Odra migró de Venezuela a Neuquén para recuperar a sus hijos y sobrevivió a un intento de femicidio

El agresor, su expareja, enfrentará un juicio. Está acusado de haberla amenazado, de desobedecer la prohibición de acercamiento y del ataque a puñaladas que puso en riesgo su vida.

Odra María González Trías estuvo dos años sin ver a sus dos hijos. Su expareja, José Gregorio Montaño, los trajo desde Venezuela hasta Argentina sin su autorización. Les dijo que ella los había abandonado. Cuando finalmente pudieron reencontrarse en la ciudad de Neuquén, él la observó, y lanzó palabras como puñales.

-Qué horrible estás.

El 22 de septiembre de 2022 prescindió del lenguaje. Le provocó 16 lesiones con un cuchillo de punta y hoja lisa, con mango color naranja. Fue a las 13.30, en la calle.

La herida más grave está en la mano izquierda. Odra no puede flexionar los dedos, cerrarlos y hacer un puño. Es probable que la vuelvan a operar. Ya lo hicieron, para salvarla ni bien ocurrió el ataque. Según la pericia médica que ofreció la fiscalía corrió riesgo su vida.

Nació en San José de Guanipa, una zona conocida como «El Tigrito», al oriente de Venezuela y a una hora del mar. A los 21 años conoció a Montaño. Él compraba comida en el negocio de su mamá. Tuvieron dos hijos: la mayor cumplirá 15 años esta semana y el más chico de 13. Debido a la crisis económica viajó hasta Boa Vista, Brasil, una ciudad en la frontera. Necesitaba «llevar dinero a casa».

-Había días que en verdad mis hijos no comían, sin un pan por la mitad, era lo que se comía. Y eso era lo que a mí me tenía mal.

El maltrato en la relación con Montaño, que duró 14 años, era cotidiano.

-Tú no sirves, tú no me ayudas, tú no me colaboras.

El imputado está detenido con prisión preventiva desde el momento del hecho. Foto Matías Subat.

La mujer le pidió a la familia de él que se encargaran del cuidado de sus hijos. Montaño en ese momento estaba de viaje.

-Cuando él llega a casa, que pregunta por mí, le dicen que yo estoy para Brasil y es donde arma el escándalo y dice que dejé abandonado a los niños.

Primero denunció que Odra estaba desaparecida. Montaño dejó Venezuela y se instaló en Argentina con los chicos. Su hija se comunicó con ella, a escondidas del papá. «Le dio una paliza, le pegó horrible» cuando se enteró que hablaban.

-No creas que mamá se olvidó de ti, mamá está pendiente de ustedes, mamá anda buscándolos a ustedes.

En Brasil, Odra consiguió empleo en un supermercado Carrefour. Compartía departamento con otra venezolana. Llegaba, dormía y volvía a trabajar, sumaba todas las horas extras posibles. ¿Para qué volver a casa si estaba sola?

Todo cambió cuando su hija denunció en la escuela que Montaño era violento con ella y que su mamá no estaba. Intervino la defensoría de los Derechos del Niño, Niña y Adolescente de Neuquén y comenzó una nueva odisea: Odra tenía que llegar a Argentina en plena pandemia de coronavirus.

-El hisopado me lo hice como 40 veces, ya no tenía sensibilidad aquí (se señala la nariz).

Esa mujer sumisa ya no existe


El juez de Garantías, Lucas Yancarelli, resolvió ayer que Montaño será enjuiciado por el intento de femicidio de Odra. Fueron aceptados 29 testigos, entre los ofrecidos por la fiscal María Eugenia Titanti, la abogada querellante Silvana Colipi, que ejerce el patrocinio jurídico gratuito que brinda el ministerio de Mujeres de la Nación, y el defensor público Fernando Diez.

Además está imputado por haberla amenazado de muerte e incumplir la orden de restricción de acercamiento que le había impuesto la jueza de Familia.

La defensa anticipó que no discutirá la existencia del ataque, pero sí las circunstancias en que Montaño llegó con sus hijos desde Venezuela y sostendrá que el cuchillo que tenía ese día lo llevaba «por seguridad». Lo que busca plantear es que no hubo premeditación, que no planificó la agresión.

Odra contó que cuando consiguió trabajo en Neuquén y pudo reencontrarse con sus hijos ya no era aquella mujer sumisa, de cabeza gacha, a la que le escupían que no servía para nada.

«Ellos no tienen la culpa de que su papá haya hecho lo que hizo», dijo sobre sus hijos. Foto Matías Subat.

Cuando en la audiencia el policía le sacó las esposas a Montaño, por un instante ella pensó que él iba a tomar el arma para dispararle. No era un terror de fábula. La última vez que lo había visto lo tenía encima, lastimándola, a unas pocas cuadras de su casa, en el barrio TCI. La asistieron dos hombres que pasaban por allí.

El frío patagónico es insoportable para un cuerpo de brisa playera, así que aquel 22 de septiembre estaba abrigadísima. Montaño andaba en bicicleta y cuando la cruzó le preguntó porque lo denunciaba si él la amaba.

-Yo no te amo, yo no quiero nada contigo. Te di oportunidades inmensas para ayudarte porque eres el papá de mis hijos, para que fueras a un psicólogo, para que fueras a un psiquiatra, necesitas ayuda. Y no me quieres, para ti tu ayuda es que viva contigo, y yo no quiero vivir contigo.

Pensó que él iba a golpearla.

-Las primeras cuchilladas yo no las sentí. Cuando me doy cuenta y me miro la sangre, empiezo a pegar grito: «me está matando».

Espera con ansias el juicio. Como cristiana Odra confía en que Dios «no la va dejar en vergüenza».

-Yo me remonto a mi hija, me remonto a las chicas que hoy mueren y nadie paga nada. Entonces digo, si tú me dejaste viva es que tú quieres que yo haga justicia por mí, y por todas las chicas que han muerto y no han podido a hablar.


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