Guzmán y el espejo retrovisor

PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

La Argentina actual presenta dos grupos bien definidos dentro de lo que es la orquesta oficialista. Por un lado, hay músicos de altísima chapucería cuyo oído desafina de continuo, quizás debido a las muchas y manifiestas contradicciones del director, Alberto Fernández.

Son los mismos que llevaron adelante una muy mala gestión sanitaria de la pandemia con notorias pifias (vacunas incluidas) que derivaron en un parate fenomenal de la economía y en una pérdida educativa que parece no importarle a nadie. Ellos han sido quienes, con su desidia, apuntalaron la táctica del “cuanto peor, mejor” que le cae como anillo al dedo al otro grupo de ejecutantes que, más en las sombras, siguen aspectos de fina estrategia, focalizados en un rumbo cada vez más predecible a partir de la música que se escribe en el Instituto Patria. Esa batuta hoy la maneja a su antojo el “brazo fuerte” de Cristina Fernández, mientras moldea a Máximo Kirchner como futuro director.


Con este esquema y con el ojo puesto en las legislativas de octubre, lo más objetivo que surge del momento actual es que cada movimiento que hace el segundo grupo de músicos interfiere a sabiendas con la melodía que los primeros elaboraron durante más de un año y es por eso que hoy las miradas se posan más en Martín Guzmán que en el propio presidente.

En este perverso juego ideológico, el ministro de Economía ha quedado contra las cuerdas ya que a cada rato lo desautorizan. Le han destrozado el Presupuesto, por ejemplo. La diezmada comunidad de negocios que tiene la Argentina hoy ha comenzado a temer por su continuidad.


Aunque a los tumbos, en demasiado tiempo y cediendo en casi todo, Guzmán fue quien puso la cara ante los acreedores privados esgrimiendo parámetros más o menos lógicos para el mundo. También jugó su prestigio académico y el de su mentor, el premio Nobel Joseph Stiglitz, para comenzar a negociar con el FMI. Pero resulta que ahora el Patria le ha dado para que ejecute los retazos del plan económico que rigió hasta 2015, el mismo que llevó a la devastadora herencia que luego Mauricio Macri no supo sincerar y profundizó. La mirada en ese espejo retrovisor es invendible y Guzmán lo sabe.


Las miradas se posan más en Martín Guzmán. En este perverso juego ideológico, el ministro de Economía ha quedado contra las cuerdas ya que a cada rato lo desautorizan.



La estrategia intervencionista del kirchnerismo que le pone un pie encima al sector privado y busca volver al pasado para ir “por todo” condiciona gravemente los planes que pudo haber elaborado el ministro. De esa forma, el estatismo a ultranza –que por definición es imperativo– barre con las normas más o menos lógicas que tiene el resto del mundo, preceptos que se supone que la orquesta de Fernández seguía y Guzmán profesaba.

Pasó con la fórmula de ajuste a los jubilados que salió de Economía, pero que fue borrada de un plumazo por Cristina y pasó también con el congelamiento de tarifas cuya contrapartida son subsidios que no se eliminarán, movida que una vez más deja a las empresas privatizadas a tiro de algún comprador “experto en mercados regulados”, tal como sucedió en YPF y como acaba de ocurrir en Edenor.


Cuando la vice habló del sistema de salud o de la mesa de los argentinos, ya se sabía que iba a haber novedades. El procedimiento también es repetido: ahogar a las empresas. Así aconteció hace poco cuando las telecomunicaciones pasaron a ser “servicio público” con tarifas impuestas.

Lo que en otros tiempos sucedió con el sistema privado de jubilaciones ahora puede repetirse con la medicina prepaga a la que se le han negado aumentos aún a costa de que se resientan sus prestaciones. Las cajas del sistema de salud son más que apetecibles y es seguro que no se las van a dejar manejar a Ginés González García. Los sindicatos también se han parado de manos.


Se abre un nuevo round con el campo y con las economías regionales. Como si no hubiera pasado el tiempo se vuelve a 2015, tal como si ése hubiera sido el mejor de los mundos.



En cuanto al precio de los alimentos, se ha vuelto a imponer una receta que ya había fracasado (prohibir exportaciones) para abastecer al mercado interno a un precio que descapitaliza a los productores. El resultado se conoce: habrá menos producción de maíz y de carne, mientras se abre un nuevo round con el campo y con las economías regionales que vuelven a quedar presas de la batuta. Como si no hubiera pasado el tiempo se vuelve a 2015, tal como si ése hubiera sido el mejor de los mundos.


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