Fútbol, negocio y desprotección

<i>dólares reclamaráDon Bosco por el pase de Sambueza al Tecos. Nunca cobró por los pases anteriores.</i>

El fútbol es un negocio que mueve montañas de dinero, moldea jugadores, fabrica personalidades, agiganta algunos clubes y empequeñece otros. Un negocio que aquí en la zona pasa casi desapercibido. Los futbolistas regionales llegan a las instituciones importantes del país, aunque con el tiempo abandonan la actividad, regresan o se pierden en los pliegues del olvido. Lógico, el dinero tampoco se ve. ¿Se trabaja en inferiores para crear futbolistas acordes a estos tiempos? ¿Existe una buena vidriera? ¿A dónde se apunta en las formativas?

58 jugadores neuquinos fichados en Lifune partieron al fútbol grande en los últimos 11 años: 7 lo hicieron a Independiente de Avellaneda, 4 a su vecino Racing, la misma cantidad a River, Newell’s y Gimnasia, 3 a Boca y Olimpo, 5 a San Lorenzo, Estudiantes y Chacarita, 6 a Banfield, 2 a Tigre y Central y 1 a Huracán, Colón, Ferro y Almagro.

Esos son apenas un puñado de los 537 pedidos de pases tramitados desde la liga neuquina a alguna de sus pares, sea la Confluencia (gran mayoría), la del Sur, la rosarina o tantas otras. Pero eran ellos, esos 58, los que despertaban los sueños de grandeza, de materializar aquello de sacar los pies del barro. Hoy, agosto de 2011, sólo seis subsisten a las exigencias del fútbol moderno: Daniel Vega (River), Rubens Sambueza (Tecos de México), Leandro Marín (Boca) -ambos en las fotos-, Matías Sosa (Nacional de Montevideo), el arquero Gabriel Arias (Banfield) y Marcos Acuña (Ferro).

Salvo por Santa Cruz y Tierra del Fuego, Río Negro y Neuquén son las dos provincias que menos futbolistas aportan en la primera división del fútbol argentino. El centro del país produce las mejores piernas del mercado (sobre todo Santa Fe), pero ha crecido mucho la influencia de las litoraleñas Entre Ríos (16 jugadores) y Misiones (6), como así también de Chubut (6) gracias a la CAI de Comodoro Rivadavia. La tendencia puede cambiar en los próximos años por diversas variables (una de ellas es la alimentación), pero por ahora los clubes grandes se nutren del interior y en la ‘periferia’ sólo reciben migajas. Ninguna entidad neuquina cobró un centavo en los últimos años por transferir sus jugadores, sea porque están atados a contratos leoninos o por desprolijidades administrativas propias. Igual, el sueño de los porcentajes nunca se disipa del todo.

Los convenios que se firman siempre benefician a los poderosos porque, ante todo, el sistema es intocable. Marín partió a Boca en 2008, con 16 años recién cumplidos y un Argentino B en sus espaldas (en Centenario). Llegó, rindió en las inferiores, se sumó al Sub 17 que fue subcampeón sudamericano y hasta jugó en la Sub 20 dando ventaja en la edad. Debutó con Roberto Pompei -parte del grupo gerenciador que adquirió su pase- y en Independiente de Neuquén (era el dueño de su ficha) pensaron que llegaban tiempos de recaudar. Sin embargo con JC Falcioni el defensor no vio (ni ve) acción y no llega a completar los diez partidos oficiales que, según el acuerdo, se necesitan para que el Rojo cobre sus primeros 1.000 dólares.

Los contratos son todos diferentes. Boca, por ejemplo, depositará en la cuenta de Independiente 1.000 dólares por cada bloque de diez partidos oficiales (más de 25 minutos cada uno) que juegue Marín y un 20 % por derechos de formación si es transferido, mientras que hay otras instituciones que abonan apenas los muchachos ponen los pies en la cancha. Desde ya, la grandeza del club que compra es inversamente proporcional a los derechos que resguardan al formador. Eso sí, siempre será más probable que Boca venda en millones que lo haga Almagro o Lamadrid.

A pesar del deterioro institucional, Independiente es el club neuquino que más pedido de jugadores tuvo en las última docena de años. 122 pases se tramitaron por sus futbolistas, que partieron hacia diferentes rumbos (73 a la Confluencia). Muchos volvieron, otros dejaron y seis de ellos mantienen viva la ilusión de grandeza en Boca (Marín), San Lorenzo (tres, categorías 91, 93 y 97), Racing (uno, 91) e Independiente.

Patagonia cuenta con una infraestructura ínfima con respecto a muchas instituciones de Lifune, pero su trabajo en inferiores es irreprochable. Los dicen los dirigentes puertas adentro y los reconocen sus pares. “Patagonia consiguió lo que nadie en la zona: una labor excepcional en las formativas con escasa infraestructura e inversión. El secreto es la idoneidad”, exalta Ronald Mucci, presidente de Alianza.

(Continúa en la página 46)

Fotos/Archivo AP

informe especial

sebastián busader

sbusader@rionegro.com.ar

(Viene de la página 45)

“En la mayoría de los clubes todos tocan de oído. No es fácil formar personas y jugadores desde edades menores. En donde debería haber formadores hay ex jugadores o padres que quieren ayudar. Por eso la capacitación no es acorde”, agrega Mucci.

En Patagonia entendieron que la construcción de una entidad social sana sólo es posible, al menos por aquí, alejándose de la política. Eso conlleva doble esfuerzo. Apelar al ingenio. No dejar que te sorprendan. Aunque eso en el fútbol sea demasiado complicado.

El caso de Matías Sosa es simbólico. El chico jugó en inferiores un puñado de partidos con la camiseta de Sapere sin estar fichado (sin seguro también, lógico), pasó a Patagonia, ahí sí fue inscripto cuando tenía unos 10 años y en 2006, a los 14, se incorporó a Estudiantes. Estuvo en selecciones juveniles y era bien visto por los coordinadores del Pincha hasta que no se presentó el 18 de junio pasado a la pretemporada. Primero adujo problemas personales, pero después el club constató que se había “escapado” y que junto con Alejandro Menotti (hijo de César Luis) se probaba en el Villarreal de España aduciendo la Patria Potestad. Ahora está en el Nacional uruguayo de Marcelo Gallardo y Patagonia le envió una carta documento a Estudiantes reclamando el porcentaje por el derecho de formación (ver aparte).

“Vivos hay en todos lados, desde los representantes que empaquetan a los chicos hasta pseudos dirigentes. También padres que se quieren salvar con sus hijos cueste lo que cueste”, se disgusta Hugo Hernández, presidente de Patagonia. “Muchas veces los padres son los que le pudren la cabeza a sus hijos”, remarca Mucci.

***

El brillo enceguece. Más la verba de los representantes que, en general, aterrizan por aquí desde Buenos Aires y Rosario con promesas de prosperidad a partir de la explosión del potencial crack.

Lo podría decir tranquilamente Oscar Chavo Sandoval, un marcador central que jugaba en la primera local de Cipolletti y que se fue a River pensando en que el intermediario de turno y el presidente Julio Arriaga le habían arreglado su futuro. A las pocas semanas estaba de vuelta, perdió su lugar en la lista de buena fe del Argentino A y tuvo que colgar los botines. El fútbol puede ser demasiado cruel.

A Daniel Vega le fue mejor. Arquero de Alianza, partió hacia Nueva Chicago y ahí, en Mataderos, se convirtió en pieza clave en un Nacional B en el que volverá a jugar el martes. Cobró su primer sueldo, se compró su auto y merced a buenas actuaciones River lo sumó a su plantel. En Núñez pasó más tiempo en el banco que en el arco, pero ahora volvería a tener una chance de atajar de la mano de Matías Almeyda. El Indio se fue al Torito en 2004 y pasó al Millo tres años más tarde.

Alianza nunca vio un centavo. Por desconocimiento, la gestión anterior jamás reclamó el porcentaje de formación, algo así como 50.000 dólares.

Mucci jura que sí lo hizo apenas asumió, hace un par de años, y en AFA nadie le llevó el apunte. “Ese dinero se retuvo en AFA y ahí desapareció. Ahora estamos atentos: decían que Vega iba a ser vendido al fútbol de Portugal, por lo que nos asesoramos con un abogado rosarino. Esta vez no nos iban a pasar”, aclaró el directivo. Claro, la transferencia no se realizó y por eso el fútbol neuquino sigue invicto en ésto de hacer buenos negocios con sus jugadores.

Archivo/FBaires


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