El ocaso de un amor

Una nueva mirada sobre el fin de una relación de pareja, esta vez de la mano del siempre sorprendente Francois Ozon, quien cuenta la historia empezando por el final.

Gilles y Marion se están divorciando. El espectador no sabe bien cuáles son las causas del hecho. Sólo ve en sus rostros una mezcla de decepción y angustia contenida que transforman a esta primera escena de «Vida en pareja» en una experiencia cinematográfica diferente. Ya que el director, Francois Ozon, no interna a la platea en su historia desde el principio sino todo lo contrario: empieza por el final. Una idea que puede resultar imposible de resolver pero que, sin embargo, genera un interés inesperado mientras el calendario va retrocediendo a medida que transita diferentes etapas de la vida de esta pareja hasta arribar a su primer encuentro.

El nombre original del filme es «5×2» haciendo alusión a cinco capítulos en la relación amorosa de Marion (Valeria Bruni-Tedeschi) y Gilles (Stèphane Freiss), a los que conocemos desde sus peores momentos como matrimonio hasta los mejores, aquellos en los que el amor golpea a sus puertas y todo parece extraído de un cuento de hadas. Este cóctel le permite a Ozon brindar sus interesantes y descarnadas visiones de las relaciones humanas y el sexo y retomar el poder de las figuras femeninas, con una cierta relación en ese sentido con el cine de Almodóvar. Como en algunas de sus anteriores producciones, como «Bajo la arena» (2000), «8 mujeres» (2002) y «La piscina» (2003), el realizador otorga nuevamente el mayor peso del relato en un rostro de mujer, en este caso ayudado por una excelente caracterización de Valeria Bruni-Tedeschi bien secundada por Freiss y el resto del elenco donde sobresale la veterana Francoise Fabian como la angustiada e histérica madre de la protagonista.

En la segunda escena de la cinta, aquella en la que, a modo de despedida, la pareja tendrá un encuentro sexual bastante descar

nado, Marion afirma estar feliz de que todo se haya terminado entre ambos. Gilles, visiblemente devastado y con intenciones de recuperar la relación, le responde: «Ganaste». A lo que ella, con la mirada perdida en el pasado, agrega: «No gané, ni perdí. Se terminó, es todo». Con tamaña declaración, lo que viene será el preámbulo de ese ocaso, la crónica de un final anunciado que el director irá tejiendo con maestría otorgándole a cada uno de los cinco capítulos una cualidad distintiva.

Mientras el primero es un drama psicológico, el segundo es más de tipo social, el tercero parece extraído de una película independiente americana, el cuarto retrata con fidelidad la comedia de enredos y el último, como el realizador confiesa, tiene cierta relación con las películas veraniegas de Rohmmer. Ozon afirmó que quería que la película fuera cambiando en sus 90 minutos de proyección de tal manera que el tono y el tema variaran de un episodio a otro. Algo que result desconcertante y a la vez sumamente atractivo para el espectador, todo encadenado por canciones italianas interpretadas sólo por hombres como Bobby Solo, Paolo Conte y Luigi Tenco, entre otros. Elección premeditada que refuerza la idea de que, en contraposición con la fortaleza del personaje femenino, el hombre es el que más sufre en la historia y el que tratará denodadamente de escapar de ese destino que ya está escrito.

Con su habitual manejo de cámara que utiliza los primeros planos cercanos al momento de desnudar las emociones de los protagonistas y un suspenso que atrapa al espectador a pesar de que la historia se dirige a un espacio conocido, Francois Ozon agrega otro punto a favor a su novel pero exquisita trayectoria. Si bien no logra el nivel de sus anteriores producciones, quizás porque el tema en si no se lo permite, «Vida en pareja» ingresa sin titubeos ni prejuicios en la existencia de estos seres revolviendo esos espacios ocultos difíciles de reflejar. Como el director afirmaba cuando el filme se estrenó: «Básicamente, siento que es fácil decir que la rutina diaria es lo que aleja a una pareja. Esta rutina puede hacer que las cosas funcionen peor, pero sólo es la parte visible del iceberg, las verdaderas divergencias están ocultas. Las verdaderas razones que hacen que una pareja se aleje son mucho más profundas…» Tanto que no siempre es fácil recuperarlas y que puede transformarse según el filme en espejo de un vínculo que deja de existir o, todo lo contrario, un principio encantado donde la relación recién da sus primeros pasos en busca de un futuro compartido. Cuando la cinta finalice ambas sensaciones de placer y angustia dejarán un sabor agridulce, que no es otro que el de la vida misma y el de cualquier relación de amor. Sólo que visto de una forma diferente. (AL)


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