¿El fin de un país, dos sistemas?
Análisis
Las protestas en Hong Kong reflejan una grave crisis de confianza. Junto a la exigencia de más democracia hay otros tres motivos por los cuales la región china, bajo un régimen de administración especial, vive manifestaciones tan masivas: el creciente distanciamiento entre chinos y hongkoneses, una generación más joven y con mayor conciencia democrática y el duro curso que emprendió el presidente chino, Xi Jinping.
Durante más de 150 años, Hong Kong fue una colonia del Reino Unido. Desde entonces, los siete millones de habitantes de Hong Kong cuentan con una identidad propia.
Con la política liberal de los británicos y una fuerza de trabajo barata, la metrópolis portuaria creció hasta convertirse en un centro económico asiático. Dado que una convención firmada en 1898 entre China y el Reino Unido expiró tras 99 años, las dos partes acordaron en 1984 la devolución el 1 de julio de 1997. La dirigencia comunista, bajo el arquitecto de la reforma Deng Xiaoping, se comprometió a mantener el sistema capitalista con libertades. En base al principio “un país, dos sistemas”, a Hong Kong le fue asegurado “un alto grado de autonomía”, y de paso y goza de libertad de prensa y opinión.
Diecisiete años después, China ganó terreno más rápido de lo esperado. Una importante afluencia de chinos ricos llena hoy día hospitales, escuelas y centros comerciales, impulsa los precios inmobiliarios hacia arriba y arrincona a los hongkoneses. Las diferencias sociales crecen. Los hongkoneses de a pie tienen la sensación de que el gobierno negocia con los magnates chinos y no los protege ni representa sus intereses. La corrupción hace que se reduzca la confianza en el servicio público. Las reformas democráticas fueron aplazadas dos veces. En agosto, Pekín autorizó por primera vez elecciones directas para 2017, aunque quiere escoger los candidatos. La desilusión fue grande. Los estudiantes comenzaron una protesta que desembocó otra mayor. “La nueva generación de estudiantes activistas de Hong Kong logró como en otras partes del mundo energía política a través del ciberactivismo ”, opinó el ex investigador Nicolas Bequelin. (DPA)
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