El rey del chivito: la vida de un pionero en Caviahue y Copahue
La apasionante historia de Nito Zingoni. LLegó en 1984, cuando había solo 22 habitantes. Hoy, con más de 20.000 chivitos cocinados en su famosa parrilla, cuenta aquí paso a paso el crecimiento de estas dos joyas neuquinas separadas por 19 km que concibe como un solo destino que combina nieve, esquí y termas como ningún otro.
Cuando decidió ir a probar suerte a Caviahue tenía 23 años y un futuro por construir en esa maravilla de la cordillera neuquina donde todo estaba por hacerse. Corría 1984 y en la pequeña aldea de cara a un lago azul y con un volcán humeante detrás, con Chile ahí nomás y cerros cubiertos de nieve entre araucarias y cascadas, solo había 22 habitantes y un teléfono fijo en la oficina de Termas, donde le dejaban mensajes.
“Nito, dejó dicho tu mamá que la llames”, le contaba por ejemplo Cristina Chaneton cuando lo veía y lo dejaban llamarla, aunque a veces se armaba una cola para hablar y había que esperar. “Venite, podemos hacer algo acá, poner un bar”, le había dicho Manuel Guevara, su amigo desde las andanzas en los campos de Loncopué donde se criaron, a 50 km. Y Nito fue.
Un accidente en moto en Neuquén le había costado una amputación en la pierna derecha, que frenó su carrera como piloto de avión recién recibido. “Uno con dos piernas tenía más chances que yo de conseguir trabajo”, explica con el humor de toda la vida.
Pasó el bajón, se puso a vender ropa aquí y allá y tras aquella invitación de Manuel dejó de ser mercachifle, como lo dice, para empezar su reinvención: le propuso a su amigo poner el bar en el flamante Centro de Convenciones en un paraíso que lleva dos nombres, Caviahue y Copahue, pero que Nito Zingoni concibe como un solo destino que combina nieve y baños termales como ningún otro.
Hoy, 36 años después, muchas cosas han cambiado: la aldea de montaña ya es un pueblo con más de 700 habitantes con centro de esquí, acceso a wifi, señal 4G, televisión satelital, gas, luz y agua. Pero el asombro permanece, como cada vez que deja atrás el Cajón Chico y unos kilómetros más adelante se topa con el lago de frente, las cabañas a sus orillas a la izquierda, el cerro y el volcán detrás.
Se llega por la ruta 26 asfaltada que en tiempos normales tres micros recorren cada día para unirla con Neuquén a 360 km al sureste, aunque los 19 km que siguen al noroeste hasta Copahue, donde termina, siguen siendo de tierra, hoy cubiertos de nieve. «Un paisaje lunar», describe maravillado por ese lugar que lo enamoró para siempre.
A esta altura del partido, a los 61, Nito Zingoni tiene seis hijos, seis nietos y una en camino en su familia ensamblada con Judy Ruiz y lleva cocinados más de 20.000 chivitos en la famosa parrilla que abrió en 1993 en la villa termal, con sucursal en Caviahue desde el 2010.
Siempre a fuego lento, mínimo dos horas de cocción y solo un puñado de sal como condimento, para que ningún otro sabor le compita al natural. Lo proveen crianceros de los valles cercanos, que tardan entre cuatro y cinco horas a caballo con su preciosa carga en los aperos.
“El precio lo ponen ellos y yo lo respeto. Y ellos saben la calidad que necesito”, explica a través de Whatsapp desde su casa en Copahue, que queda casi sepultada por la nieve en el invierno en este rincón de la Patagonia donde los efectivos del Ejército que irán a la Antártida se acostumbran a las condiciones extremas que encontrarán luego en el continente blanco.
«Mas de un piño cocino usted acá arriba», le dicen los crianceros. «Los chivitos de acá son espectaculares, sobre todo porque está la raza del Angora, esos con el pelito largo en todo el cuerpo. Son muchos mejores que los de Córdoba, más carnosos. Siempre les cuento a los clientes que el cordobés, de pelo corto, es más tipo galgo, alto y flaco. Y el nuestro es más tipo pitbull, petisito y morrocotudo», explica.
El bungalow de Nito tiene dos plantas, está a 50 metros de la parrilla y a 100 de las termas y en estos días el frente está tapado por más de cuatro metros de nieve, así que entran por la puerta de atrás, la de servicio, donde apenas se juntan unos 20 cm.
Nada en una villa donde hay áreas donde se llegan a acumular siete metros y rozan el tendido eléctrico que desde hace dos años no se retira en el invierno y eso permitió que tenga habitantes en esta época.
Ahora, por ejemplo, están él y Judy, fueron a visitarlos su amigo Dani Mort con su mujer y sus dos hijas desde Caviahue y se quedaron a dormir. En la hostería Hualcupen están Mario y Nicolás (el fana de Copahue que no se mueve en todo el invierno) y hay también tres efectivos que rotan en el destacamento de Gendarmería. A tres kilómetros están los miembros de la campaña previa a la Antártida del Ejército.
Si se pone feo el día porque sopla fuerte el innombrable, como le dice para no invocarlo, le encaran con la moto de nieve a Caviahue 10 km en descenso y se quedan allá. «Puede llegar a ser muy molesto: te da en la cara, hace lo que quiere, acomoda la nieve como quiere, si pone blanco no te deja ver nada el soplante», explica y se ríe con ganas.
Pionero del destino, si al comienzo junto con el bar fue parte de las primeras excursiones para llevar turistas en moto al cráter del volcán, después los trasladó en un colectivo en aquellos tiempos en que llegaban en avión. Fue cuando quedó vacante el servicio y le preguntaron si quería hacerse cargo del traslado antes y después de los pasajeros de los vuelos de Transportes Aéreos Neuquinos.
En cuestión de días consiguió un Mercedes 1114 y estuvo listo para la misión. Llegó a cubrir tres vuelos con 19 turistas por día en aquellos tiempos de gloria que hoy son un recuerdo nostálgico, como los trenes que se perdieron en el camino en el Valle.
Y si de sueños se trata, hay uno que quedó postergado: el desarrollo de Traky, un vehículo oruga, con su amigo David Ramos. Estuvieron muy cerca, pero se quedaron sin fondos al final, pese a que vendió el Renault 12 para financiarlo.
«Nos faltaba corregir detalles, pero lo tuvimos que abandonar: nos faltó plata», recuerda Nito. Llegaron a llevarlo a Mendoza para exhibirlo y le pidieron que traslade a Miss Siete Días a sacar fotos. «¿Anda?», le preguntaron. «¿Si anda? Mirá», respondió y le encaró para la montaña.
«Ahora estamos en otro proyecto con David, para cuatro personas, ágil, tipo moto de nieve. Ya estamos grandes, pero seguimos con ganas de inventar cosas. Ahí estamos, tratando de que funcione. ‘Aguantemos mi viejo, aguantemos que lo vamos a lograr’, le digo», relata.
Cerro Caviahue se prepara para la apertura
En aquellos primeros tiempos había dos pomitas en Caviahue para llevar a los visitantes hasta el punto más alto de la pista de 300 metros entre los únicos dos hoteles: el Esquí, donde paraban los que veían de Buenos Aires y el del Instituto, ocupado por los neuquinos. «Nuestra confitería fue el punto de encuentro, eran noches largas y divertidas con fiestas de disfraces, con gente con muchas ganas de compartir», recuerda.
Don Oscar Comajuan (que con oficina en la Capital Federal traía a los porteños y tenía la concesión del Hotel Esquí, hoy Nevado) lo contrató también para que los llevara a Copahue y a las excursiones. Y de la colección de anécdotas de Nito, de esta etapa es una de las más memorables y arrasa con las carcajadas en la sobremesa.
Ocurrió cuando debía dejar los diarios de regreso a Caviahue. De tan acostumbrado a la prótesis, siempre se arrojaba del colectivo y corría sin problemas, la exigía a fondo. Pero esa vez cedió el bulón y se le salió mientras rodaba y se le desparramaban los ejemplares de Clarín y La Nación. Sin inmutarse, Nito reorganizó la pila y a los saltos la dejó en el kiosco mientras con la otra mano sostenía la prótesis.
Así volvió al ómnibus y se dispuso a arrancar. En la primera fila, una turista carraspeó. «Disculpe, ¿usted esta en condiciones de manejar así?», le preguntó. «Pero claro señora, es un colectivo automatizado«, respondió, rápidos de reflejos, el tono seguro.
Con esa misma velocidad, aceleró con un palito con la mano derecha mientas pisaba el embrague con el pie izquierdo para un segundo después pasarlo al acelerador y seguir el recorrido metiendo los cambios sin necesidad de embragar de tanto que conocía esa caja. «Qué bien», comentó la señora.
Entre las fotos que guarda en una cajita también lo muestran en el Nito bar en Copahue de 1991 y con los choris que vendía a un peso en 1993, cuando arrancó el centro de esquí. Ese mismo año puso la parrilla en Copahue que es su marca registrada.
Otra vez, fue clave don Oscar Comajuan, que una noche fue a probar ese chivito y no tardó en decirle lo que pensaba. «Espectacular. En el hotel no nos salen como a vos. Siempre alguno se queja de que está duro, está frío, está pasado, le falta… No los vamos a hacer más. Les voy a recomendar a los turistas que vengan a comerlos acá«, le dijo.
Hoy, más de 20.000 chivitos después, desde el 2019 es parte de la movida invernal que incluye ir en moto de nieve, baño termal y almuerzo con ese delicia regional, que podrá reiniciarse a partir del 15 de agosto solo para los 700 residentes de Caviahue y los poco más de 6.000 de Loncopué después del parate obligado por la pandemia.
Como todos, espera que no pase demasiado tiempo para que esta pesadilla quede atrás y puedan llegar también desde el resto de la región. ¿Cuánto cuesta la excursión? $ 3.500 y si los clientes llegan solos (otras empresas ofrecen el traslado), el tenedor libre de chivito con ensalada o fritas vale $ 1200.
“Solo este lugar permite unir nieve, esquí y termas. Y en el verano, las 1800 plazas de Caviahue se suman a las 2.000 de Copahue. Por eso digo que es un solo destino. El sueño de mi vida es que la gente venga a Copahue en invierno y vea esta maravilla tapada por la nieve”, dice Nito y se despide para llevar a los técnicos de Optic a ajustar la conexión a Internet de la villa termal, el destacamento de Gendarmería y del Ejército. Se les dañó una cubierta de la camioneta al ponerle la oruga y no tenían cómo ir. Así que se ofreció a trasladarlos en sus dos motos de nieve para unir Caviahue con Copahue, la rutina más hermosa desde que llegó a este paraíso con dos nombres y un destino en común.
Más fotos, videos y contacto: https://www.facebook.com/nitoparrilla
Agradecemos por las imágenes a Drone Caviahue Copahue.
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Cuando decidió ir a probar suerte a Caviahue tenía 23 años y un futuro por construir en esa maravilla de la cordillera neuquina donde todo estaba por hacerse. Corría 1984 y en la pequeña aldea de cara a un lago azul y con un volcán humeante detrás, con Chile ahí nomás y cerros cubiertos de nieve entre araucarias y cascadas, solo había 22 habitantes y un teléfono fijo en la oficina de Termas, donde le dejaban mensajes.
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