“Comer, pensar, amar”, la propuesta de Soledad Barruti y Darío Sztajnszrajber en Neuquén capital

La convocatoria es para este sábado 6 de mayo a las 21 en el Teatro Español.

Por Victoria Rodriguez Rey (@victoriarodriguezrey)

El sábado 6 de mayo a las 21, una vez más la periodista Soledad Barruti y el filósofo Darío Sztajnszrajber se presentan en el Teatro Español de la ciudad de Neuquén con un espectáculo performativo que provoca y cuestiona sobre múltiples posibilidades de reencontrarnos y habitarnos.

“Si cortan el árbol que está frente a tu casa, algo te pasa. Si respirás humo porque están quemando a los humedales, algo te pasa. Si el calor resquebraja la tierra porque la tierra está en llamas, algo te pasa. Si a la tierra le pasa nos pasa porque somos eso: partes de ese cuerpo inmenso, podamos expresarlo, reconocerlo o no. Nuestro cuerpo lo sabe y le pasa”. Así va Soledad Barruti armando otra trama posible con un hilo cronológico de un tejido colectivo del que todos somos parte y responsable.

Durante un poco más de dos horas esta dupla invita a revisarnos, a pensar y a encontrar otras formas de vincularnos y amigarnos con la vida a través de la comida como ese evento de creación y relación entre el cielo y la tierra, entre la muerte y la vida. Es el disparador perfecto para reformular patrones heredados sobre la concepción de las cosas, sobre la construcción de los cuerpos.

“Vamos mucho en el planteo que es un cuerpo, como habitamos nuestros cuerpos, una especie de ruptura entre el binario del cuerpo y el alma que tiene que ver con reconciliarnos con la carne propia como el espacio de fuga. La carne como el lugar de la democracia, de la igualdad, de la Inter especie, de la existencia plena del goce y también del dolor y de lo que tiene sus propias necesidades y comanda. El cuerpo tiene sus verdades, las pide, las reclama, las goza cuando las está viviendo y las muestra, las comunica de una manera muy clara, no hay duda cuando la verdad se pone en el saber del cuerpo. La comida obviamente es un eje pivotal de toda esa información o no información que podemos llegar a tener, de negar al cuerpo y volverlo como territorio zombi o volverlo como un territorio de reapego con la tierra”, adelanta Barruti.


Comer, pensar, amar es una propuesta performativa que desdibuja los límites de las respuestas dogmáticas posibles. A través de investigaciones, reflexiones filosóficas, historias, relatos y música, se busca volver a la experiencia y a las preguntas, para que guíen y nutran a esas preguntas hacia nuevas posibilidades del sentir, del pensar, del comer, del vivir. Claramente es una invitación a salir del estado autómata y somnoliento para animarse a activar, a reconocerse, a gozar, a saber, a tener miedo y a tener coraje, a llorar, a empoderarse, a organizarse con otros y por sobre todo a amar.

“Así como cuando comemos no comemos, sino que nos comen y así como cuando pensamos no pensamos, sino que nos piensan, cuando amamos también nos insertamos en dispositivos previos que van modelando nuestra forma de amar. Por eso en comer, pensar, amar, intentamos ver la matriz que atraviesa estas tres prácticas que de tan cotidianas solemos internalizarlas como parte de nuestra vida común y no visualizamos, por un lado, otras alternativas posibles, pero por sobre todo porque hay una versión que se ha vuelto hegemónica y con qué otros conceptos se asocian. En nuestro espectáculo lo que hacemos es cuestionar, uno de los pilares de la versión dominante del amor, que es la idea de que el amor es la búsqueda de nuestra otra mitad a partir del relato de un famoso mito platónico que es el mito del andrógino. Y nos permitimos entonces deconstruir la idea del otro como complemento para entender que así pensado al amor anula básicamente el encuentro con el otro”, analiza Darío Sztajnszrajber.

Todo indica, el mundo indica, que es momento de habitarnos desde un nuevo paradigma, que debe ser explorado a través de nuestros sentidos para percibir una realidad más amable, cuidada, simétrica, recíproca. Explica Soledad Barruti que «necesitamos volver nuestros cuerpos vivos al mundo vivo. Gran parte de nuestra cultura es ser una aplanadora del propio deseo y de esos impulsos instintivos hasta volverse lo que es, una cultura suicida que niega la pulsión vital hacia la pulsión de la destrucción. Volver a pensar en un camino afectivo, con todo lo vivo y volver a meter nuestros cuerpos y pensar en la comida como un acto de apego y de amor, es refundar estas formas posibles subversivas y revolucionarias de ser».


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