Ibero Americana: la vuelta de un clásico de Roca

Redacción

Por Redacción

La gente pasa por la vereda de Italia y 9 de Julio, asoma la cara por el largo ventanal y recorre con la vista las altas estanterías del interior. Muchos dudan, entran y preguntan si sigue siendo la Ibero Americana.

-¿Cuándo abren de vuelta? Pregunta un hombre asomando su cabeza por debajo de la persiana metálica.

“Creemos que en 15 días”, responde otro hombre que, trapo en mano, limpia cada una de las ollas de aluminio que se pondrán a la venta.

La pregunta se repite todos los días y los que pasan por la vereda de Italia y 9 de julio se muestran sorprendidos al ver las persianas levantadas de las altas ventanas.

El lugar estuvo cerrado durante cuatro años y es conocido por todos los roquenses como “La Ibero Americana”.


“Somos los mismos” responden desde detrás del mostrador. En realidad se trata del mismo negocio que supo mantener doña Casilda Angulo de Sáez cuando falleció su padre, Félix Angulo, quien junto a Gregorio Brieva crearon el Ramos Generales en calle Italia e Isidro Lobos primero, para luego trasladarse a la esquina actual, de 9 de julio e Italia.


“Mi papá era viajante y yo solía andar con él siendo muy pequeño. Recuerdo a Don Angulo, era un hombre alto. Afuera, en la vereda había unos postes con argollas, donde la gente dejaba atado los caballos”, dice uno de los tantos vecinos de Roca que volvió al local a contar de años pasados.


La apertura de la Iberoamericana fue una decisión tomada por la hija de Casilda, Leonor Fabiola Sáez y su esposo, Osvaldo Cerezuela, quien supo trabajar en el Ramos Generales junto a Casilda, pero por algunas diferencias con su suegra, se retiró y puso su propio local de bazar y ferretería a pocos metros, al que llamó “La vieja pava”.

En el archivo del diario “Rio Negro”, se encontraron algunas fotos en blanco y negro que muestra el local por dentro. Comparada con una foto actual, se puede ver que nada ha cambiado.


Doña Casilda bajó las persianas en 2014 por algunos problemas de salud, teniendo 93 años y falleció en marzo de 2018. Su negocio había quedado a oscuras durante cuatro años. Sin embargo en el interior de gran salón todo quedó intacto: las estanterías, el mostrador, la antigua caja registradora, el piso, las paredes de 30. Todo como lo diagramó Don Ángulo.


En diciembre de 2018 Leonor y Osvaldo decidieron trasladar los artículos del local “La vieja Pava” hacia el de la Iberoamericana, rescatando del olvido al Ramos Generales.


“Hemos realizado una gran inversión para recuperar un edificio y un negocio histórico para la ciudad. Esta Nueva Ibero Americana es como un museo. Antes que mamá cerrara el local en el 2014, la gente grande venía con sus nietos a mostrarles el lugar donde ellos llegaban con sus padres cuando niños. Se que la gente tiene un cariño especial por este lugar, porque le trae muchos recuerdos”, dice Leonor.



Leonor invita a recorrer el local que mide 24 metros de largo por 12 de ancho. Varias personas, entre ellos su hijo Francisco, ordenan, limpian y redistribuyen los productos que estarán a la venta.
En líneas generales todo seguirá como está. Quedan los mostradores, las grandes estanterías, vitrinas y hasta la caja registradora antigua que aún funciona, como así también las baldosas originales, colocadas hace más de cien años.

“En las estanterías de arriba del todo (a cuatro metros de altura) hay otras cosas, pero no estarán a la venta”, dice Leonor mientras señala radios antiguas o las recordadas cajas de lata con el círculo de vidrio por donde se mostraban las deliciosas masitas Terrabusi, un clásico en los “pedidos” de mercadería del mes en nuestra infancia.

“Esta Nueva Ibero Americana será como un museo. Antes que mamá cerrara el local en el 2014, la gente grande venía con sus nietos a mostrarles el lugar donde ellos llegaban con sus padres cuando niños. Sé que la gente tiene un cariño especial por este lugar porque le trae muchos recuerdos”, asegura Leonor.

La dueña informa que se venderá de todo, menos alimentos. “Mi madre solía traer especias de una marca reconocida, pero nosotros no lo haremos. No somos del rubro gastronómico. Será bazar y ferretería”.

Antes que mamá cerrara el local en el 2014, la gente grande venía con sus nietos a mostrarles el lugar donde ellos llegaban con sus padres cuando niños».

Leonor


Osvaldo, su esposo, cuenta que muchos clientes han entrado sólo para recordar. “Algunos se ponen a llorar porque venían de niños con sus padres o abuelos. Se generan cosas muy emotivas”, dice.


Los que caminan por Italia y 9 de Julio ya pueden ver que las angostas puertas, de tres metros de alto, están abiertas de par en par.
Por allí entran los que buscan todo lo necesarios para hacer la salsa de tomates de esta temporada, las conservas de frutas o pedirán por la olla de aluminio más grande.


Pero también entraran los nostálgicos, que al ver las altas estanterías con sus radios de madera y el largo mostrador tal vez se recuerden siendo niños, pidiendo las masitas de la caja grande o extrañando a doña Casilda junto a la inmensa máquina registradora, rescatando del tiempo algo que parecía se había perdido.


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