Era chofer de ambulancia, murió tras contagiarse de Covid y su familia fue escrachada en Río Colorado

La intolerancia ante los primeros casos en esta dramática historia: Roberto Caravajal murió el 10 de septiembre del 2020 y su familia fue insultada en las redes y juntaron firmas para que se fueran del barrio. Su mujer, Alejandra, ahora maneja un taxi y es una de las pocas que acepta llevar pasajeros contagiados. "Lo que vivimos no se lo deseo a nadie", dice.

La familia Caravajal fue una de las primeras de Río Colorado que a mediados del 2020 presentó casos positivos de coronavirus en la localidad. Además del inmenso dolor por el fallecimiento de un integrante del grupo familiar, sufrió escraches en redes sociales, amenazas, denuncias e insultos: los acusaban de ser los responsables de “traer” el virus a la zona.

Hasta el mes de abril, la Comarca de Río Colorado y la Adela se había mantenido sin contagios hasta que se detectó en Colonia Juliá y Echarren a una mujer de 87 años que había llegado desde el Alto Valle con Covid-19. La señora estuvo internada en el hospital local hasta que se recuperó, aunque días más tarde falleció.

Roberto Caravajal en la ambulancia.


Desde esa fecha y por algunos meses, los primeros infectados fueron víctimas de feroces ataques con la utilización de distintas plataformas virtuales y fotos para los escraches. Varios casos llegaron hasta la Justicia.

Con el correr del tiempo, para evitar pasar por las mismas situaciones tan desagradables, otros habitantes de la ciudad decidían “avisar” en las redes sociales que estaban contagiados y que se encontraban aislados.

Roberto Carlos Caravajal tenía 47 años y se desempeñaba como chofer de ambulancia en una empresa de servicios privado de Río Colorado. El 18 de agosto luego de regresar de uno de los tantos viajes de trabajo de Bahía Blanca, presentó los primeros síntomas. Fue a la guardia del hospital, donde no lo hisoparon y solo lo medicaron por la fiebre. Lo mandaron a su casa con su esposa Alejandra Loza y su hija Tamara de 9 años.

Durante ese fin de semana se sumaron otros síntomas y por su propia voluntad decidió pedir una ambulancia para ir hasta el hospital, donde quedó internado. Cuatro días más tarde, con un cuadro clínico de sobrepeso y asma, su estado se fue agravando y debió ser trasladado a Bahía Blanca, donde el 10 de septiembre falleció.

Roberto Caravajal con sus tres hijos el último Día del Padre.

Desde el primer momento Alejandra y su hija se habían aislado en forma preventiva junto a Roberto, aunque los síntomas que padecieron señalan que también se había contagiado de Covid-19.

Cuando el hombre estaba en observación y se confirmó en forma oficial que tenia coronavirus, comenzaron a circular por las redes todo tipo de versiones sobre dónde habría estado, con supuestos grupos de personas, en supuestas fiestas, entre otras.


Las versiones no tardaron en llegar a oídos de Alejandra, que estaba luchando por su salud, la de su esposo, como la de otros familiares que posteriormente fueron positivos. Sumado al desconocimiento que reinaba sobre la realidad de la pandemia, también debió enfrentar la angustia de los escraches.


“Fueron semanas horribles para toda la familia, momentos muy duros, estar recibiendo audios o mensajes agresivos o cosas que eran mentiras, pero la gente hablaba o escribía sin saber”, recuerda la mujer al borde de las lágrimas.


“Los vecinos no me dejaban salir afuera a buscar la mercadería que me llevaban mis familiares, no podía salir al patio a darle de comer a mi perro. Cada vez que salía recibía amenazas. Me denunciaban a la policía, que venía a casa para decirme que no podía salir de adentro de casa, que tenía que estar encerrada. Habían levantado firmas para echarnos del pueblo. Fueron momentos difíciles que no se los deseo a nadie”, agrega.

“Estaba sola con la nena encerrada y mi cabeza a mil, mi marido internado en Bahía Blanca, otros familiares también con Covid-19 y también al mismo tiempo soportar los escraches y todo tipo de insultos, la verdad la pasamos muy mal,” recuerda Alejandra. Después de 20 días de encierro tuvo miedo de salir, inclusive mantuvo esa misma sensación por mucho tiempo más.

Alejandra Loza desde hace unos meses maneja un taxi para sostener la economía familiar.

A casi de un año del fallecimiento de Roberto (dos días antes del cumpleaños de su hija Tamara), la mujer que se desempeñaba como artesana, al no tener ninguna ayuda económica, ni pensión, tuvo que salir a buscar trabajo y desde hace unos meses maneja un taxi en el que pasa gran parte del día de servicio para conseguir el dinero necesario para sostener a su familia.

También es parte de un pequeño grupo que decidió hacer servicios trasladando a personas con síntomas o contagiadas de Covid-19, a las que también les brinda información basada en su experiencia para sobrellevar el tiempo de aislamiento.

A pesar de esos momentos complicados en los que Alejandra llegó acumular mucho dolor y de que tenía a muchas personas identificadas que habían actuado en su contra, no fue a la Justicia. “En un primer momento tuve intenciones, pero luego reflexioné que si yo llegaba a proceder así varios hubieran perdido hasta el trabajo”, señala.

“También agradezco infinitamente a quienes ayudaron y a quienes me siguen ayudando. Que Dios los bendiga. Y que todos podamos tomar conciencia que con este virus no se jode y nos puede tocar a todos.”


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