El mundo siempre está mejorando

“El mundo siempre está mejorando”, suele tuitear periódicamente Daniel Molina (@rayovirtual). Su optimismo suena extraño para los que sostienen, como Manrique corregido por Spinetta, que “por pasado todo tiempo fue mejor”.

Los números sirven para demostrar casi cualquier cosa y con la estadística se puede llegar a la quintaesencia. Como dijo Umberto Eco, “la estadística es la ciencia según la cual si una persona come dos pollos y otra ninguno, se deduce que cada una se ha comido un pollo”. Un ejemplo de desinformación.

Argentina fue esta semana el cuarto país del mundo en cantidad de muertos por millón de habitantes por la pandemia y hace pocos días perforó la barrera de los 100.000 decesos desde que esta pesadilla comenzó.

Cada uno tiene un rostro, un dolor, un tránsito por el sistema de salud, un padecimiento y la fatal ausencia. ¿Pero qué cambia de 99.999 a 100.000?

Woody Allen le hace decir al protagonista de “Los secretos de Harry” que “lo peor del Holocausto no es que perdiéramos a seis millones de los nuestros sino que los récords están hechos para ser superados”.

Contar números tan dolorosos debería ser, con la mirada de Molina, menos importante que enumerar los avances. Después de todo, Tanzania apenas tiene muertos (en los registros), igual que Sierra Leona o Nigeria.

Países europeos como Hungría o República Checa superan al nuestro en muertos por millón de habitantes e Italia tiene más decesos totales que Argentina. Son números.

La mirada de Molina rescata otras cosas: el 80% de la población de mayores de 18 años está vacunado en nuestro país, y los hospitales y sanatorios ya no sufren el colapso de hace unos meses.

Son también números, pero del futuro.