Esquizofrenia institucional

Dicen los humoristas que la mejor forma de ocultar un elefante es ponerlo entre muchos otros. Para que la corrupción en gran escala pase inadvertida, lo mejor es rodearla de una multitud de otros casos aun cuando todos sean de dimensiones relativamente diminutas. Será por suponer que en la Argentina virtualmente todos violan las reglas presuntamente vigentes que tantos aún se niegan a dejarse impresionar por las denuncias contundentes que se han formulado en contra del matrimonio Kirchner, funcionarios como Julio De Vido y sus socios de la llamada patria contratista, de los que el más célebre es el actualmente encarcelado Lázaro Báez. ¿Es que tales personas sinceramente creen que las acusaciones se basan en nada más que falsedades maliciosas, que fiscales y jueces se han confabulado con políticos opositores y periodistas para difamar a los líderes de una auténtica revolución popular? Puede que haya quienes todavía se aferran a la noción de que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y sus colaboradores más notorios sean víctimas de una campaña de difamación extraordinariamente exitosa, pero sucede que entre los defensores acérrimos de dicha tesis se encuentran muchos personajes óptimamente informados que, por sus propios motivos, la tratan como si a su entender les resultara convincente. Si sólo fuera cuestión de una minoría reducida de fanáticos tercos, la voluntad de tales personajes y los militantes que sirven para hacer número de minimizar la importancia de la corrupción no motivaría mucha inquietud. Sin embargo, hasta hace menos de un año, compartían su actitud no sólo millones de ciudadanos que no manifestaban mucho interés por la política sino también muchos jueces y fiscales que, desde entonces, se han transformado en adalides de una ofensiva judicial que algunos han comparado con el Mani pulite que convulsionó a Italia en la década final del siglo pasado.

Aunque periodistas, fiscales y jueces siguen aportando más detalles acerca del modus operandi de los corruptos, la verdad es que lo que hacían ha sido de dominio público desde hace años. Por cierto, no fue necesario que el “arrepentido” Leonardo Fariña afirmara, como hizo ante el juez federal Sebastián Casanello, que la familia Kirchner y sus cómplices habían armado un “un plan sistémico cuyo objeto fue el vaciamiento de las arcas públicas mediante la obra pública”, ya que desde hacía tiempo se hablaba diariamente de bóvedas, vuelos de valijeros con bolsas rellenas de dólares y euros a aeropuertos no vigilados, operaciones financieras sospechosas, contratos multimillonarios inexplicables y así, largamente, por el estilo. Con todo, a pesar de la cantidad abrumadora de información pormenorizada disponible, muchísimos diputados, senadores, magistrados, periodistas, académicos, “artistas” y otros se esforzaron durante años por hacer creer que se trataba de un relato mediático sin duda apasionante pero sin vínculo alguno con el país real.

Al asumir el poder en 1983, el presidente Raúl Alfonsín aseveró que el país había experimentado un “colapso ético” que atribuyó a los partidarios de la violencia. Aunque el colapso ético más reciente, el causado por la codicia malsana de algunos personajes poderosos, ha tenido consecuencias menos atroces, al país le costará mucho recuperarse. Puesto que ya está en marcha la maquinaria de la Justicia y el consenso parece ser que cualquier intento de frenarla sólo serviría para consolidar el imperio de los corruptos, es de prever que muchos integrantes del gobierno anterior, incluyendo, desde luego, a Cristina, terminen entre rejas. Asimismo, aunque no sería del todo fácil obligarlos a devolver el dinero público que se las arreglaron para acumular, los intentos de ubicarlo ocasionarán muchos problemas a los empresarios y financistas que colaboraron con el “plan sistemático” al cual aludió Fariña, lo que motivará dolores de cabeza no sólo para los kirchneristas sino también para el presidente Mauricio Macri; en su propio entorno hay personas que ya están bajo sospecha. Cuando Macri dijo que no vacilaría en apartar a cualquier funcionario acusado de irregularidades, pensaba en las que podrían cometer subordinados durante su gestión, pero, por ser tan pequeño el mundillo político y empresarial nacional, sorprendería que entre sus colaboradores no hubiera alguno que hubiera participado de la corrupción K.


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