Habían perdido a su perra, pero dos años después se reencontraron en Roca

Conocé la emotiva historia de "Fea", una perrita que huyó asustada durante una tormenta y después de dos años se reencontró con su familia.

Luego de dos años, una ruidosa tormenta trajo a una perra de regreso a su casa en Roca. Llamada «Fea», su dueña (Mariela Leal) la encontró cuando estaba embarazada de su primer hijo, por lo que la conexión fue única.


Fea es una perra mestiza barbucha, mediana, con orejas puntiagudas, negra y con una gran mancha blanca en el pecho; y con la fidelidad incondicional que solo los perros poseen.

Hace dos años, en pleno mes de enero y entre truenos y lluvia, la perrita escapó. Desorientada, perdió el camino para volver a su casa en Roca. Sus dueños la buscaron incansablemente, pero no pudieron dar con ella. «La buscamos hasta en los canales una vez que estuvieron vacíos, pero no había rastro», comentó Mariela.

Fea, o Delfina, como la llamó su otra familia. Retornó a su hogar después de dos años. (Foto gentileza)


Increíblemente, dos años después y en la misma época, durante un día tormentoso de lluvia, escucharon ladridos tras las rejas del portón. Mauro, el esposo de Mariela, asomó a ver que pasaba. Al acercarse, vio que estaba ahí: Fea había regresado y estaba pidiendo ayuda. «Los truenos la asustan y mucho», explicaron.

La sonrisa, mezcla de felicidad y emoción, era todo un dibujo en el rostro de Mauro. «¡Adivinen quién está en el portón, no lo van a poder creer» fueron las palabras exactas para su familia. El esperado encuentro fue muy íntimo, colmado de emoción y amor. No hubo tiempo para celulares.

Felipe (6) y Vicente (2) se reencontraron con Fea y se mostraron muy felices. (Foto gentileza)


Mariela comprobó que la ausencia de su perra durante tanto tiempo no había sido en vano: otra familia la buscaba con la misma desesperación que ellos cuando se había perdido. Entonces, decidió comunicarse con los actuales dueños a través de las redes sociales. Fea, o Delfina (como la llamó su otra familia), sería la que decidiría en esta situación.

Fue así que Fea, demostrando un afectuoso agradecimiento a la familia que durante todo este tiempo la había cobijado, movió su cola y lamió las manos que la habían cuidado y abrazado; y dando media vuelta buscó el lugar de siempre: su manta y su almohadón, impregnándose allí de su propio olor -que aún persistía en su rinconcito- en un revuelco. En otras palabras, el retorno a su hogar, que siempre la estuvo esperando.


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