Río Negro y las 100.000 muertes: salud, economía y una riesgosa apuesta final

Carreras y su gabinete intentaron hacer equilibrio entre esos dos polos. No siempre pudieron lograrlo y muchas veces por errores no forzados.

Hay más de 2.100 vidas rionegrinas entre las 100.000 pérdidas que lamenta la Argentina desde el inicio de la pandemia por covid-19. Y 15 meses después de la primera muerte, en la provincia nunca se agotó el debate sobre la defensa más importante que debía hacer el gobierno: salud o economía.

Arabela Carreras y los principales funcionarios de su gabinete intentaron hacer equilibrio entre esos dos polos. No siempre pudieron lograrlo, porque la impredecible marcha del coronavirus impuso instancias de ensayo y error, pero también porque en más de una oportunidad esos errores fueron no forzados.

El gobierno rionegrino navegó primero por la incertidumbre propia de quien no tiene referencia política directa nacional.

Hasta que tuvo certezas sobre el tratamiento igualitario para la distribución de recursos, la administración provincial buscó construir su propio camino.

Fue el tiempo en el que se compraron respiradores en el exterior, a través de un importador que luego no pudo cumplir en tiempo y forma con los requisitos formales de la Anmat. Cuando eso ocurrió y los equipos ingresaron a Río Negro, la primera ola ya había golpeado.

Ahora bien, la disponibilidad temprana de esos insumos tampoco representaba una garantía de capacidad de respuesta ante el pico de contagios, internaciones y saturación de las terapias intensivas.

El Ministerio de Salud de la provincia exhibió como punto fuerte de su estrategia la incorporación de recursos humanos, pero la realidad mostró en septiembre pasado que no fueron suficientes.

Cuando el sistema sanitario llevaba varias semanas “estresado”, finalmente se gestionó ante Nación el envío desde Buenos Aires de equipos profesionales para colaborar con los médicos y enfermeros de los hospitales del Alto Valle.

No hay dudas de que esa medida sirvió para atenuar la huella de la pandemia en los cuerpos y mentes de los trabajadores de la salud.

El problema fue que la otra gran ayuda para el personal sanitario nunca llegó.

Hacia el tercer trimestre del 2020 las medidas para evitar la circulación dentro de la provincia estaban con signos evidentes de debilidad. El ritmo de las ciudades en septiembre y octubre se acercó mucho al que existía antes de la cuarentena. Y tal como lo habían advertido epidemiólogos, la consecuencia fue una mayor velocidad en el ritmo de contagios, que generaron hacia finales de octubre y principios de noviembre las semanas del año pasado con mayor cantidad de muertes en la provincia.

¿No pudo o no quiso el gobierno rionegrino regular la actividad económica para aportar a la descompresión de hospitales y centros privados de internación?

En principio, no pudo o no supo cómo hacerlo. El temeroso anuncio de regreso a Fase 1, el domingo 23 de agosto, con las inmediatas protestas en diferentes ciudades, aparece en el recuerdo como uno de los puntos más bajos en el nivel de confianza entre el gobierno y la comunidad rionegrina.

Y luego de ese fracaso, ya no se intentó volver a hacerlo. Noviembre trajo la decisión de abrir las puertas al turismo y a pesar del pico de contagios y muertes de la primera semana de enero (la verdadera segunda ola en la provincia), no hubo nuevas estrategias focalizadas en bajar el ritmo de circulación para que los casos positivos no aumentaran en forma acelerada.

Las restricciones rígidas volvieron recién en mayo del 2021, pero por imposición nacional. Esa semana que fue desde el 30 de mayo al 5 de junio fue cuando más vidas rionegrinas se perdieron en toda la pandemia: 118.

Con ese contexto, el gobierno provincial cumplió con los requerimientos de la Casa Rosada. Pero ni bien apareció la oportunidad, se regresó al sendero anterior.

Habrá turismo de invierno y para favorecer ese movimiento, se adelantó y extendió el receso escolar, algo desaconsejado por los expertos que asesoran al gobierno nacional.

Una apuesta de riesgo, atada al avance de un plan de vacunación que recién en el último mes tomó impulso y que todavía no cubrió con dos dosis a la mayoría de la población.

Claro que gobernar sin ingresos también es un riesgo. Y ante esos dos peligros, la gestión provincial se aferró a la economía y a su suerte, esperando un septiembre distinto por obra y gracia de los cuidados individuales y de las dosis que reparta Nación.


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