El joven contó cómo lo mutilaron y humillaron

BUENOS AIRES (Télam).- El joven Ariel Strajman relató ayer ante un Tribunal Federal que juzga a los acusados de secuestralo, cómo fue torturado, mutilado e insultado por su condición de judío durante el cautiverio que sufrió en el año 2002, reconoció a uno de los acusados como quien lo capturó y pidió pena de muerte para sus captores.

«Treinta y siete años es lo máximo que podemos pedir. Yo pediría pena de muerte, ejecutada por mí. O tres o diez millones de años (de cárcel)», dijo Strajman al salir de los Tribunales sobre la condena que merecen sus captores.

A lo largo de su testimonio, de casi dos horas, Strajman, de 29 años, relató cronológicamente su secuestro desde el 16 de octubre de 2002, hasta su liberación dos días más tarde, pasando por el tramo más traumático de su cautiverio: cuando le cortaron su dedo meñique con una pinza.

Relató que fue secuestrado a las 22 del 16 de octubre de 2002 cuando fue interceptado dentro del garage de su casa, por dos hombres armados que se colaron por debajo del portón mecánico.

Strajman dijo que estaba en condiciones de reconocer a uno de esos dos delincuentes y así fue que el presidente del Tribunal hizo parar a los imputados, y Strajman, apuntando con su mano derecha, la que le falta el dedo meñique, señaló a Diego Sibio como uno de sus captores.

El joven dijo que se lo llevaron en su propio Peugeot 504, que detuvo su marcha porque se activó la alarma y de allí lo pasaron a uno de los dos autos que la banda tenía de apoyo, donde lo vendaron y ataron, hasta que lo trasladaron al primero de los tres sitios donde estuvo cautivo. Strajman contó que allí -la casa de Holmberg 1.295 de Villa Urquiza, propiedad de los Sommaruga, la familia más comprometida en la causa- lo hicieron bajar unas escaleras hasta un sótano donde lo sedaron con una pastilla.

Luego contó que al día siguiente -alcanzó a ver luz pese a que estaba vendado- lo trasladaron a su segundo lugar de cautiverio, en un viaje muy corto. Se presume que fue la casa de la calle Avalos 1.383, propiedad de uno de los hermanos Sommaruga, donde vivió lo peor de sus 28 horas de secuestro. «Judío de mierda hijo de puta, vos y tu viejo son dos ratas», recordó Strajman que le dijeron antes de iniciar una sesión de torturas que incluyó golpes y quemaduras con cigarrillos y un encendedor que se lo colocaban en el pecho y en la boca. Strajman dijo también que uno de los que lo insultaba le advirtió: «Ahora vas a saber lo que sentían en el Holocausto» y otro le indicó que grabarían una cruz esvástica en la frente.

Strajman relató a continuación la amputación de su dedo y aclaró que no lo anesteciaron, ni sedaron: «Uno me dijo 'dame la mano' y empezó a golpearla con algo que no era un martillito. Si bien uno solo hizo el corte, todos los que estaban ahí ayudaron. Había varios, cinco o seis personas. Uno me agarraba de

una mano, otro de la otra, uno de una pierna y otro de la otra y el quinto me cortaba el dedo, supongo que con una pinza», explicó.

El joven también recordó las burlas de sus captores tras la amputación. «Todos se cagaban de risa. Era una carcajada generalizada», contó. También dijo que le dieron de comer pizza y le refregaron jamón por la cara y le decían: «Judío de mierda, comé jamón».

La odisea del pago y el hallazgo del dedo

BUENOS AIRES (Télam).- El padre de Ariel Strajman contó ayer frente al Tribunal cómo pagó el primer rescate, recibió el dedo amputado de su hijo y se frustró el segundo pago.

Mario Strajman, de 77 años, explicó que el 16 de octubre de 2002 se enteró de que que su hijo estaba secuestrado porque su esposa Beatriz llamó al celular de Ariel y atendió uno de sus captores. El hombre, que se dedica a la venta mayorista de joyas de oro y plata, recordó que el secuestrador le dijo que fuera a su casa donde un hombre en una moto scooter roja con casco negro lo pasó a buscar y lo llevó hasta un auto Fiat Duna donde lo esperaban tres hombres. Allí le dijeron que caminara hasta el auto Peugeot 504 de Ariel -del que se apropiaron en el momento de la captura- y que fuera hasta sus oficinas del centro.

El joyero pasó por su casa a buscar dinero, fue hasta sus oficinas de avenida Corrientes al 1100 para juntar oro y colocó todo -mil dólares, 400 pesos y joyas-, en una «bolsa de supermercado» que entregó en mano a dos delincuentes que pasaron con el scooter.

Al día siguiente los secuestradores le pusieron a Ariel al teléfono que le dijo: «Papá, traé todo que me matan» y así fue que se trasladó a San Martín a buscar más alhajas y a una joyería a buscar los 4.000 dólares que su hijo guardaba.

Luego contó que su otro hijo, Martín, lo llamó por teléfono y le dijo que los secuestradores habían dejado «un regalito».

Allí fueron padre, madre y el hermano del secuestrado, Martín, quien sacó una caja de galletitas la abrió y dijo: «Es un dedo», el meñique amputado a Strajman.


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