Fracking, insolvencia y empresa regional
Darío Tropeano*

La crisis sanitaria que asola el mundo se ha transformado en una máquina imparable que destruye valor. El petróleo afronta una caída de demanda asombrosa y un aumento de acumulación de stocks desconocidos. Los precios se han derrumbado, inicialmente por una puja entre los EE. UU. y Arabia Saudita, cuyo trasfondo es la reorganización geopolítica de oriente medio. Hay también motivos económicos, que tienen que ver con el nuevo status de autosuficiencia y capacidad exportadora de los EE. UU. como productor de petróleo, a través del sistema de extracción conocido como fracking o fractura hidráulica.
Esta técnica ha servido a la potencia del norte para alcanzar la autosuficiencia, pero debió para ello ser montado en un negocio de especulación financiera que permitiese incorporar cientos de miles de millones de dólares para ello.
Wall Street lo hizo, y con ello la canalización de grandes flujos financieros aportados por todo tipo de fondos de cobertura e institucionales mediante crédito a grandes multinacionales y nuevas empresas que dieran impulso a la actividad.
No importaron los cuestionamientos ambientales ya inocultables (recuerdo nuestra nota en estas páginas “Peligros y verdades del gas no convencional“ 16/2/11 que género no poco debate tanto en este diario como preocupación en el episcopado neuquino).
Lo cierto es que el desarrollo urgía y la canalización de esos recursos internacionales (primero a través de Chevron y luego de otras compañías) tomados con préstamos a bajas tasas de interés prometían altos retornos. Pues la realidad fue que el negocio de la fractura nunca maduró, y pudo ser sostenido en los EE. UU. mediante ingentes aportes de capital a tal punto que la Agencia Internacional de Energía de aquel país anunciaba en su web en enero del 2018 que el desarrollo tecnológico y los mejores precios finalmente iban a generar ganancias.
En el 2018 quebraron 33 empresas de fractura en los EE. UU. y sobre el final del 2019 el diario de finanzas Wall Street Journal informaba que durante el 2020/2022 vencen 137.000 millones de dólares de empresas de fractura, luego de sostener en sus páginas durante todo ese año que el negocio no resultaba rentable, por sus costos y baja productividad.
Durante el 2019, 50 compañías de fractura ingresaron en procesos de insolvencia (buffete jurídico especializado en reestructuración de empresas de energía Hayes&Boone.com), lo cual coincide con la preocupación de los inversores ante la ausencia de capacidad de la industria de repagar siquiera los intereses de los créditos.
Expertos y contexto
La nueva administración nacional, si bien colocó al frente de YPF un experto en finanzas que pretendió relanzar el negocio financiero del fracking a nivel internacional, al poco tiempo debió adaptarse a la nueva decisión política que indicó que debía trabajarse sobre los yacimientos maduros a través de la técnica de polímeros, más razonable en orden a sus costos y la situación internacional apuntada.
Sobre este marco de referencia, subsidiando de diversas formas a través del tiempo a la actividad, y con un país al borde de la cesación de pagos y una crisis sanitaria internacional que recomenzara el sistema monetario mundial, nos encontramos con un panorama sombrío.
Solo los pesos en subsidios al trabajo y mediante algún precio de referencia también subsidiado por el Estado (el cual cuando lo necesitamos lo pedimos y si no lo repudiamos como causa de todos nuestros males) podrá empujar débilmente la actividad. En la que estamos es difícil, pero el corto y mediano plazo lo será también.
De esta crisis salimos casi todos más pobres, a no dudarlo. No solo en la Argentina, sino también en el mundo occidental, principalmente. Las empresas locales de servicios energéticos afrontan un desafío más que darwiniano, donde la preservación del más apto (concepción bien reconocida por el dogma neoliberal) no alcanzará incluso para evitar situaciones de insolvencia.
Las empresas locales de servicios energéticos afrontan un desafío más que darwiniano, donde la preservación del más apto no alcanzará para evitar situaciones de insolvencia.
De hecho, muchas de ellas ya venían con serios problemas antes de la paralización actual de la actividad. Habrá créditos subsidiados nacionales y provinciales, postergaciones impositivas, incluso las ya conocidas restricciones para la reducción o suspensión de personal, pero los negocios y el dinero tienen reglas que resultan invariables.
Muchas pymes locales no serán de la partida cuando se reinicie tibiamente la actividad. El negocio petrolero en nuestra zona deberá ser repensado, reequilibrando valores de mercado, sincerando números que resultaban insostenibles, sencillamente porque no eran verdaderos.
*Abogado, docente de la Facultad de Economía de la UNCo
Darío Tropeano*
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