“Escuchemos a Einstein”

Hace unos días –verdad digo y no miento– que mi corazón palpita al ritmo de nuestra sociedad: agitado, convulsionado, sustancialmente ansioso. Sucede que las decisiones políticas, tomadas por un reducto de mentes ávidas de perpetuarse en el poder, con instantaneidad inusitada se proclaman por todos los medios, teniendo inmediato asidero, sin reflexión, sin ser sostenibles, sustentables o viables. Leyendo a este destacado científico no sólo en el campo técnico sino en lo ético de la técnica (pues la técnica de la ética podemos diferenciarla, conceptualmente, en que la técnica explica cómo fabricar tal o cual instrumento y la ética el para qué o los fines de esa acción; la mejor manera de graficarlo es recordar cuando a Einstein le preguntaron sobre un arma que pudiera contrarrestar la bomba atómica: él presento el arma más poderosa: “la paz”), él expresa: “Mi ideal político es el democrático, cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”. Entonces, cuando observo estos anuncios y fantasiosos actos proselitistas que para nada contribuyen a la armonía de nuestra sociedad sino que nos distancian, vuelvo a leer y escucho a Einstein decirme: “Cada día sabemos más y entendemos menos”. Es que no recordamos o desconocemos la historia de aquel general al que le placía llenar la plaza para cualquier tipo de anuncio, profundizando la brecha entre unos y otros, los hijos y los vecinos. “La libertad política –nos recuerda Einstein– implica la libertad de expresar la opinión política que uno tenga, oralmente o por escrito, y un respeto tolerante hacia cualquier otra opinión individual”, pero en mi sociedad el distinto se torna enemigo, traidor, miente, y observamos cómo el derecho se tuerce por los pasillos de la Justicia; ahora condenamos al juez que firmó una orden de allanamiento a un ciudadano con un cargo de vicepresidente, pero no es verdad entonces que la Justicia sea para todos. Con angustia descubro que jamás podré disfrutar en mi sociedad del derecho, si no somos tratados con igualdad ante la ley. Observo pasmado la invasión a los medios de comunicación, el uso discrecional de nuestras reservas, el sistema dedocrático para la administración sin que la capacitación y el conocimiento sean condición excluyente, sólo se requiere ser obsecuente y obediente incondicional al capricho de turno y eso garantiza la continuidad y los premios, que vertiginosamente lo hacen cambiar de estatus y estrato social, pasando de un instante a otro, con la simple condición de no ser un agente pensante, a la repugnante lascivia de ser un intocable con la garantía de que todo un aparato lo protegerá. Continúo leyendo y cada palabra por él pronunciada me da la sensación de que es de vanguardia, está observando mi sociedad proyectivamente y me advierte: “La vida es muy peligrosa, no por las personas que hacen el mal sino por las que se sientan a ver lo que pasa”. En el Congreso de mi Nación casi todos miran, pocos son los que observan, menos aún los que ven la realidad; el totalitarismo que se apodera a pasos agigantados, avasallando todos los espacios institucionales, modificando cada artículo en pro de beneficios egoístas, nuestro Banco Central, los subsidios millonarios sin control alguno, la intervención en directorios de empresas, la concesión de contratos para la impresión de billetes anulando al órgano oficial que es la Casa de la Moneda y ahora, de manera imperceptible, silenciosa como las serpientes, la loca y obscena idea de modificar nuestra Constitución, nuestra ley suprema a fin de seguir los pasos obsoletos del chavismo para perpetuarse en el poder, todo en nombre de nuestra ajetreada y maltratada democracia. A través de mi escrito pretendo honrar las palabras de Albert Einstein: “Intenta no volverte un hombre de éxito sino volverte un hombre de valor”. Marcelo Francisco Grill DNI 20.675.828 Neuquén


Hace unos días –verdad digo y no miento– que mi corazón palpita al ritmo de nuestra sociedad: agitado, convulsionado, sustancialmente ansioso. Sucede que las decisiones políticas, tomadas por un reducto de mentes ávidas de perpetuarse en el poder, con instantaneidad inusitada se proclaman por todos los medios, teniendo inmediato asidero, sin reflexión, sin ser sostenibles, sustentables o viables. Leyendo a este destacado científico no sólo en el campo técnico sino en lo ético de la técnica (pues la técnica de la ética podemos diferenciarla, conceptualmente, en que la técnica explica cómo fabricar tal o cual instrumento y la ética el para qué o los fines de esa acción; la mejor manera de graficarlo es recordar cuando a Einstein le preguntaron sobre un arma que pudiera contrarrestar la bomba atómica: él presento el arma más poderosa: “la paz”), él expresa: “Mi ideal político es el democrático, cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”. Entonces, cuando observo estos anuncios y fantasiosos actos proselitistas que para nada contribuyen a la armonía de nuestra sociedad sino que nos distancian, vuelvo a leer y escucho a Einstein decirme: “Cada día sabemos más y entendemos menos”. Es que no recordamos o desconocemos la historia de aquel general al que le placía llenar la plaza para cualquier tipo de anuncio, profundizando la brecha entre unos y otros, los hijos y los vecinos. “La libertad política –nos recuerda Einstein– implica la libertad de expresar la opinión política que uno tenga, oralmente o por escrito, y un respeto tolerante hacia cualquier otra opinión individual”, pero en mi sociedad el distinto se torna enemigo, traidor, miente, y observamos cómo el derecho se tuerce por los pasillos de la Justicia; ahora condenamos al juez que firmó una orden de allanamiento a un ciudadano con un cargo de vicepresidente, pero no es verdad entonces que la Justicia sea para todos. Con angustia descubro que jamás podré disfrutar en mi sociedad del derecho, si no somos tratados con igualdad ante la ley. Observo pasmado la invasión a los medios de comunicación, el uso discrecional de nuestras reservas, el sistema dedocrático para la administración sin que la capacitación y el conocimiento sean condición excluyente, sólo se requiere ser obsecuente y obediente incondicional al capricho de turno y eso garantiza la continuidad y los premios, que vertiginosamente lo hacen cambiar de estatus y estrato social, pasando de un instante a otro, con la simple condición de no ser un agente pensante, a la repugnante lascivia de ser un intocable con la garantía de que todo un aparato lo protegerá. Continúo leyendo y cada palabra por él pronunciada me da la sensación de que es de vanguardia, está observando mi sociedad proyectivamente y me advierte: “La vida es muy peligrosa, no por las personas que hacen el mal sino por las que se sientan a ver lo que pasa”. En el Congreso de mi Nación casi todos miran, pocos son los que observan, menos aún los que ven la realidad; el totalitarismo que se apodera a pasos agigantados, avasallando todos los espacios institucionales, modificando cada artículo en pro de beneficios egoístas, nuestro Banco Central, los subsidios millonarios sin control alguno, la intervención en directorios de empresas, la concesión de contratos para la impresión de billetes anulando al órgano oficial que es la Casa de la Moneda y ahora, de manera imperceptible, silenciosa como las serpientes, la loca y obscena idea de modificar nuestra Constitución, nuestra ley suprema a fin de seguir los pasos obsoletos del chavismo para perpetuarse en el poder, todo en nombre de nuestra ajetreada y maltratada democracia. A través de mi escrito pretendo honrar las palabras de Albert Einstein: “Intenta no volverte un hombre de éxito sino volverte un hombre de valor”. Marcelo Francisco Grill DNI 20.675.828 Neuquén

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