Una producción en familia

Desde Potosí hasta Paso Piedra, en Choele Choel, la historia de la familia Estrada Laime está atravesada por la producción de frutas y verduras. Epifanio, el hombre a cargo de la chacra que cubre un amplio margen con sus cosechas, relata su experiencia en la región.

Epifanio Estrada Laime nació en la provincia de Potosí, Bolivia. Siendo apenas un niño ya seguía los pasos de su padre, y con sus manitos sostenía un diminuto canasto de mimbre, con el cual jugaba “a cosechar”. Y aunque solo se trataba de un juego, con el que se divertía sacando unos pocos tomates, esa acción marcó una conducta y también un camino en su vida. No solo se trataba de un divertido pasatiempo de niño: para Epifanio, significaba también un lazo afectivo, porque cuando terminaba era momento de la alzada a upa en los brazos de su padre.


En la actualidad, Estrada Laime tiene 34 años y produce una amplia variedad de las más atractivas y sabrosas hortalizas, cultivadas y producidas en el corazón del Valle Medio. “La producción la comercializamos en diferentes verdulerías, en las ferias de Choele y Luis Beltrán, y una parte también va al Mercado Central de Buenos Aires”, cuenta Epifanio a RÍO NEGRO.

Laime recuerda que llegó a Argentina a los 12 años de la mano de su papá, quien buscaba nuevos rumbos laborales para su familia, compuesta también por ocho hermanos. La decisión fue tomada en parte por el conocimiento del lugar: durante años anteriores, su padre visitaba el país para realizar las temporadas de cosecha de diferentes producciones, y siempre valoraba las grandes posibilidades de trabajo que se le presentaban.

Allá por 1999, la familia visitó la zona de Valle Azul y se instaló por un tiempo. Por aquellos años, Epifanio ya incursionaba entre medio de los surcos pronunciados de tierra. Manos ásperas, ajadas y sucias de arena y barro -y alguna que otra ampolla- eran resultado de un día de trabajo a pura pala. “Crecí aprendiendo el trabajo de la tierra, ayudando en época de cosecha, no sin antes tener la dicha de plantar las semillas y ver como esas plantas pronto darían sus frutos”, recuerda orgulloso el muchacho.

Ya en 2001, los Estrada Laime se trasladaron a Choele Choel, el paraíso de Valle Medio. Recién en la actualidad pudieron comprar una chacra de 6 hectáreas, que cuenta con un pequeño invernadero de casi media hectárea para cultivar especies durante todo el año. Sin embargo, la mayoría de la producción es a campo abierto, y allí la situación cambia bastante porque se depende del acompañamiento del clima para lograr una buena producción. “Mi padre venía a trabajar de peón a plantar tomate para la fábrica”, relata Laime.

El invernadero, que se utiliza como alternativa para algunas especies que en campo abierto no funcionan.


Epifanio suele dejar en claro que todo el conocimiento le fue infundado por su progenitor, que supo calar profundo con aquellas enseñanzas diarias. En esa formación, el hijo también aprendió que el manejo de la tierra y su producción no era tarea fácil, y le quedó muy en claro que todo está basado en el sacrifico y constancia, sin olvidar el concepto fundamental que su padre le marcó: no bajar los brazos.

Esta historia de sacrificio incluye a toda la familia, que trabajó muy duro. “Al terminar la primaria, decidí ayudar a mi padre a trabajar la tierra. Ya con 15 años, con papá decidimos plantar tomate para la Campagnola donde alquilábamos la chacra”, cuenta; y agrega que “cultivamos desde el 2007 hasta 2016, pero el precio de costo había empezado a subir mucho y la producción no era segura por el tema climático. La piedra venía de golpe y se llevaba toda la producción, por eso dejamos y empezamos a producir cebolla, zapallo -todo tipo de variedades- y también hortalizas”.

Hoy, la chacra cuenta con 6 hectáreas y está ubicada en la zona de Paso Piedra, Choele Choel. “Todo el cultivo se encuentra a campo abierto, y tengo un pequeño invernadero que me permite obtener verduras todo el tiempo”, asegura Estrada. Añade que “en agosto se planta tomate redondo para cosechar a partir del 22 de noviembre, y en el caso del tomate Cherry se da hasta el 20 de enero. En cuanto a los morrones, por ejemplo, se plantan en agosto y se cosechan cerca del 5 de diciembre”. Por último, comenta que “la espinaca y lechuga se termina de cosechar cada 20 de julio, e inmediatamente se le agrega guano orgánico a la tierra para que no se debilite”. Claro, no es la única función de ese guano: también ayuda para prevenir enfermedades, ataques de insectos y malezas.

Epifanio formó su familia desde muy joven, a los 21 años, con María Camacho Aricoma. Hoy tienen tres hijos de dos años y medio, 10 y 13. “Trabajamos en familia y producimos todo tipo de hortalizas; pero hoy en día cuesta más, porque todos los insumos están cotizados a precio dólar. Así ocurre con las semillas, los fertilizantes, insecticidas y demás”, especifica Estrada.

La familia Estrada Laime. Todos forman parte de este proceso productivo.


El productor hizo referencia a los valores cotizados en precio dólar, y es pertinente repasar algunos ejemplos: una bandeja de plantines de tomates está de $5.000 a $6.500 las 200 plantas, que mientras acompañe el clima, vale la pena llevar adelante. Ellos trabajan el tomate redondo, cherry y perita.

También se cultiva morrón, choclo, zapallo, papa, berenjena, zanahoria, lechuga, acelga, perejil, cilantro, melón, sandía y hasta fruta de carozo como cereza, durazno, pelón y ciruela. “Mandamos a la fábrica de plantines a producir las semillas, que siempre cuestan más caras, pero a la vez es más segura la totalidad de la producción. Por ejemplo, las 200 semillas de morrón híbrido salen alrededor de $5.000”, comenta.

La rutina cotidiana de Laime arranca al amanecer, con los primeros vestigios de sol. Sobre la mesa lo espera el café caliente, para luego hechar a mano cavadoras, hachas, machetes, rastrillos, picos y palas; y rumbear hacia los cultivos junto con su grupo de gente que también trabaja la tierra. El silencio de la mañana es interrumpido por una ruidosa bandada de loros, que sorprende su vuelo planeador en forma de V y que giran en U hasta perderse en el cielo.

A veces, según el día, algunas nubes regalan un leve descanso de los azotes del calor sobre las espaldas de los trabajadores. El sol de las 12 se hace sentir, y mucho. Solo se realiza un leve descanso para almorzar, pues se debe seguir hasta que se esconda la tarde, momento que marca el final de la jornada. “En tiempo de cosecha y atenciones de los cultivos, no se permiten descuidos”, dice Estrada. Y eso se refleja en su gran trabajo.


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