Entre laberintos, senderos y ciencia

El físico Alberto Rojo, egresado del Balseiro, presentó su libro “Borges y la física cuántica”.

Redacción

Por Redacción

El título sueña extraño, sí. Pero claro, tratándose de Jorge Luis Borges las posibilidades de relacionarlo con lo menos imaginable desde la literatura se desgranan en todas las direcciones. Porque, como sentencia James Woodall –uno de sus más prolijos biógrafos–, la imaginación de Jorge Luis Borges ha ido por lugares que creemos conocer pero en realidad conocemos muy poco. “Fue un maestro del ocultamiento, de manera que si en sus cuentos tenía que elegir entre la elucidación y el enigma, invariablemente se decidía por esto último”. Nacido en Tucumán, egresado en Física en el Instituto Balseiro, investigador de la Universidad de Chicago, profesor en la Oakland, músico y con tres discos grabados con Mercedes Sosa en su haber, Alberto Rojo rastrilló la literatura de Jorge Luis Borges con tenacidad de carbonero y talento de jesuita. Y así nació “Borges y la física cuántica” (Siglo XXI). Anteayer lo presentó en la Feria del Libro. Es un trabajo intensamente formativo que de lleno incrusta al lector en el apasionante mundo de la física, de sus leyes, de su lectura de la realidad de los compromisos que nos sostienen como materia. Y es, además, un trabajo que alimenta la curiosidad sin dar descanso nada más que para seguir reproduciendo curiosidad. Sí, no es un libro “para un tirón”. Para ese tipo de lectura profunda de un contenido seductor alienta el ir e ir por más páginas. La seducción de “Borges y la física cuántica” está en otro plano. Está en las mil relaciones que de la mano de Alberto Rojo se establecen entre el arte y la ciencia. Y ésa es la propuesta madre de este joven físico formado en Bariloche. La define sin demora, sin dejar pasar mucha tinta. Dice: “Hay una región donde conviven el qué con el cómo, lo real con lo imaginario, el arte con la ciencia. No la entiendo como una región de antagonismos sino como un abrevadero común, una zona franca, un territorio de intercambios conceptuales, de mutua fertilización”. “Hablo de antagonismos porque se dice y se escucha que el arte y la ciencia son alternativas antagónicas en la búsqueda de la verdad, que la ciencia y la literatura sirven a dos divinidades contrarias: la inteligencia y las emociones. El fundamento: el escritor se ocupa de conmovernos con sus mundos imaginados; el científico, de descifrar el mundo real”. “Sin embargo, las grandes obras literarias no son sino miradas profundas sobre la realidad y los grandes avances científicos redefinen los límites de la imaginación. Y en ese entrejuego creativo se complementan y se encuentran”. En esta negación de antagonismos entre ciencia y arte es que Alberto Rojo coloca en escena la literatura, fundamentalmente su poesía, de Jorge Luis Borges. Rojo sostiene –por caso– que con “El jardín de los senderos que se bifurcan” presenta soluciones a problemas de la física cuántica a las que recién se está acercando. Fundamentando con un manejo prudente de argumentos y dejándose espacio para no caer en sentencias excluyentes, Rojo deja claro que la gravitación de Borges sobre la ciencia no se agota en mera ficción. Sino ficción que se adelanta, en el tiempo, claro, a una formulación científica. Una posibilidad que, a juzgar de Rojo, comparten Borges y Dante Alighieri.

Carlos Torrengo carlostorrengo@hotmail.com

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