El fotoperiodista Astrada da la vuelta al mundo arriba de su Royal Enfield
El argentino Walter Astrada conoce buena parte del mundo desde hace años, cuando decidió dedicarse al fotoperiodismo. Pero ahora quiere conocerlo desde otra óptica. Por eso se subió a su moto y empezó otra aventura que la comparte en esta entrevista.
LA AVENTURA DE LA VIDA
El pasado 1 de mayo, el fotoperiodista argentino Walter Astrada se subió a su Royal Enfield con la idea de dar una vuelta: la vuelta al mundo.
Quienes lo conocen saben que lo de viajar es casi su estado natural. Sus primeros sueldos fueron premonitorios: trabajó de mecánico de aviones en la Argentina de los 90. Luego se dejó llevar por la intuición que tuvo a los 13 años y se hizo fotógrafo. Y a través de su cámara ha contado historias en más de 20 países para numerosos medios y agencias internacionales, cosechando también los reconocimientos más prestigiosos: varios World Press Photo, Fotógrafo del Año de la Asociación de Fotoperiodismo Americana (NPPA), Pictures of The Year y una larga lista que conforma el patrimonio de una persona que no posee más que las ocho cajas que guarda en casa de un amigo en Barcelona y lo que lleva en los bolsos de su moto.
-Siempre quise dar la vuelta al mundo, ¿quién no? Y más después de leer la novela de Julio Verne, cuenta en una entrevista que dio a “El Mundo”, de España.
El primer gran viaje fue a los 24, con una mochila, por varios países de la América del Sur. Por el camino llegó la oportunidad de trabajar para Associated Press y decidió interrumpir. Bolivia, Argentina, Paraguay, Madrid y vuelta a Buenos Aires. Un par de años en República Dominicana y Haití y un salto para vivir en España.
Después fue lo de África: la violencia tras las elecciones en Kenia, vivir en Uganda, el baño de sangre en Madagascar durante una manifestación. Instantáneas del dolor de un continente que inundaron las páginas de diarios de todo el mundo. Y de esa violencia extrema se mudó a otra crueldad escondida, la que somete a las mujeres. Astrada contó esa masacre silenciosa en Guatemala, Congo, India y Noruega.
En 2010 se le colaron dos ruedas en la cabeza. Fue en Haití, documentando una epidemia de cólera y las elecciones presidenciales.
-Tenía un fixer que me llevaba en moto a todas partes y pensé: éste es el medio de transporte ideal para el viaje que siempre quise hacer.
Y en mayo último dejó España rumbo al este, persiguiendo el amanecer: Francia, Italia, Grecia, Turquía. Diez días en Estambul y luego la Capadocia, la impresionante Capadocia.
-No voy a ninguna parte, el viaje en sí mismo es el destino. Es la diferencia entre desplazarse y viajar.
Algunas condiciones sí hay: las fechas de los visados -cruzar Kazajistán antes de septiembre-, la cuenta atrás del invierno -Siberia antes de noviembre-.
En realidad, Walter hace dos viajes: el del cuentakilómetros, siempre a 80 por hora para no castigar el motor, y el otro, el que hace su cabeza mientras tanto. Pasa una montaña en Turquía, y la memoria lo lleva a los Pirineos. Se sienta a escribir el diario en una mesita con un té, y los armenios del bar le recuerdan a la Argentina de la infancia. A veces se iría volando a un rincón de Paraguay donde hacen la sopa de pescado más rica que ha probado. O paseando por Mostar, los edificios plagados de cicatrices le devuelven imágenes de lugares de conflicto que vieron sus lentes.
Para este nómada que fluye por el mundo como el agua, nada hay más absurdo que las fronteras. No deja de pensar en los que no lo tienen fácil. Entra a un país como si nada, donde los funcionarios de la aduana no hablan ni una palabra de inglés mientras en las noticias siguen repicando los saltos a la alambrada o el mar como una fosa común sin medida. Ésa contradicción de líneas divisorias con las que se ha escrito la historia de la humanidad. Para llegar a Armenia ha tenido que dar la vuelta por Georgia, porque las disputas históricas mantienen cerrada la frontera con Turquía.
-Las diferencias culturales existen y están bien. La cultura occidental se extiende y no creo que sea la mejor ni mucho menos, deberíamos aprender mucho de las culturas locales. Pero los seres humanos tenemos muchas cosas en común también.
Y eso es lo que fotografía: las cosas que nunca ha visto y las cosas que se repiten en distintos lugares. Todo con mesura, unos 100 disparos para tener una foto diaria.
Y todo con disciplina, fotos al amanecer y al atardecer, seis días a la semana. Los lunes los dedica a editar y a poner fotos en la web. Una ventana donde cuelga postalitas con ningún destino, que van componiendo su cuaderno de bitácora. Un portal donde uno encuentra un curioso crowdfunding para colaborar con su travesía: se pueden comprar fotos o llenar un depósito de gasolina.
-¿En qué piensa mientras está conduciendo?
-A veces voy haciendo listas de cosas que he visto para escribir luego en la libreta -el diario de viaje- ideas para el blog o voy editando fotos mentalmente. A veces la cabeza va por su cuenta. Es una sensación parecida a correr. Como la conducción es tranquila la mente puede irse y volver cuando quiera.
-¿Cómo gestiona la soledad y la nostalgia?
-Nostalgia de un lugar concreto no tengo. Tengo rincones y amigos en muchas partes. Y la soledad en sí misma no me molesta. Me entiendo bien conmigo, el cerebro me hace compañía. A veces sí echo de menos contarle a alguien lo que me pasa o cosas increíbles que veo, pero las guardo para cuando pueda hacerlo. Y también se me complica con el idioma, para poder profundizar en conversaciones con personas que se cruzan en el camino.
Todavía es pronto para sacar conclusiones de un viaje que se aventura largo, pero mirando sus fotografías y el sosiego de sus gestos no se puede evitar pensar que hay algo de espiritual en este viajero; como cuando sonreía complacido en mitad de un atasco mientras le llovía un aguacero encima.
Después de Japón el viaje bajará de ritmo. Tal vez hasta Australia. Y luego América de arriba abajo. Desde Canadá hasta Buenos Aires.
-¿Cuál es su hogar?
-El hogar lo va haciendo uno más en el interior que en un lugar concreto.
Siga el viaje de Walter Astrada en www.wastradathejourney.com
Fuente: El Mundo
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