La capital de Haití se atrinchera y espera lo peor
Aristide insiste en no dejar el poder y pidió ayuda a la comunidad internacional. Otra ciudad cayó en poder de los rebeldes. La Unicef denunció violaciones de niños.
PUERTO PRINCIPE (AFP/AP/DPA) – El presidente de Haití, Jean Bertrand Aristide, parecer estar perdiendo poco a poco la relación con la realidad de su país. Mientras los rebeldes armados tomaban el domingo pasado la ciudad de Cabo Haitiano, la segunda más grande de la nación, el presidente recibió en su palacio de Puerto Príncipe a los reyes del Carnaval y elogió la «resistencia» de esa ciudad. Para los opositores, sus días en el poder están contados.
Aristide realizó ayer un desesperado pedido a la comunidad internacional pidiendo ayuda urgente para Haití, advirtiendo que de lo contrario podrían morir miles de personas y desatarse un éxodo de refugiados . El mandatario formuló la apelación mientras los diplomáticos estadounidenses desplegaban esfuerzos de última hora para que la oposición, que piden la renuncia de Aristide, accediera a a un plan de paz. Sin embargo, antes de que se cumpliera el plazo varios líderes opositores indicaron que la respuesta sería «no''.
En tanto, una nueva ciudad del noroeste del país cayó en manos de los insurgentes. Port-de-Paix, con alrededor de 120.000 habitantes, quedó bajo control de los insurgentes en la noche del lunes al martes, según corresponsales de esas radios.
Port-de-Paix (a 300 km de Puerto Príncipe) fue el escenario de saqueos e incendios, entre otros lugares de la comisaría central, tal como ocurrió en precedentes ataques a las localidades que ahora controlan los rebeldes, precisaron medios haitianos. Los insurgentes, dirigidos por el ex comisario Guy Philippe, controlan la mitad del país.
Mientras tanto, la tensión se respira en Puerto Príncipe, capital y bastión del gobierno . Una decena de jóvenes desocupados, instalados no lejos del Palacio Presidencial, prometen defender al presidente Aristide día y noche. «La muerte o Aristide», claman estos habitantes de barrios miserables, mientras que a menos de 200 metros los marines estadounidenses llegados el lunes, vigilan desde el techo de la embajada de Estados Unidos, con metralletas y sacos de arena.
Pese a todo, la ciudad estaba en calma el último día de carnaval. Las vallas instaladas desde hace dos días sobre la ruta del puerto que conduce al aeropuerto, en el límite del mayor barrio marginal de la capital, Cité Soleil, y las del barrio de Tabarre, permitían la circulación.
Los «chimères», activistas armados del partido oficialista Lavalas, reclutados en los barrios pobres, habían desaparecido ayer. «Defenderemos a Titid (Aristide) día y noche», dice Wonky, quien se presenta como el jefe del grupo. Lleva una camiseta con el retrato del presidente en la espalda. Quienes lo rodean llevan pequeños calendarios editados para el bicentenario de la independencia, el 1 de enero.
Los calendarios, con una foto de Jean Bertrand Aristide, cubren un período de tres años, como para recordar que el mandato del presidente culmina en 2006. «Me dio la libertad, nos desembarazó de los tontons macoutes (la guardia pretoriana de los Duvalier, que gobernaron dictatorialmente durante décadas), de los Fraph (paramilitares de la época del general dictador Raoul Cédras) y de los asistentes (eufemismo para nombrar a la policía)», agrega Jean Pierre, mecánico sin trabajo desde hace cinco años.
«Estamos dispuestos a combatir», dice Wonky, quien, al igual que sus camaradas, no lleva armas y afirma no tenerlas. «Dejemos pasar el carnaval», dice. Una de las consignas del carnaval, durante el que la política no estuvo ausente, fue «Combatiremos después del carnaval».
El gobierno británico llamó a los 70 británicos a abandonar el país. España, Estados Unidos, Canadá y Francia ya habían lanzado un llamado similar.
La Unicef se sumó al coro de voces que claman por evitar un desastre humanitario en el país más pobre de América: asegura que los servicios sanitarios y defensores de los derechos humanos reportaron varias violaciones de niños en el marco de la actual crisis. La situación de la niñez haitiana ya era una de las peores del mundo antes de la crisis, cuando más del 10% de los niños nacidos moría antes de cumplir 5 años.
Nota asociada: La oposición rechaza el plan
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