloche recuerda, casi en detalle, el primer paciente Covid que ingresó a terapia intensiva el año pasado. En ese momento, resultaba toda una novedad. No sabían que llegarían a tener ocupadas las 28 camas de la UTI. 

“Ese hombre estuvo 45 días en terapia. Cuando le sacamos el respirador, estábamos felices de haberlo sacado adelante. Sin embargo, él no se acordaba de nada. Seguramente por el efecto de las drogas”, contó Enrique Santillán, kinesiólogo especialista en terapia intensiva. 

Los kinesiólogos trabajan en la recuperación muscular. (Foto: Marcelo Martinez)

Asume que lo más complejo es el trabajo permanente con pacientes en estado grave y brindar el detalle de la situación a las familias. El mayor desafío de estos especialistas es evitar que un paciente llegue a terapia intensiva. Si no se logra, son quienes monitorean el respirador y una vez que el paciente se estabiliza, intervienen en su rehabilitación. 

Antes, durante y después

Por lo general, la intervención de estos especialistas comienza en la Unidad de Cuidados Intermedios (UCI) donde proveen oxigenoterapia de alto flujo (un tipo de soporte respiratorio) a algunos pacientes Covid. 

“Se trata de administrar oxígeno a flujos altos para evitar que el paciente llegue a terapia intensiva. Antes solo podíamos tratar a dos o tres pacientes; hoy, con el equipamiento que se adquirió durante la pandemia, podemos atender a 14 o 15. Es muy valioso”, reconoció Santillán. 

Cuando un paciente ingresa a terapia intensiva, los kinesiólogos actúan en la conexión al respirador, aunque aclaran que, desde un primer momento, la atención se focaliza en retirar el aparato.

Santillán detalló que se hace un monitoreo constante del respirador, controlando la protección de la vía aérea y verificando que esté limpia de secreciones. “Hoy, en pandemia, el mayor desafío es lograr que el paciente tenga la concentración de oxígeno, de acuerdo a la gravedad del caso. Eso se mide y se monitorea constantemente”.

La asistencia tanto dentro como fuera de la terapia intensiva es full time. Foto: Marcelo Martinez

Cuando el paciente se estabiliza y mejora su oxigenación, los kinesiólogos comienzan los ensayos para retirar el respirador. En estos casos, articulan con los médicos y los enfermeros para empezar a despertarlo. “Se asiste total o parcialmente. Llegado el momento hacemos pruebas para evaluar si el paciente puede respirar solo. Son muchos ensayos y hay días en que va bien y otros en que no”, mencionó. 

La estadía en terapia intensiva es larga. Si bien el promedio es de 20 días, hay pacientes que han permanecido dos meses. 

Por eso, cuando al paciente se le retira el respirador, el paso siguiente es superar la debilidad corporal. Una vez más, los kinesiólogos trabajan la parte motriz y la deglución y finalmente, en la rehabilitación ambulatoria. 

Tres guardias por semana

Los kinesiólogos coinciden en que la pandemia cambió por completo su estilo de vida. Realizan guardias cada 48 horas y pese al fuerte desgaste inicial, poco a poco fueron acostumbrándose. “Somos animales de costumbre”, admitió Santillán. 

Este profesional aseguró que “en la semana, uno está totalmente concentrado y enfocado en la terapia. La vida externa ya casi no existe para nosotros. No hay un integrante del equipo que no se haya ido llorando. Por momentos, resulta muy angustiante y a todos nos afecta”. Reconoció también que más de uno se ha replanteado la profesión durante la pandemia. 

Ante la presión permanente por el colapso de la situación sanitaria, el equipo sostiene una condición. Participan de reuniones frecuentes donde cada uno expone acerca de sus fracasos y frustraciones. “Uno sabe muchas veces lo que tiene que hacer pero no se puede avanzar porque esta enfermedad no te deja. Nos propusimos enfocarnos para no naturalizar ni el fracaso ni la muerte”, confió. 

Sucede que tiempo atrás, la situación difería por completo. “Con otras enfermedades, uno sabía que podía sacar al paciente. La pandemia nos tiró el porcentaje de éxitos abajo, al 50 o 60%. Esa frustración se siente. Y saber que tenés 26 o 28 pacientes en un respirador, te carga emocionalmente”, expresó.

De todos modos, este médico no tiene dudas: “Si me preguntaran a dónde quisiera estar en la pandemia, respondería que acá haciendo esto. Tiene un precio alto desde lo emocional, lo anímico, lo familiar y lo vincular. Y se hizo largo. Pero me formé para esto”.

Una estructura que no existe en otro lugar de la provincia

La planta de profesionales se amplió en los últimos meses en Bariloche y hoy, el hospital Ramón Carrillo cuenta con ocho kinesiólogos especializados abocados al sector de terapia intensiva. 

No existe una estructura similar en otro hospital de Río Negro y sus integrantes aseguran orgullosos que funciona de igual manera que los grandes hospitales de Buenos Aires, como el Fernández o el Piñero. 

“Hablamos de profesionales muy entrenados porque atienden pacientes críticos, al límite de la vida y la muerte. Si bien la pandemia restructuró todo, ya estábamos fortalecidos como equipo. Kinesiología ya contaba con un sistema de guardia las 24 horas, abocada a terapia intensiva desde hacía años”, destacó orgulloso Santillán. 

Consideró que otro acierto fue conformar la residencia en Kinesiología en el hospital Ramón Carrillo por parte de la entonces directora, Mercedes Ibero, y el ministro de Salud, Fabián Zgaib.

“Esto nos permitió en pandemia pararnos en un lugar, donde no estaba el resto. Desde lo laboral, pasamos de tener una guardia a tres semanales. Y somos 3 kinesiólogos las 24 horas. De tener 8 camas, pasamos a 29”, detalló Santillán.


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