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Escuchemos las voces de las mujeres afganas

Gayle Tzemach Lemmon *


Hay mucha culpa que repartir, hay mucho tiempo para diseccionar los errores y las políticas fallidas. Sin embargo, el tiempo se agota para las niñas y mujeres afganas.


Una maestra afgana con Burka, dialoga con reproteros en Afganistán. (AP Photo/Rahmat Gul, File)

Mientras los talibanes toman el control de Afganistán después de dos décadas, millones de niñas y mujeres afganas tienen miedo y se preguntan qué les deparará el futuro. Habían apostado por una vida cuyos destinos estarían vinculados a los de Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero esos vínculos han sido cortados de forma repentina. La comunidad internacional está haciéndose la vista gorda justo en el momento en que estas mujeres buscan desesperadamente una ayuda vital.

He pasado años escribiendo sobre el liderazgo de las mujeres afganas en el movimiento para que sus voces sean escuchadas. Me refiero a niñas que aprenden a programar, mujeres que inician negocios, chicas que sueñan con convertirse en ingenieras, abogadas y maestras, entre otras. Sus historias, repletas de fortaleza y esperanza, ahora corren el peligro de ser aplastadas por los talibanes, como sucedió con tantas cuando los talibanes gobernaron la última vez.

Los mensajes que he recibido en los últimos días han sido desgarradores. A continuación, una muestra de algunos de ellos. He omitido las identidades de las mujeres debido al peligro que sienten en la actualidad, en la que los testimonios sobre la violencia talibán contra las niñas y mujeres están resurgiendo.

De una activista comunitaria: “Acabo de recibir una llamada aconsejándome salir inmediatamente de Kabul con mi familia. El gobierno me llamó y me dijo que estaba en la mira y por ende, corría peligro. ¿Qué debo hacer con mi familia? Mi país se está cayendo en pedazos. No sé qué hacer con mi familia”.

De una mujer de unos 20 años en Kabul: “Como sabes, la situación de seguridad en Afganistán se deteriora día a día y estamos muy preocupadas y ansiosas. Mi hermana y yo… estamos preocupadas por nuestras vidas. Estamos en una situación muy peligrosa. Alguna vez me comentaste que si quería ir a Estados Unidos a estudiar podrías ayudarme… en esta horrible situación, si pudieras ayudarnos sería una enorme amabilidad y grandeza de tu parte. Espero tu respuesta”.

De una estudiante de secundaria que logró huir por la frontera, sola, para escapar de las amenazas de los talibanes, pero teme por sus padres: “No te puedes ni imaginar lo peligrosos que han sido estos últimos días… Tenemos mucho miedo porque estamos solas y no tenemos a nadie, y estamos muy nerviosas por nuestras familias, hemos estado llorando todo el día, sin saber qué hacer con nuestras familias. Solo le pedimos a la gente que nos ayude”.

Una mujer joven que conozco fue a visitar algunos campamentos improvisados en parques de Kabul llenos de miles de familias que ya habían huido de los ataques talibanes en el norte de Afganistán. Las familias están sentadas, ofuscadas, esperando lo que venga. Me compartió algo que le dijo una joven:

“Las jóvenes que tenían deberes fuera de la casa corren mayor riesgo, porque los talibanes las reconocen y luego las castigan. Te preguntan que qué haces trabajando fuera de tu casa si eres musulmana… Mi hermana y yo tenemos miedo por nosotras y por nuestra familia, hemos trabajado por muchos años”.

Mi amiga me escribió: “No son solo una o dos niñas. Hay demasiadas personas con la misma historia trágica. Haré lo que sea por mi pueblo, quiero que el mundo nos escuche, que sienta nuestro dolor”.

Otra joven me envió un video de un padre con las manos en la cabeza, diciéndole a un periodista que no tenía idea de dónde estaba su hija de 14 años, luego de que varios hombres armados se la llevaron. La joven que me envió el video teme que esto le suceda a ella.

Hay mucha culpa que repartir entre los gobiernos afganos, los partidos políticos estadounidenses y los gobiernos de Washington; hay mucho tiempo para diseccionar los errores y las políticas fallidas.

Sin embargo, el tiempo se agota para hacerle saber a las niñas y mujeres afganas que la búsqueda por la dignidad humana no se detiene en la frontera de Afganistán. Nunca había sentido tanta impotencia al querer ayudar a estas mujeres a las que tuve el privilegio de conocer. Pero no es una opción dejar de intentar sacarlas del peligro para que vuelvan a un camino en el que puedan perseguir sus sueños.

Estados Unidos tiene la posibilidad de ayudar a aquellas mujeres, en particular, que trabajaron junto al país y la OTAN para construir estabilidad y seguridad.

Es hora de que generen el espacio necesario para ponerlas a salvo, incluso aunque el próximo capítulo de la historia de Afganistán esté siendo escrito sin la participación de Estados Unidos.

Escritora. Autora de ‘The Dressmaker of Khair Khanay’ y ‘The Daughters of Kobani’. Servicio The Washington Post


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