El Indec no convence

Puesto que las consultoras privadas avaladas por la oposición coinciden con el Indec en que el índice de precios al consumidor aumentó menos en marzo que en los dos meses anteriores, el ministro de Economía Axel Kicillof no se equivocó cuando dijo haber percibido “un proceso de desaceleración en casi todos los rubros” que atribuyó a los controles. Dicho de otro modo, el encargado de manejar la economía nacional entiende que, si no fuera por los esfuerzos oficiales por obligar a los comerciantes a “cuidar” los precios, el impacto de la inflación sería mayor que el reflejado por índices que siguen subestimando la gravedad del fenómeno. Los controles son parches. Cuando de incidir en las expectativas se trata, son más eficaces que las estadísticas fraudulentas que durante años ensayó el exsecretario de Comercio Guillermo Moreno con el apoyo del entonces presidente Néstor Kirchner y su sucesora, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pero a menos que se vean respaldados por medidas más drásticas sólo sirven para permitirle al gobierno ganar tiempo. Es de esperar que sepa aprovecharlo. Mientras que según el Indec el índice minorista subió el 10% en el primer trimestre del año, el alza acumulada por los precios mayoristas alcanzó el 13%, lo que hace temer que la inflación anual ya se haya acercado al 60%, aunque se prevé que, de resultas de la caída precipitada del consumo que está haciéndose notar, se confirme la “considerable desaceleración” festejada con entusiasmo un tanto excesivo por Kicillof. Aunque el nuevo índice del Indec es claramente más verosímil que el anterior, el que mes tras mes las cifras difundidas estén por debajo de las estimadas por los economistas privados sugiere que el gobierno ha optado por continuar manipulándolas por motivos propagandísticos, lo que a esta altura no tendría mucho sentido, ya que la diferencia entre el 2,6% propuesto por el Indec para el aumento de los precios al consumidor en marzo y el 3,3% del Congreso carece de significancia política inmediata. En cambio, sí importa la falta de confianza de los empresarios en la voluntad oficial de enfrentar la inflación con el realismo necesario: la sospecha de que los encargados del Indec, que son los mismos que se prestaron durante siete años a la farsa protagonizada por Moreno, siguen intentando engañar a los demás dibujando los índices económicos les preocupa mucho más de lo que haría un punto más, o uno menos, de inflación oficialmente registrada. Además de superar las dificultades insalvables provocadas por un intento quijotesco de ensamblar un modelo socioeconómico heterodoxo en base a nada más que el consumo popular y la expansión irresponsable del gasto público, para llegar intacto a diciembre del 2015 el gobierno de Cristina tendría que enfrentar la supuesta por la convicción ya generalizada de que está más interesado en “el relato” que en la realidad. Para que la mayoría dejara de tomar el Indec por una fábrica de mentiras, le convendría que, al menos por algunos meses, el organismo confeccionara índices inflacionarios de apariencia menos atractiva que los producidos por las consultoras privadas, como en efecto hizo al modificar drásticamente la tasa de crecimiento oficial correspondiente al año pasado. Sea como fuere, aun cuando se aproximara a la verdad la información oficial de que los precios minoristas subieron el 2,6% en marzo, se trataría de un aumento mayor incluso que en Venezuela, donde según el régimen chavista fue sólo del 2,4% en el mismo mes, lo que significaría que la Argentina sigue pisándole los talones al campeón latinoamericano en materia de inflación. En vista de lo que está ocurriendo en el país hermano al desplomarse el modelo voluntarista que hasta hace poco merecía la aprobación de Cristina, al gobierno le aguarda una serie de tareas titánicas que tendría que cumplir para ahorrarnos un destino similar. Por su naturaleza, la inflación propende a acelerarse a menos que las autoridades hagan cuanto resulte necesario para frenarla. A lo sumo, los controles de precios por parte de inspectores gubernamentales y esforzados militantes improvisados pueden servir de anestesia y por lo tanto ayudar a distraer la atención de la ciudadanía brindando así al gobierno una oportunidad para tomar medidas menos simpáticas, pero de ningún modo constituyen una solución duradera.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.124.965 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Vicedirector: Aleardo F. Laría Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Jueves 17 de abril de 2014


Puesto que las consultoras privadas avaladas por la oposición coinciden con el Indec en que el índice de precios al consumidor aumentó menos en marzo que en los dos meses anteriores, el ministro de Economía Axel Kicillof no se equivocó cuando dijo haber percibido “un proceso de desaceleración en casi todos los rubros” que atribuyó a los controles. Dicho de otro modo, el encargado de manejar la economía nacional entiende que, si no fuera por los esfuerzos oficiales por obligar a los comerciantes a “cuidar” los precios, el impacto de la inflación sería mayor que el reflejado por índices que siguen subestimando la gravedad del fenómeno. Los controles son parches. Cuando de incidir en las expectativas se trata, son más eficaces que las estadísticas fraudulentas que durante años ensayó el exsecretario de Comercio Guillermo Moreno con el apoyo del entonces presidente Néstor Kirchner y su sucesora, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, pero a menos que se vean respaldados por medidas más drásticas sólo sirven para permitirle al gobierno ganar tiempo. Es de esperar que sepa aprovecharlo. Mientras que según el Indec el índice minorista subió el 10% en el primer trimestre del año, el alza acumulada por los precios mayoristas alcanzó el 13%, lo que hace temer que la inflación anual ya se haya acercado al 60%, aunque se prevé que, de resultas de la caída precipitada del consumo que está haciéndose notar, se confirme la “considerable desaceleración” festejada con entusiasmo un tanto excesivo por Kicillof. Aunque el nuevo índice del Indec es claramente más verosímil que el anterior, el que mes tras mes las cifras difundidas estén por debajo de las estimadas por los economistas privados sugiere que el gobierno ha optado por continuar manipulándolas por motivos propagandísticos, lo que a esta altura no tendría mucho sentido, ya que la diferencia entre el 2,6% propuesto por el Indec para el aumento de los precios al consumidor en marzo y el 3,3% del Congreso carece de significancia política inmediata. En cambio, sí importa la falta de confianza de los empresarios en la voluntad oficial de enfrentar la inflación con el realismo necesario: la sospecha de que los encargados del Indec, que son los mismos que se prestaron durante siete años a la farsa protagonizada por Moreno, siguen intentando engañar a los demás dibujando los índices económicos les preocupa mucho más de lo que haría un punto más, o uno menos, de inflación oficialmente registrada. Además de superar las dificultades insalvables provocadas por un intento quijotesco de ensamblar un modelo socioeconómico heterodoxo en base a nada más que el consumo popular y la expansión irresponsable del gasto público, para llegar intacto a diciembre del 2015 el gobierno de Cristina tendría que enfrentar la supuesta por la convicción ya generalizada de que está más interesado en “el relato” que en la realidad. Para que la mayoría dejara de tomar el Indec por una fábrica de mentiras, le convendría que, al menos por algunos meses, el organismo confeccionara índices inflacionarios de apariencia menos atractiva que los producidos por las consultoras privadas, como en efecto hizo al modificar drásticamente la tasa de crecimiento oficial correspondiente al año pasado. Sea como fuere, aun cuando se aproximara a la verdad la información oficial de que los precios minoristas subieron el 2,6% en marzo, se trataría de un aumento mayor incluso que en Venezuela, donde según el régimen chavista fue sólo del 2,4% en el mismo mes, lo que significaría que la Argentina sigue pisándole los talones al campeón latinoamericano en materia de inflación. En vista de lo que está ocurriendo en el país hermano al desplomarse el modelo voluntarista que hasta hace poco merecía la aprobación de Cristina, al gobierno le aguarda una serie de tareas titánicas que tendría que cumplir para ahorrarnos un destino similar. Por su naturaleza, la inflación propende a acelerarse a menos que las autoridades hagan cuanto resulte necesario para frenarla. A lo sumo, los controles de precios por parte de inspectores gubernamentales y esforzados militantes improvisados pueden servir de anestesia y por lo tanto ayudar a distraer la atención de la ciudadanía brindando así al gobierno una oportunidad para tomar medidas menos simpáticas, pero de ningún modo constituyen una solución duradera.

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