Hostería El Retorno, del abandono al saqueo

Cristóbal López la compró en 2013 y la cerró al año siguiente para construir un hotel, pero en 2018 despidió al personal y la propiedad se transformó en tierra de nadie.

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Reservas y facturaciones están desparramados por los ambientes. (Foto: Alfredo Leiva)

Reservas y facturaciones están desparramados por los ambientes. (Foto: Alfredo Leiva)

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Lo que no se arrancó, se rompió o se vandalizó, lo que le da al edificio una sordidez que asusta. (Foto: Alfredo Leiva)

Lo que no se arrancó, se rompió o se vandalizó, lo que le da al edificio una sordidez que asusta. (Foto: Alfredo Leiva)

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Una de las habitaciones del primer piso. (Foto: Alfredo Leiva)

Una de las habitaciones del primer piso. (Foto: Alfredo Leiva)

A orillas del lago Gutiérrez, sobre la Ruta 82, a un paso del cerro Catedral y conectado al centro de Bariloche, la hostería El Retorno fue durante años un lugar ideal para el descanso. La calidez de la madera, las flores y los cauquenes del jardín, el muelle, la playa, el bosque, el parque eran los ingredientes perfectos para unas vacaciones ideales y para los residentes que disfrutan del té, una de las mejores opciones de esos domingos de invierno.

Pero este pequeño paraíso no existe más. El Retorno da miedo. Y no es sólo una metáfora. El saqueo de los edificios que hasta hace meses eran una hostería y cabañas acompaña el derrumbe del pequeño imperio económico que Cristóbal López, hoy detenido por defraudación al Estado, comenzó a amasar en Chubut hace 30 años y consolidó durante los gobiernos kirchneristas.

El entonces Grupo Indalo, de López, le compró la hostería a una sociedad de capitales barilochenses en 2013. La operación -cuenta ahora en reserva uno de los que participó de las negociaciones- fue ardua y no se conoció al comprador hasta que se firmaron los papeles. Todo se hizo en blanco.

La razón social no cambió, es la misma porque no sólo se quedó con la estratégica y valorada propiedad sino que además recibió el fondo de comercio.

Alojamiento

60 camas
llegó a tener la hostería en los tres edificios que combinaban habitaciones y cabañas a orillas del lago Gutiérrez

Hostería El Retorno Sociedad Anónima (así se llama la empresa) le debe plata a todo el mundo: desde los trabajadores hasta la Agencia de Recaudación Tributaria de Río Negro, pasando por multas por faltas laborales en el ministerio de Trabajo, pero todo forma parte de una compleja judicialización que impide sacarle un peso a la propiedad.

Cristóbal López, que en la región llegó a manejar colectivos urbanos, casinos y servicios petroleros (no le adjudicaron yacimientos ni llegó a desembarcar con su marca de combustibles Oil), está preso.

Los nuevos dueños mantuvieron abierta la hostería hasta el invierno de 2014. La cerraron para hacer obras: tiraron uno de los edificios del complejo y comenzaron a levantar un hotel de 3.000 metros cuadrados, pero la obra tuvo complicaciones porque la napa estaba muy alta.

Los ocho empleados que tenía la hostería siguieron cobrando religiosamente los salarios.

En febrero de 2018 el Grupo Indalo decidió cerrar todo. Pactó con los empleados un plan de pago de las indemnizaciones y echó llave a las tranqueras.

La fachada de la hostería El Retorno, junto al lago Gutiérrez. (Foto: Alfredo Leiva)

Causa

En junio el Tribunal Oral Federal 3 de Buenos Aires iniciará contra López y su socio Fabián de Souza un juicio por la evasión de 8.000 millones de pesos y el presunto fraude al Fisco porque se trata de dinero que recaudó en concepto del impuesto a la Transferencia de los Combustibles y no trasladó a la AFIP.

Ambos irán además a juicio por la causa que instruyó el juez Julián Ercolini, que acusa a Cristina Kirchner de haber liderado una asociación ilícita que puso en marcha “un esquema de reciclaje de fondos de origen ilícito a través de Los Sauces SA” para “legitimar una porción de dinero de procedencia ilegítima que era canalizado a través de empresas del grupo Báez y del grupo Indalo a través de la actividad inmobiliaria y hotelera desplegada por la sociedad comercial”.

La sala principal donde funcionaba un restaurante y salón de té. (Foto: Alfredo Leiva)

Del piso al techo

En la primavera pasada, la Policía se enteró de que la hostería había sido ocupada por extraños. El comisario Rubén Urzagasti dijo que se trataba de empleados que querían llevarse elementos de valor como compensación por haber perdido el empleo, pero esa información no era cierta.

El saqueo fue obra de centenares de personas, a plena luz del día y con la tácita anuencia policial.

Para cargarse el grupo electrógeno hizo falta más de brazos fuertes: maquinaria y una camioneta con caja grande.

De los baños comunes y de las habitaciones, que acababan de ser remodelados, quitaron hasta las bañeras.

Arrancaron los revestimientos de machimbre de las paredes y levantaron las maderas del parquet. Se llevaron los peldaños de las escaleras.

Desaparecieron puertas y ventanas; y las que no pudieron arrancar las dejaron con los vidrios destrozados.

El espacio donde funcionaba la cocina sólo conservó la enorme campana y los azulejos.

A un costado del camino de entrada desde la Ruta 82 alguien había dejado la semana pasada algunas maderas listas para cargar.

El frío de la cordillera que se mete por los grandes ventanales sin reparo aparece como la única razón por la que la hostería El Retorno no se transformó, por ahora, en tierra de homeless.

Mañana, tarde y una noche de terror

Por la mañana, el enorme terreno es inhóspito; vaya adjetivo para un hospedaje. Cuando el sol cae, parece tierra de nadie. Y por la noche el panorama es incierto porque sólo los que se adueñan de las sombras de El Retorno lo conocen.

Muchos adolescentes van a la playa del Gutiérrez que está junto a la exhostería. El verano pasado los jardines se llenaron de jóvenes y por la noche las habitaciones fueron escenario de grandes y clandestinas reuniones.


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