Fútbol femenino en la región: así se forman las jugadoras de mañana

En septiembre de este año, el club Deportivo Roca comenzó un proyecto de fútbol formativo para niñas de 6 a 14 años bajo la coordinación de Valeria Cotelo, ex jugadora de la selección femenina y de Boca. La iniciativa es novedosa pero tiene antecedentes, es fruto de una lucha colectiva por consolidarse y sostenerse. Cuáles son los ejes del trabajo y qué sueñan las futbolistas del futuro.

Cae el sol entre el alambrado que rodea la cancha cerrada del Deportivo Roca en el predio de San Juan y Ruta 22. Es una tarde de fines de diciembre y hace mucho calor. Hay 11 jugadoras sobre el césped que corren y reciben instrucciones. La camiseta naranja brilla y les ilumina la cara. Les queda tan grande que les llega a las rodillas, pero no importa. Tampoco importan los jejenes que molestan ni los cordones desatados del botín ni el largo del flequillo que tapa los ojos. Las más chicas sonríen con un diente ausente y las más grandes tienen la mirada concentrada. Todas quieren jugar al fútbol, divertirse, estar juntas, charlar –obvio- y aprender.

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La actividad de los padres es fundamental para que los niños desarrollen rutinas diarias y cuidado de su cuerpo. Foto: ilustrativa (archivo)

Desde hace un par de meses, el Deportivo Roca inició un proyecto de fútbol formativo para niñas de 6 a 14 años con el objetivo a mediano y largo plazo de organizar y consolidar las divisiones inferiores del femenino. Una clara apuesta al futuro. Este trabajo estratégico y planificado, donde nada queda librado al azar, está a cargo de la roquense Valeria Cotelo, ex integrante de la selección femenina de fútbol que jugó 10 años en Boca, además.

El proyecto es novedoso para la región, pero “tiene antecedentes propios”, asegura Valeria en diálogo con RÍO NEGRO. Los primeros intentos fueron de la mano de Rolo Naseta, primero, y Hugo Velázques después. Sin embargo, no se pudo consolidar la disciplina; se dependía mucho del esfuerzo y la voluntad de las personas que las acompañaban y de los padres que querían un lugar para sus hijas, pero no había una intención del club de sostenerlo. Cuando esos padres dejaron de participar porque las chicas crecieron o dejaron el deporte, la actividad desapareció.

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En el 2014, Valeria tenía una escuelita en forma independiente y propuso insertarla dentro del club. Eran más de 50 jugadoras con muchas ganas -y garra- pero tampoco funcionó porque “no estaba el interés ni la voluntad de los dirigentes del momento de brindarnos un espacio”. “Un poco se lo subestimaba al fútbol femenino. Aunque no llenemos canchas todavía ni salgamos todos los días en los medios, la pasión es la misma”, expresa.

“Cuando este año asumió la nueva conducción, lo primero que les pregunté fue si realmente tenían el interés y la voluntad de brindarnos el espacio, que muchas cosas no pedíamos más que respeto. Presenté el proyecto, fueron bastante receptivos y se entusiasmaron”, indica. Además, reconoce que éste fue un año especial para el fútbol femenino, y para las mujeres en general en cuanto a la conquista de derechos, y está convencida de que eso también aportó al cambio de perspectiva.

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En general, los clubes no tienen inferiores y no apuestan a las formativas” -acota- “por eso esto es algo novedoso para la región, y para gran parte del país. Suele pasar que las mujeres grandes se organizan por iniciativa propia, pelean y logran insertarse en las instituciones, pero no se garantiza espacio ni formación para las más pequeñas”.

Valeria está en los detalles y da órdenes sin gritar. Llama a todas por su nombre, las alienta cuando se esfuerzan en alcanzar una pelota y las motiva a no abandonar la marcación personal que les indicó. En el medio, ellas charlan de la escuela o de las canciones que les gustan en YouTube y toman agua cada vez que la profe recomienda.

La primera etapa del proyecto arrancó en septiembre. Hasta los últimos días de diciembre, 33 niñas pasaron por los dos entrenamientos semanales y fueron alrededor de 25 las que se han mantenido más estables. Cuenta que el objetivo era llegar a 20 y lograron que más de 30 nenas conocieran la actividad. “La mayoría se quedó -destaca- la idea es que prueben, vengan, conozcan el deporte y tengan ganas de seguir”. Esta instancia es más de promoción y difusión; luego se irá aumentando progresivamente la cantidad de jugadoras de la mano del desarrollo deportivo y la formación.

La intención es hacer un trabajo de calidad poniendo énfasis en la parte humana. La formación en valores también es parte del plan estratégico: darle importancia al trabajo en equipo, al respeto, a la humildad y a la disciplina. “Formar personas es uno de los trabajos más importante que hacen los clubes”, define Valeria.

Por otra parte, se trata de hacer que las clases sean divertidas sin descuidar lo técnico. “Hacemos algún juego para entrar en calor y después se van trabajando aspectos del juego de manera más global o de manera sintética y terminamos con un partido. Ese es el formato que estamos usando con las más chiquititas”, detalla. Por el momento, trabajan con un solo grupo, de edades variadas, hasta que puedan separarlas por categorías.

Pese a que fue reciente el inicio de la actividad, ya concretaron algunas experiencias de intercambio con otros equipos, sobre todo con el de barrio Noroeste.

“La idea es juntarnos, compartir el juego, mezclarnos, lo hacemos de manera intencional. Las del otro equipo son compañeras de juego, no son rivales. Esperamos poder aprender de las cosas negativas que pasan en el fútbol masculino donde muchas veces se vive la competencia con rivalidad. Los equipos siempre quieren ganar, pero tiene que haber respeto y tienen que poder compartir”.

Valeria Cotelo
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El fútbol femenino para niñas se fue abriendo camino, luchando contra los estereotipos y las dificultades dentro de las mismas instituciones, pero con un deseo genuino: poder consolidarse y sostenerse en el tiempo. Valeria es una de las protagonistas de ese recorrido, y si bien es optimista considera que la actividad “va a tener que seguir luchando mucho para ganarse un espacio”. “Empezamos jugando al fútbol por diversión. Lo vivimos como una pasión, no como una lucha, pero con el tiempo se fue transformando en pelear un espacio, en enojarte y frustrarte cuando las cosas no son como esperas. Viéndolo a la distancia es un símbolo de una lucha colectiva, de esperar, de no renunciar y de seguir”, asegura.

Ya es de noche. El entrenamiento terminó en las parrillas del Depo en una hamburgueseada con las familias para que se vayan conociendo. Valeria sabe que no sólo está formando futbolistas, sino que también está armando un equipo. Entre sanguchitos y juegos con linternas en los que todas participaron, entregó un regalo de fin de año a cada una y les habló. “Les quiero dar las gracias –dijo- por animarse, por venir a probar, a conocer la actividad. Lo más importante es que les guste y que no abandonen sus sueños. Yo de chica tuve un sueño, que fue jugar en la selección, y lo conseguí. Y si yo pude, ustedes también van a poder. Así que… a soñar”.


Perfil de Valeria Cotelo: constancia, paciencia y trabajo

Valeria tiene 35 años y nació en J.J Gómez, un barrio de la zona de chacras de Roca, donde empezó a jugar al fútbol en la calle, entre chicos y chicas. “Era muy chiquita, tendría unos 4 años -afirma- era un juego más, pero con el tiempo me fui dando cuenta que la única que se quedaba a los partidos era yo o alguna de mis hermanas”.

Cuando tenía 8 años, su mamá armó un equipo y empezaron a jugar con otros tres o cuatro que había en la ciudad. Después jugaron con los de Cipolletti y los de Neuquén. Sus papás siempre estuvieron acompañando y ayudando el trabajo de los técnicos.

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La llegada a la selección femenina de fútbol fue un sueño cumplido. “Yo siempre había soñado jugar con la camiseta argentina, desde que tenía 7 años y ni siquiera sabía que existía la selección. Yo soñaba jugar con los varones, tampoco me cuestionaba si las mujeres podían jugar con los hombres. Era chica y soñaba así. Por otra parte, lo sentía como un regalo para toda mi familia que siempre me acompañó y me apoyó”, cuenta.

“Una vez salió una nota en la revista del diario en la que el técnico de la selección decía que estaban armando un seleccionado juvenil y que iban a salir a buscar jugadoras por el interior del país. Ahí mis papás, con la ayuda de Mario Sesarín -el creador del Mundialito-, se contactaron con gente de AFA y organizaron la llegada de la selección a Roca a jugar un amistoso –recuerda-. Cuando entré a jugar me lesioné y no quedé. Fue después, cuando los padres de unas amigas de Córdoba hicieron una movida similar, me invitaron, pude jugar y tuve la posibilidad de quedar. Tenía 16 años”.
Valeria jugó dos mundiales con la celeste y blanca que siempre soñó: la Copa Femenina FIFA 2003 y 2007. Eso le abrió la cabeza. “Conocí otros países y pude ver cómo se vive el fútbol femenino afuera. Era una fiesta, una locura, algo totalmente normal y natural que las chicas jueguen al fútbol”, rememora.

Hincha de River confesa, jugó en Boca cerca de 10 años. Allí jugaban muchas de sus compañeras del seleccionado, “era un desafío más grande porque sabía que era un plantel muy competitivo”, reconoce. Además, Boca era el club que más ventajas ofrecía: le pagaba un viático, tenía obra social, le daba ropa para entrenar y un par de botines una vez al año.

“Me quedaron los mejores recuerdos y las mejores compañeras -sostiene- ganamos 10 torneos en forma consecutiva, invictas. No salió en ningún lado y no nos conocía nadie, pero para nosotros fue algo increíble. Fuimos a la Copa Libertadores sin apoyo del club y salimos terceras”.

Después de esas experiencias que la constituyeron como deportista, Valeria volvió a Roca hace más de 10 años para reencontrarse con su familia a la que tanto extrañó cuando estuvo lejos. Este es su lugar en el mundo, aunque el fútbol todavía no esté tan organizado. “Hay que trabajar muchísimo para que el femenino tenga su espacio –reconoce-. Por más que en Buenos Aires haya más equipos, la pelea es la misma en todo el país. Hay que tener paciencia y seguir trabajando”.


TESTIMONIOS | Mi sueño es

Catalina, 10 años : Arranqué este año, pero me enseñó mi tío cuando era chiquita. Juego en todos lados, en la escuela, en mi barrio y acá. Mi sueño es llegar a la selección y ver a Messi. Mi familia me dice que voy re bien y eso me pone contenta.

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Angeles, 8 años: Juego en el Depo y en la escuela también. Jugamos con los varones, mezclados en los recreos y en gimnasia. Mi sueño es ser arquera en la selección o en River. Lo que más me gusta del fútbol es atajar.

Valentina, 13 años: Empecé a jugar por mis papás y en la escuela, a veces mezclados con los varones, y a veces mujeres contra varones. Me gusta hacer los amagues. Admiro a mi mamá y mi papá que juegan en muchos equipos, con amigos. Sueño con jugar en una cancha tipo profesional y esas cosas.

Ludmila, 7 años: Jugué en Noroeste, pero me gusta más acá, me siento más cómoda. Yo aprendí de mi hermano, él era arquero y quise ser arquera. Mi otro hermano también. Jugamos en casa los tres. Mamá está recontenta y el resto de la familia también. En la escuela yo juego sola, con todos los varones porque otras nenas no juegan. De todos los jugadores, más que nada me gusta Messi. Sueño con estar en una cancha y atajar como una arquera profesional. Siento eso. Me encanta el fútbol.

Ema, 8 años: Empecé a jugar en la escuela, en el último recreo, con mis compañeras y con los varones también. Vengo acá para aprender más. Mi familia está contenta y mis amigos no me dicen nada, ni bueno ni malo. Admiro a la profe y a Messi. Lo que más me gusta del fútbol es la pelota, cuando hay partidos y estar con mis amigas. También patear la pelota y tratar de hacer goles porque cuando hago un gol siento felicidad. Mi sueño es ser jugadora profesional o algo así.

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Sofía 11 años: Yo empecé a jugar con mis primos. En la escuela, a veces jugamos mixto con los varones, pero ¡no te la pasan! Vos sola se la tenés que ir a sacar. Tengo muchos jugadores que me gustan, pero no me acuerdo los nombres. A la cancha no fui, pero miro los partidos por la tele. Lo que más me gusta es meter goles. Por ahora estamos aprendiendo y todavía no tenemos una posición. A mí me gusta todo.

Belén, 10 años: Lo que más me gusta del fútbol es gambetear y meter goles. Yo quiero ser profesional y jugar en un equipo europeo. Los jugadores que me gustan son varones porque no miro cuando juegan las mujeres porque es más divertido ver cómo ellos se pelean y eso. Paulo Dybala y Lucas Pratto son mis favoritos. Adentro de la cancha, me gusta mandar.


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