Emanuel Antimi, el chef que innova y recrea la cocina patagónica desde Traful

Lejos de la vanidad y el espectáculo, este profesional posiciona con su trabajo en equipo a Traful en el mapa foodie de la cordillera neuquina.

La comida mueve montañas.
Y también a los foodies, término creado allá por el ´84 que refiere a aquellos para quienes comer es algo más que alimentarse. No son gourmet ni sibaritas, son disfrutones. Les atrae todo lo que rodea el arte y el rito de comer. No coleccionan visitas a restaurantes de moda sino que les atrae como aventura buscar cocinas por rutas poco transitadas.

Buscan cocinas porque flashean al hallar especialidades casi desconocidas. Provocan cambios culturales y económicos a donde van. Están dispuestos a ahorrar o manejar horas por una novedad. Quieren saber con precisión el origen de los alimentos. Valoran el buen gusto y el estilo de las vajillas y ambientes. No les importa tanto la selfie para IG sino la narrativa, la historia y la experiencia que les prepararon.
Esto lo sabe al dedillo Emanuel Antimi (46), El Turko, el chef de la cocina del hotel Alto Traful, ubicado en una de las villas con más encanto de nuestra cordillera patagónica.

Emanuel Antimi, noches atrás, en la cocina del restaurante del hotel Alto Traful. Foto: Alejandro Carnevale


Gestionar, el verbo que más se conjuga en esta cocina

El pasado fin de semana, él -junto a dos colegas más- maravilló con la octava edición de Traful Invita, el evento gastro que ya está instaladísimo en la hoja de ruta de foodies, turistas y visitantes de la región y el país.
Antimi, antes que chef, es un gestor. Piensa a la gastronomía como una herramienta social, también, que transforma y potencia territorios, productores e inversores, entre otros protagonistas.
Para él, la cocina es un espacio colaborativo donde entran a jugar cocineros, chefs, nutricionistas, emprendedores, productores y diseñadores, entre otros. “Cada vez hay que tener más presente la gestión”, afirma.
“Mi posición desde hace un año acá en Alto Traful es la de jefe de alimentos y bebidas. Esto me permite ver al servicio gastronómico de una forma más integral, no solo desde la parte culinaria o del servicio al cliente sino también a la administración gastronómica”, afirma.


«Los colegas gastronómicos son también mi familia»

«Estudiar administración hotelera en la Universidad Nacional de Quilmes me acercó al mundo del servicio; mucho antes y desde siempre el amor de mi madre hacia la cocina me inclinó a dedicarme a la cocina. Pasé por muchos trabajos y emprendimientos propios, todos ligados a la comida. Con un largo recorrido gastronómico en el 2011 realicé la carrera de técnico superior en Gastronomía en la Escuela de Cocineros Patagónicos, en Neuquén capital”.
Nacido en La Plata “desembarqué en 2004 en Neuquén con 23 años. De inmediato y forma automática me identifiqué con sus productos e insumos. Comencé a cocinar en extensas jornadas laborales. Hoy a la distancia veo que la vida misma no me permitió formar una familia; no culpo a nadie por ello. Pero sí veo hoy que a mis 46 años puedo disfrutar de una gran familia de colegas y compañeros que me acompañaron hasta este momento de mi carrera y vida personal”.

«Trabajar en equipo es la única manera que entiendo en cómo se ejerce y comparte la gastronomía en una cocina», afirma Antimi. Foto Alejandro Carnevale


El poder de emocionar al comensal

Años atrás fue elegido embajador de la gastronomía neuquina. “Esto implica compromiso con los productores y productos locales así como también con técnicas ancestrales de cocciones. Siempre incluyo insumos regionales para incentivar a los pequeños productores y darle identidad al plato. No solo generamos sabores sino también un impacto económico regional”.
“Mi cocina se caracteriza por tener un 60% de insumos locales y además cada plato del menú cuenta una historia que sirve al momento de vivir la experiencia”, agrega.
En este punto comparte un punto de vista formidable. Considera que la cocina tiene tanto poder para emocionar que no necesita del espectáculo. Al revés, si hubiese algo de show su cocina se evaporaría. Esta idea es parte de su ADN como chef.

Postre by Antimi: parfait de trucha curada, queso mascarpone, puré de peras y manzanas en manteca especiada, domo de caramelo y salsa de frutos del bosque. Foto Alejandro Carnevale


Los desafíos, expectativas y sueños

¿Qué no falta nunca en su cocina? La carne de cordero. Tiene mucho sabor y es muy versátil a la hora de cocinar. “También sumo siempre trucha, chivo, ciervo, pollo y carne de res. Hongos, por supuesto que sí”.


-¿De qué modo tu trabajo se relaciona con el turismo y la producción?
-Están directamente vinculados. La gastronomía es pilar fundamental de la actividad turística, brindar un buen servicio gastronómico promueve el turismo así como también la producción local.


-¿Hacia dónde va tu carrera?
-Enfrentando un gran desafío en el sector hotelero; por ello es que espero seguir aprendiendo y desarrollándome como profesional para más adelante viajar más y realizar asesorías gastronómicas. Mientras tanto sigo actualizándome con charlas con colegas -intercambiando productos y saberes-, leo mucho y me informo por las redes sociales que hoy en día te brindan muchas herramientas.
“La gastronomía neuquina se encuentra en el camino del crecimiento continuo con posibilidad de hacer más cosas hermosas. Y ser parte de esta movida me da felicidad”, apunta.

Viernes de la semana pasada, en Alto Traful. Antimi con sus colegas Caliva (izq.) y Sepúlveda (der).


«La vida era servicio y el servicio era alegría»

Como siempre, hablar de cocina nos remite irremediablemente a la infancia. “Mi crié en una chacra de mis abuelos, a la orilla de un río, un lugar que me mostró las posibilidades que nos da la tierra, que la creatividad sale de la austeridad de generar algo con lo que se tenía. Éramos y somos una familia de buen comer y de buenos cocineros”, recuerda. “Esto formatea sabores en uno, una estética, una ética”, acota.
Y de ese viaje a sus primeros años de vida se acuerda de golpe de aquel cuadro que su madre le había puesto en su mesita de luz que tenía una frase que leía antes de dormir y que lo acompaña hasta el día de hoy, como un mantra: “Dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría”.

Antimi juntos a sus colegas Sepúlveda y Caliva (de izq. a der) y la copropietaria del hotel Alto Traful, el fin de semana último, en pleno desarrollo de la última edición de «Traful Invita». Foto Alejandro Carnevale