El gobierno vive una euforia electoral


En Juntos Somos Río Negro se entusiasman con un triunfo del gobernador en la elección a senadores del domingo, con una mística que parece un poco exagerada.


En el gobierno rionegrino se vive con tanta euforia el año electoral que va a ser difícil volver a la realidad de que, no sólo hay que seguir gobernando hasta el 10 de diciembre, sino que el recambio institucional es entre un hombre y una mujer de la misma fuerza política. Los funcionarios tienen demasiada expectativa: creen que Alberto Weretilneck ganará como senador nacional y que Juntos se quedará con la segunda banca, donde colocará a Mónica Silva.

Si las elecciones del domingo que viene terminaran como lo sueña el gobernador, la grey del partido provincial, que ha fabricado una mística excesiva en torno de Weretilneck, podrá volver a reclamar el fin de la subestimación de la construcción política de Juntos Somos Río Negro.


Después de estos comicios, el partido provincial va a tener que seguir gobernando, con una deuda que crece y con compromisos de reducción de impuestos.


En las elecciones primarias, el candidato a senador por el Frente de Todos, Martín Doñate, obtuvo el 44% de los votos (Alberto y Cristina Fernández se llevaron 10 puntos más) y Weretilneck pudo festejar porque, con el 29%, lograba proyectarse en la general del 27 de octubre como senador electo por la minoría.

La ayuda que le dio el macrismo -en Río Negro se va a volver a hablar de radicalismo otra vez en cualquier momento- al no presentar candidato a senador -sí a diputado nacional- fue y será clave en este trance del partido provincial.

“Gana Alberto y gana Alberto”, dicen los funcionarios del gobierno provincial en alusión a Fernández y Weretilneck. “Estamos recorriendo casa por casa para enseñar el corte de boleta; no va a haber nadie sin ser visitado”, se entusiasman.

Si el resultado fuera como se diseña en el gobierno -parece un albur, pero en política nada es imposible- la que se quedaría sin la reelección sería Silvina García Larraburu, casi una outsider del kirchnerismo rionegrino.

Poder real

Los candidatos del Juntos rionegrino vienen de ganar las municipales de tres de las cuatro ciudades más pobladas de la provincia (Bariloche, Cipolletti y Viedma), dejaron al PJ rionegrino sin referentes fuertes (Martín Soria con el premio consuelo de la diputación nacional y Miguel Pichetto extraviado en Juntos por el Cambio), su gobierno maneja un plan de obra pública en marcha y con financiamiento asegurado y tiene una segunda generación de funcionarios que se mantienen unidos a pesar del mar ideológico que separa a varios de ellos entre sí gracias a un pragmatismo soldado a fuego.

No hablan de medidas del gobierno, no quieren anticipar acciones a partir del 10 de diciembre ni adelantar cómo se formarán las segundas líneas del gabinete de Arabela Carreras. Solo tienen en la cabeza la campaña y la ilusión de que Weretilneck en el Senado provoque un quiebre en la relación política con Nación, algo que -en principio- parece al menos difícil.

Pero sea cual fuere al resultado de la elección general en la provincia, hay dos certezas: el 10 de diciembre el gobernador será senador (con volver a quedarse con el segundo puesto le basta) y la gobernadora será Carreras.

Para el inicio de 2020 el nuevo gobierno tendrá que enfrentarse a una deuda de 32.000 millones de pesos (buena parte, en dólares, por la emisión de los bonos del plan Castello), un presupuesto de 64.000 millones de pesos, el impacto de la comprometida reducción de la alícuota de Ingresos Brutos, y otras complicaciones que no pueden ahora prevenirse.

Como Agustín Domingo aceptó continuar como ministro de Economía después del 10 de diciembre, habrá cierta continuidad que otras áreas no tendrán.

Habrá que revisar la relación de la fuerza gobernante con ATE, uno de los dos sindicatos estatales de la provincia, que encaró esta semana acciones violentas frente a las municipalidades de Roca y Maquinchao.

Weretilneck pasó de enfrentar y denunciar a los dirigentes máximos de ATE a casi sumarlos a su proyecto político. Hay que ver si su sucesora mantiene esa política.


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