En la piel de los brigadistas de incendios forestales

Cómo se prepara, piensa y actúa un trabajador que combate el fuego. La pasión se suma al profesionalismo que es destacado en el país y en el exterior.

La estadística del Splif revela que el número de incendios forestales y de superficie quemada en Bariloche y alrededores se reduce año tras año.

Además del equipamiento y la organización alcanzada por ese servicio provincial, las causas de ese resultado hay que buscarlas también en la capacidad creciente de los brigadistas, cuyo profesionalismo es reconocido a nivel nacional y fue tomado como ejemplo en otros países.

El conocimiento técnico tiene mucho que ver, pero según subrayó Leandro Valerio (jefe de brigada ) también pesa el trabajo en grupo y la vocación de los bomberos.

Y lo ejemplificó con su caso personal. Es oriundo de Comodoro Rivadavia, “donde no hay árboles” y se interesó por entrar al Splif a los 18 años, cuando buscaba un trabajo estable y se enteró de una convocatoria de aspirantes. Hoy tiene 33 y para él el combate de incendios de bosques y pastizales es “una pasión”, que no cambia por nada.

Nos dicen que tardamos mucho o que llegamos sin agua, pero hemos salvado viviendas y ya nos tratan mejor».

señalan desde Splif.

Con algunos años menos, Franco Fausto también habló de “enamoramiento” y se ve como brigadista de incendios por el resto de su vida laboral. Fausto es de Bariloche, también ingresó a los 18 (hace 7 años) luego de pasar una selección exigente en la que quedaron 25 de los 68 inscriptos.

La vida de los brigadistas está hoy mejor organizada y remunerada que en los años 90, cuando el Splif se conformó de urgencia ante la sucesión de varios incendios devastadores que arrasaron miles de hectáreas en el cerro Otto, el área Catedral, el valle de Challhuaco y los alrededores de Dina Huapi.

Ante un llamado, los brigadistas corren para llegar a tiempo ante el siniestro. Foto: Alfredo Leiva

Hoy las cifras son muy distintas. Las superficies afectadas ya no se miden en miles de hectáreas sino en metros cuadrados y también la cantidad de focos se redujo en forma drástica. En la actual temporada, hasta el 15 de febrero se habían registrado 156 intervenciones. El año anterior fueron más del doble: 324.

Las condiciones topográficas, la meteorología, el tipo de vegetación y los medios a emplear son aspectos clave en el combate de un incendio y temas recurrentes en la formación de los brigadistas.

Entré sin conocer nada, con un sueldo bajísimo, pero terminé enamorándome. Hasta que me dé el cuerpo voy a seguir, y después también».

Franco Fausto, brigadista.

Valerio dijo que deben observar todo, tener en cuenta cada detalle y tomar decisiones con rapidez. “Una vez que estás en el incendio la adrenalina te puede, pero hay que evitar riesgos inútiles”, señaló.

Años atrás el Splif en sus operativos solía concentrarse sobre la “cabeza” de los incendios. Hoy las nuevas técnicas consisten en atacar por la cola y por los flancos.

Fausto dijo que la preparación actual que tienen es mucho mejor que hace 20 años, cuando “iban a palear en alpargatas”.

Otro cambio decisivo fueron los avances logrados en ataque rápido y “detección temprana”. Ya no ocurre más que un incendio arda varias horas hasta que se recibe la alarma. Es cuestión de minutos. La generalización de los celulares, los llamados al 911 y el monitoreo por videocámaras (del municipio y dos del propio organismo en Catedral y Campanario) son los principales factores del cambio.

Leandro Valerio y Franco Fausto, brigadistas de Splif. Foto: Alfredo Leiva

Causas humanas

Un factor que está siempre en boca de los brigadistas es el “índice de peligrosidad”. Cuando las condiciones de temperatura, viento y sequía son extremas, los móviles salen de la base ubicada en el camino a Catedral para hacer guardia en el terreno y llegar con más rapidez ante cualquier eventualidad.

A pesar de las campañas de prevención que se realizan todo el año, los incendios forestales en zonas periurbanas siguen siendo de origen humano, por inconsciencia, por quemas no autorizadas o directamente por acción intencional.

Fausto dijo que en algunos barrios de Bariloche es notorio que “la gente quema a propósito” para verlos trabajar, en especial ahora que cuentan con apoyo de avioneta y helicóptero. “En algunos incendios no hay casi nadie y en otros se ve muy claro que la gente se junta para ver y para filmar”, aseguró. Admitió que los más difíciles son justamente los incendios de “interfase”, es decir cuando el fuego afecta vegetación pero puede extenderse sobre viviendas u otras estructuras.

Muy distintas son las exigencias en un incendio de bosque, donde suele haber fuertes pendientes y faltan caminos de acceso, para lo que es importante la preparación física.

Fausto dijo que a pesar de los incendios intencionales, la cantidad baja también porque “hay más conciencia” y los chicos de escuela primaria “saben la importancia de apagar un fogón y se lo transmiten a los padres”.

El Splif tiene buenos resultados para mostrar

El indicador saliente de los informes del Splif es la cantidad de focos o “intervenciones”, que baja año tras año. Hace cinco años se contaban a razón de 600 por temporada. El año pasado entre el 1 de octubre y el 15 de febrero las intervenciones fueron 324 y este año bajó a 156.

La superficie quemada no sigue la misma parábola descendente. Aunque la gran mayoría de los focos no superan los 5.000 metros cuadrados, este año subió el número absoluto a 105 hectáreas, cuando el año pasado fueron 72. Pero el 92% de la superficie quemada en febrero fue en un solo incendio, registrado en Villa Llanquín, otro 3% en un incendio en el cerro Leones y el restante 5% se reparte en otras 30 intervenciones. Un factor que ayudó fueron las precipitaciones inusuales de enero, que contribuyeron.

Varios déficits y una señal de alerta

Aunque la respuesta del Splif mejoró en el último tiempo, según los propios brigadistas la cantidad de personal no cumple con el ideal. Hoy son 60 y deberían ser entre 80 y 100. También indicaron que algunos con capacitación para ir al terreno se ocupan de tareas pasivas en los que no son aprovechados.

La estructura trabaja al límite porque hace dos años que no se contratan temporarios.

Otro déficit tiene que ver con la presencia de mujeres, solo hay una brigadista y la jefa.

En relación al equipamiento, cuentan con móviles suficientes pero “tal vez ayudaría tener una máquina topadora”, para emplearla en líneas de contención.


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