Bariloche cumple 117 años: La aldea de montaña que quedó en el pasado

Bariloche cumple 117 años. Fundada el 3 de mayo de 1902, reúne una multiplicidad de identidades culturales, marcada por fuertes raíces originarias, europeas y de países limítrofes.

“La identidad es una permanente cocción de ingredientes. Es como un locro que se va cocinando y absorbiendo los sabores de cada ingrediente. No podemos hablar de una supremacía de uno sobre el otro”, especificó el profesor de historia, Daniel Fuentes.

Bariloche no escapa a esta descripción con el pueblo mapuche, descendientes de inmigrantes europeos y de países limítrofes, los nacidos y criados (nyc) y los recién llegados. Muchas veces, los barilochenses suelen plantear que la ciudad “no tiene una identidad definida” pero sí la tiene. Bariloche es una multiplicidad de identidades culturales.

Durante varias décadas, la sociedad barilochense se encargó de exaltar a los inmigrantes europeos y sus costumbres, bajo la etiqueta de la Suiza Argentina. La inmigración chilena, sin embargo, fue la más fuerte en las últimas décadas.

“Argentina tenía un 40% de inmigrantes extranjeros a principios del siglo XX y, Bariloche con 7.000 habitantes no era ajena a esta cifra. Los pueblos originarios quedaron ocultos con el rótulo de chilenos”, destacó Fuentes.

Familias de paseo por el Centro Cívico, una postal que nunca pasa de moda. Foto: Archivo Visual Patagónico

La aldea de montaña quedó atrás hace ya varios años. De acuerdo a los datos oficiales, Bariloche no superaba los 30.000 habitantes en los 70; el siguiente censo registró 55.000 habitantes; 80.000 en los 90; 100.000 en el año 2000 y 113.000, según el censo del 2010.

Ojalá en algún momento logremos terminar con la desigualdad que existe. Esta ciudad genera muchísima riqueza que se distribuye muy mal

Joaquín Collazo, 26 años.

Bariloche creció vertiginosamente a nivel demográfico. La crisis económica hizo que gran cantidad de familias de diversos puntos del país apostaran por la ciudad a orillas del Nahuel Huapi. La inmigración de los países limítrofes, poco a poco, dejó muy atrás a la europea. En los últimos dos años, la inmigración venezolana casi alcanzó a la chilena.

“Hubo también una fuerte migración intraprovincial en los últimos 20 años producto de la crisis ganadera y la falta de desarrollo productivo en la Línea Sur. También a raíz del fenómeno climático de los volcanes. Y mucha llegada del conurbano boaerense y de las ciudades grandes”, planteó Fuentes.

Este profesor de historia de 52 años nació en Jaramillo, Santa Cruz. Desembarcó con su familia en Bariloche allá por el 72 y en plena dictadura militar, emprendió un exilio interno. Regresó a la ciudad en 1992. “Acá tenía posibilidad de trabajo, de reencontrarme con un pasado perdido que fui reconstruyendo con el tiempo”, subrayó.

Espero que Bariloche logre ser más equitativa. Que el dinero que entra por el aeropuerto se desparrame un poco más. Que se meta en el Alto

Edgardo Lanfré, cantante y escritor.

Juan Carlos Quevedo, misionero, se estableció en Bariloche en 1984 con la intención de armar un negocio de productos químicos. Un año después, se radicó su esposa y sus tres hijos.

“Al llegar, me llamó la atención que fuera tan pueblito a pesar de su fama. Casi todos los rubros tenían un pionero. Paradójicamente, todos estaban relacionados con la descendencia de inmigrantes europeos, los más prósperos”, indicó.

“Había una fuerte dicotomía entre la ciudad turística, muy europea, apellidos que abrían puertas y el común de la gente, muy anónima con poca infraestructura. Había un respeto al nyc (nacido y criado) y los descendientes. Los que recién llegábamos teníamos que tener esa observancia”, advirtió.

Quevedo hizo hincapié en la crisis neoliberal de los 90 que atrajo a mucha gente esperanzada hacia Bariloche. “Afloraron problemas propios de las grandes ciudades, como grandes masas de trabajadores que ya no lograban vivir solo de la temporada turística. Tensiones sociales y grandes movilizaciones porque el estado no estaba presente”, señaló y enfatizó: “De esta forma, se fue generando un caldo de cultivo. La sociedad se fue volviendo cada vez más asimétrica”.

Con 26 años, Joaquín Collazo se define: “Nací y me crié en Bariloche. Soy un nyc, como dicen acá, pero no me gusta mucho la expresión porque a veces, se usa para marcar una distancia con los que vienen de otro lado”.

El joven regresó a la ciudad luego de algunos años de estudio en Buenos Aires y hoy, hace changas de construcción y ventas ambulantes. Sueña con ser docente de filosofía.

“En una ciudad chica pero turística, continuó Joaquín, es habitual convivir con la sensación de que te cruzas a la misma gente pero al mismo tiempo, hay extranjeros pululando. Para alguien que vive acá hace mucho que le digas digas ‘llegué a la ciudad hace 6 meses´ es casi lo mismo que te presentes como un turista más. Porque son muchos los que vienen y van todo el tiempo”.

Quevedo no lo duda: “¿Qué sueño para mi ciudad? Que cualquiera en Bariloche no tenga que pensar en migrar, que pueda estudiar, tener un trabajo digno, edificar su casa y un sistema de salud que funcione. Vivimos en un lugar muy rico, con recursos a la vista y gente muy valiosa”.


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