Intimidad de una noche helada en la chacra

"Río Negro" acompañó a un productor en su lucha por proteger la próxima cosecha.

A las 6:30 comenzaron a despuntar los primeros rayos de sol. Intentaban abrirse paso entre una densa humareda que cubría buena parte del cielo valletano.

A esa hora, el cuerpo ya pide una pausa. Los músculos comienzan a relajarse y los bostezos se precipitan unos atrás de otros. Casi imparables.

El físico dice que ya terminó otra noche de «lucha» contra la helada, ese fenómeno meteorológico que en esta época del año desvela a los productores, y enciende ese sistema de alarma que los mantiene despiertos durante horas. A veces, durante días.

Pero la historia de esta noche de combate, que en algunas zonas llegó a marcar los 3 grados bajo cero, había comenzado el martes por la noche, en la chacra de 36 hectáreas que Carlos Jedrejcic tiene en la intersección de Lacar y Romagnoli. A unos mil metros al sur del acceso conocido como Puente Palmieri, en la Ruta Nacional 22.

La sobremesa de un asado sirvió para preparase y afrontar lo que ya de antemano se anticipaba como «difícil».

Algunas recomendaciones, varios chistes y las clásicas anécdotas sirvieron para relajar los ánimos y afrontar lo que se venía.

No es fácil. Esta es la decimosexta noche de helada en lo que va de la temporada y hasta ahora, en ninguna de ellas tuvieron que encender los calefactores.

A esta altura casi una «bendición» porque la utilización del fueloil puede resultar un método efectivo pero también muy costoso.

Jedrejcic reconoce que la inversión efectuada hace tres años con un sistema de riego sub arbóreo fue un paso importante. Pero a veces nada parece alcanzar.

Cuando el termómetro comienza a bajar y la helada se precipita sobre la chacra, se hace todo lo que esté al alcance.

A veces hasta lo imposible.

Atentos… a todo

Ya entrada la medianoche las bombas están a pleno.

Un sistema de riego distribuido a través de tres potentes motores sirven para abastecer de agua cada sector. Algunos cuadros de duraznos y peras ya están lo suficientemente inundados como para contener la helada, en otros los aspersores trabajan incansablemente para sostener la humedad.

Pero en una noche como esta los imprevistos aparecen de la nada. A veces del lugar de donde menos se piensa. La drástica caída de la presión en el sistema genera la primera preocupación. Celular en mano Jedrejcic busca las primeras respuestas entre sus empleados. A esa altura los interrogantes sobran y lo que falta son soluciones.

Minutos después el teléfono vuelve a sonar. «Así no se puede», se queja el productor. No es para menos. En cuestión de segundos desconocidos le robaron dos tramos de riego de uno de los últimos cuadros de la chacra lo que provocaba una pérdida de agua y una drástica caída en el riego.

En minutos llega la ayuda y de la nada todo vuelve a la normalidad. Pero sólo por algunos minutos.

El recorrido a bordo de la camioneta es incesante en todo el establecimiento. Los tres puestos con los peones que controlan los motores y los termómetros no se detiene.

Se los abastece de combustible para los tractores que sostienen el funcionamiento de cada motor. También hay atados de cigarrillos y galletitas para los primeros mates de la madrugada. El movimiento ya es imparable.

Los teléfonos celulares están a pleno y comienzan los primeros contactos con el resto de los productores de la zona. Algunos ya tuvieron que prender desde temprano sus calefactores, otros tratan de buscar consejos para iniciar la lucha.

Ya en el ambiente se puede oler el humo que proviene de otras chacras. A esa altura, el combate ya está en todo su esplendor.


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