El increíble caso del prófugo que pasó 18 años con otra identidad y estará 20 años preso en Zapala

Está condenado a prisión perpetua. Si lograba permanecer evadido dos años más, la causa prescribiría y no podrían hacerle nada. Pero deberá cumplir 20 años en la cárcel.

Gerardo Segundo Vallejos se deslizó por los últimos 18 años sin poder quitarse la incómoda sensación de que alguien lo observaba. Trataba de ser un empleado de comercio más en la laboriosa ciudad de Avellaneda, cumplía sus horarios, entrenaba en los ratos libres, estaba con su esposa y sus dos hijos, o se perdía entre la muchedumbre pero nunca estaba del todo tranquilo.

Si en vez de 18 hubieran sido 20 los años transcurridos en esa libertad de cartón, Vallejos habría saltado un cerco invisible y el pasado habría quedado, en una de sus formas, atrás para siempre.

Pero esa cuenta pendiente que sólo él conocía lo alcanzó la mañana del miércoles pasado cuando un policía de Neuquén lo detuvo por la calle, en esa Avellaneda donde se creía invisible.

Primero negó ser quien era, exhibió un documento con otro nombre, pero finalmente se resignó, como si estuviera cansado de correr una de las carreras que tanto lo apasionan.

Con ese mismo cansancio y resignación enfrentó este viernes la audiencia judicial de control de detención en Zapala ante la jueza Carolina González.

Fue un trámite breve. Gerardo Segundo Vallejos, de 44 años, partícipe del asalto a una camioneta del Banco Provincia de Neuquén el 7 de julio de 1997 en el que murió el custodio Juan Landaeta, condenado a prisión perpetua por homicidio críminis causa en 1999, evadido de la cárcel de Cutral Co en 2001, recapturado 18 años después, enfrenta ahora la posibilidad de pasar los próximos 20 años en prisión.

El suyo es un caso singular. Era un electricista indocumentado y con problemas de adicciones domiciliado en Neuquén cuando sucedió el hecho, uno de los más cruentos y resonantes de su época.

Dijo que lo llevaron a esa emboscada con engaños, o sea que él mismo habría sido un emboscado. Una excusa de cajas chinas; nadie le creyó.

Era de los más jóvenes de la banda donde mandaban los mayores. Después de ese ataque cruel e insensato sin ninguna probabilidad de éxito huyó hacia Bariloche con uno de los partícipes, Horacio Tillería. Los capturaron apenas llegaron al control de Nahuel Huapi.

Los otros dos partícipes, Javier Horacio Sepúlveda y Jorge Alfredo Morales, se llevaron buena parte de los 85.000 pesos/dólares del botín y cayeron en Zapala, donde se recuperó lo robado.

La sentencia, dictada el 24 de agosto de 1999, no individualiza en sus 33 páginas quién de los cuatro integrantes efectuó el disparo que terminó con la vida de Landaeta. Los considera a todos coautores.

Cuando Vallejos se fugó de la cárcel de Cutral Co en 2001 tardaron tres años en declararlo en rebeldía. Quiere decir que hasta 2004 nadie lo buscó.

Esa ¿falla? en el sistema le dio una amplia ventaja: si acaso lo pararon en algún control policial, lo dejaron seguir porque en ninguna parte figuraba un pedido de captura en su contra.

Esa segunda -y última hasta ahora- fuga estuvo mejor planificada. Mejor que el promedio de las fugas que se conocen en la región.

Vallejos obtuvo un documento de identidad de una persona conocida suya. En Avellaneda consiguió un trabajo estable, formó una familia, tuvo dos hijos.

Así pasó los últimos 18 años. Al parecer sin cometer delitos. En otra parte del país, su gemelo de identidad no lo supo o no dijo nada. Si hubiera llegado a los 20 años, la causa en su contra habría prescripto y sería libre legalmente y para siempre.

En la telaraña de recaptura policial, después de aquellos tres inexplicables años de vacío iniciales, su caso figuraba activo.

Esa sensación de ser observado tenía razón de ser. El pasado lo alcanzó, la libertad de cartón se despintó.

Vallejos volvió a la cárcel, a resocializarse como manda la ley.


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