El último emperador

No es necesario consultar a Alberdi, Montesquieu o Jefferson para convencerse de que durante los dos últimos mandatos nuestra forma de gobierno se ha asemejado más al modelo imperial que al republicano. Esa fascinante noción de creer que el verbo gobernar significa mandar es un concepto machista, ya sea una arquitecta egipcia o un futbolista feminista quien gobierne. Pero, por sobre todas las cosas es un modelo ineficiente y retrógrado. Luego de cumplir años viendo el extraño experimento argentino en búsqueda de un salvador, líder, o equipo estrella para sacar al país del pozo, he llegado a concluir que el poder genera engreimiento en quien lo ejerce. Para el próximo mandato presidencial sugeriría publicar un aviso de empleo en Japón o Alemania solicitando un “sirviente público” a sueldo capaz de ejercer la presidencia temporaria de la República Argentina para efectuar la ardua labor de coordinar la pluralidad de actividades que llevan al funcionamiento de una democracia en la que las decisiones de fondo se toman por consenso. Y aclararía que esta persona prodría mantener el trabajo únicamente mientras se desempeñara de acuerdo a las pautas acordadas. Leonardo Peusner DNI 57.1871


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