Joaco se reencontró con su caballo Piñonero y los chivitos del norte neuquino

Se había quedado varado en Varvarco al comienzo de la pandemia y fue entonces que sus tíos le regalaron un caballo. Ahora volvió al puesto en la época de las pariciones y recorrió el campo montando el bayo blanco con el que los acompañara en el próximo arreo.

Seguro que si viste la foto te la acordás: Joaco con su sombrero de arriero y su barbijo mirando asombrado a Piñonero, el caballo que le regaló su tío Cocho. El sol entibiaba la tarde de comienzos de mayo mientras el bayo blanco comía avena de un morral de arpillera atada con un hilo grueso, que al pequeño gaucho de seis años le pareció un tapabocas como el que usaba él, hasta que Cocho le explicó.

Mayo 2020. Joaco conoce a Piñonero. Foto: Martín Muñoz.


De fondo, los 4.707 del techo de la Patagonia, el Domuyo. Y a los pies del volcán, en el puesto del paraje Las Ramadillas, un chico feliz con su montura, la que soñaba tener para acompañar a los mayores en los arreos de las chivas y ovejas desde las tierras de las pariciones de la invernada a las de pasturas y aguas de deshielo de la veranada en las alturas de la cordillera, donde las crías se hacen fuertes para volver a reiniciar el ciclo con paso más firme y rápido en los caminos del norte neuquino.

Octubre 2020. Joaco acompaña al campo a sus tíos, inseparable de Piñonero, Foto: Martín Muñoz

Así son las cosas en la tierra donde el oficio de los trashumantes se transmite de generación en generación con mujeres y hombres de piel curtida por el sol al frente de esos animales que van y vienen y son su sustento.

Upa. Joaco y los chivitos. Foto: Martín Muñoz

Para Joaquín Hernández Muñoz, aquella salida al puesto de Las Ramadillas (por las casitas hechas con ramas de ñires) había sido una de las primeras durante la pandemia.

Se había quedado con su abuela Custodia Tapia a 15 km en Varvarco y con el corte de rutas su mamá Viviana Muñoz no pudo ir a buscarlo desde El Cholar, unos 100 km al sur por la 43. Piñonero fue la sorpresa que encontró su familia para ayudarlo a sobrellevar esos días, hasta que pudo volver a su casa.

A comienzos de octubre, Joaco volvió a Las Ramadillas para reencontrarse con su caballo, meterse en el mundo de las pariciones, recorrer los campos con sus tíos Cocho y Amada y los primos Walter, Ismael, Marilin y Mical, que tienen otros trabajos pero dan una mano en todo.

Polainas. Son de sus tíos, le gusta andar así. Foto: Martín Muñoz

A Piñonero lo halló más flaco después de un invierno en el que llegaron a acumularse cerca de 70 centímetros de nieve que tapaban su alimento, tanto que Cocho tuvo que llevarlo al rancho para que recuperara peso. Y cuando llegó Joaco le llevó fardos y se quedaba al lado arrodillado mientras el bayo blanco comía.

Comida para Piñonero. Foto: Martín Muñoz

También le dio la mamadera a los chivitos guachos que llegaban tarde al reparto, los subió a upa, los acarició mientras otro de sus tíos, el fotógrafo y guardafauna Martín Muñoz, registraba esas escenas a metros de la casa donde la electricidad llegó hace tres años, la calefacción es a leña, el agua de vertiente llega por manguera, hay señal de celular y a veces se puede acceder al Wi fi y otras hay que trepar los cerros para conectarse

Postal del norte neuquino. Foto: Martín Muñoz

Martín es también es el autor de la primera imagen de Joaco y Piñonero que publicó Río Negro, y fue reproducida por otros medios, viajó por las redes y hasta se ganó su lugar en el portal de la Sociedad de Geografía de Ginebra, junto al artículo que la acompañó, presentado y traducido por el profesor italiano radicado en Suiza Gianni Hochkofler, un enamorado de la Patagonia y del aire fresco que se respira en sus historias, como le gusta describir.

Joaco pasó horas con los chivitos. Foto: Martín Muñoz.


Después de pasar casi un mes en el campo, Joaco volvió a El Cholar y en los primeros días de diciembre regresara a Las Ramadillas para acompañar a su familia arriera en la travesía de tres días hasta Los Cerrillos rumbo a las tierras de veranada, entre lagunas y montañas. Allí estará Piñonero esperándolo para llevarlo a cumplir su sueño.


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