La denuncia de Solá

Si resulta que tiene razón el candidato a gobernador bonaerense por el massismo Felipe Solá cuando dice que le “afanaron” casi 200.000 votos en las PASO del 9 de agosto, no sólo su rival oficialista Aníbal Fernández sino también el presidenciable Daniel Scioli se ven frente a un panorama poco promisorio. Aunque desde el punto de vista de los dos representantes del Frente para la Victoria los presuntos resultados de la consulta fueron menos brillantes de lo que habían esperado, no cabe duda de que sirvieron para hacer de Scioli el favorito para triunfar en las elecciones del 25 de octubre y brindar la impresión de que Fernández podría derrotar a la macrista María Eugenia Vidal. De haber conseguido Scioli un porcentaje levemente menor que el registrado, muchos hubieran llegado a la conclusión de que no le sería nada fácil ahorrarse el desafío que le supondría una segunda vuelta. Asimismo, de haber terminado Fernández tercero en las primarias, el kirchnerismo estaría en crisis, mientras que Solá tendría buenos motivos para creerse capaz de apropiarse de la parte del león del voto peronista provincial. Solá, un peronista disidente, basa su denuncia en las anomalías que detectó en centenares de mesas, en especial las de Mar del Plata, en las que, según afirma, tuvo “cero votos” a pesar de que el candidato presidencial Sergio Massa sí logró una cantidad previsible. También señala que “esto que me pasó a mí pudo haberles pasado a otras fuerzas políticas”, de tal modo insinuando que, a su entender, es bien posible que Vidal haya superado la barrera psicológica del 30% de los sufragios. Si bien a esta altura no sería del todo fácil confirmar o desestimar lo que dice Solá, el que en las semanas previas a las PASO todas las agrupaciones opositoras hayan advertido que los kirchneristas intentarían manipular los resultados y que por lo tanto les era urgente movilizar un auténtico ejército de fiscales de mesa lo hace más verosímil de lo que sería el caso en otras circunstancias. Al fin y al cabo, el gobierno actual nunca ha vacilado en falsear los datos económicos. Puesto que en las primarias hubo aun más en juego, no extrañaría del todo que los oficialistas menos escrupulosos procuraran mejorar los resultados de la consulta con el propósito de ayudar al candidato de “la continuidad” y, desde luego, a su compañero de fórmula, Carlos Zannini. Por lo demás, no es ningún secreto que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y muchos otros funcionarios del gobierno nacional temen que un eventual triunfo opositor se viera seguido por una ofensiva frontal contra la corrupción ya que, si bien Mauricio Macri es reacio a aludir al tema, entre sus partidarios están personas como Elisa Carrió, Patricia Bullrich y Laura Alonso, que no comparten sus inhibiciones y que, de tener la oportunidad, tratarían de desmantelar todas las defensas judiciales que han improvisado los kirchneristas. Por desgracia, como nos recordó hace poco lo sucedido en Santa Fe y, en las PASO, las provincias feudales, las acusaciones de fraude electoral son frecuentes en nuestro país. A muchos les parece evidente que la resistencia kirchnerista a permitir la modernización del sistema, incorporando innovaciones como la boleta única electrónica que hace más difícil la manipulación de los resultados, se debe a la conciencia de que al oficialismo le convendría conservar los métodos tradicionales que brindan más poder a la agrupación hegemónica de turno. También benefician al oficialismo los obstáculos propios de la ley electoral en el camino de quienes quisieran pactar nuevas alianzas electorales después de celebrarse las PASO. Con todo, si bien es natural que quienes están en el poder se esfuercen por retenerlo elaborando sistemas electorales que los favorecen, hay una diferencia muy grande entre impulsar innovaciones jurídicas por un lado y, por el otro, fraudes como el denunciado por Solá. Puede que se haya equivocado y que, a pesar de sus sospechas, los resultados de las PASO reflejaran con precisión la voluntad popular como se manifestó el 9 de agosto, pero es tal el clima político imperante en el país que muchos confiarán más en la palabra del exgobernador bonaerense que espera reanudar su trabajo en La Plata, que en las de sus adversarios kirchneristas o sciolistas.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.196.592 Director: Julio Rajneri Editor responsable: Guillermo Berto Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA Martes 18 de agosto de 2015


Si resulta que tiene razón el candidato a gobernador bonaerense por el massismo Felipe Solá cuando dice que le “afanaron” casi 200.000 votos en las PASO del 9 de agosto, no sólo su rival oficialista Aníbal Fernández sino también el presidenciable Daniel Scioli se ven frente a un panorama poco promisorio. Aunque desde el punto de vista de los dos representantes del Frente para la Victoria los presuntos resultados de la consulta fueron menos brillantes de lo que habían esperado, no cabe duda de que sirvieron para hacer de Scioli el favorito para triunfar en las elecciones del 25 de octubre y brindar la impresión de que Fernández podría derrotar a la macrista María Eugenia Vidal. De haber conseguido Scioli un porcentaje levemente menor que el registrado, muchos hubieran llegado a la conclusión de que no le sería nada fácil ahorrarse el desafío que le supondría una segunda vuelta. Asimismo, de haber terminado Fernández tercero en las primarias, el kirchnerismo estaría en crisis, mientras que Solá tendría buenos motivos para creerse capaz de apropiarse de la parte del león del voto peronista provincial. Solá, un peronista disidente, basa su denuncia en las anomalías que detectó en centenares de mesas, en especial las de Mar del Plata, en las que, según afirma, tuvo “cero votos” a pesar de que el candidato presidencial Sergio Massa sí logró una cantidad previsible. También señala que “esto que me pasó a mí pudo haberles pasado a otras fuerzas políticas”, de tal modo insinuando que, a su entender, es bien posible que Vidal haya superado la barrera psicológica del 30% de los sufragios. Si bien a esta altura no sería del todo fácil confirmar o desestimar lo que dice Solá, el que en las semanas previas a las PASO todas las agrupaciones opositoras hayan advertido que los kirchneristas intentarían manipular los resultados y que por lo tanto les era urgente movilizar un auténtico ejército de fiscales de mesa lo hace más verosímil de lo que sería el caso en otras circunstancias. Al fin y al cabo, el gobierno actual nunca ha vacilado en falsear los datos económicos. Puesto que en las primarias hubo aun más en juego, no extrañaría del todo que los oficialistas menos escrupulosos procuraran mejorar los resultados de la consulta con el propósito de ayudar al candidato de “la continuidad” y, desde luego, a su compañero de fórmula, Carlos Zannini. Por lo demás, no es ningún secreto que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y muchos otros funcionarios del gobierno nacional temen que un eventual triunfo opositor se viera seguido por una ofensiva frontal contra la corrupción ya que, si bien Mauricio Macri es reacio a aludir al tema, entre sus partidarios están personas como Elisa Carrió, Patricia Bullrich y Laura Alonso, que no comparten sus inhibiciones y que, de tener la oportunidad, tratarían de desmantelar todas las defensas judiciales que han improvisado los kirchneristas. Por desgracia, como nos recordó hace poco lo sucedido en Santa Fe y, en las PASO, las provincias feudales, las acusaciones de fraude electoral son frecuentes en nuestro país. A muchos les parece evidente que la resistencia kirchnerista a permitir la modernización del sistema, incorporando innovaciones como la boleta única electrónica que hace más difícil la manipulación de los resultados, se debe a la conciencia de que al oficialismo le convendría conservar los métodos tradicionales que brindan más poder a la agrupación hegemónica de turno. También benefician al oficialismo los obstáculos propios de la ley electoral en el camino de quienes quisieran pactar nuevas alianzas electorales después de celebrarse las PASO. Con todo, si bien es natural que quienes están en el poder se esfuercen por retenerlo elaborando sistemas electorales que los favorecen, hay una diferencia muy grande entre impulsar innovaciones jurídicas por un lado y, por el otro, fraudes como el denunciado por Solá. Puede que se haya equivocado y que, a pesar de sus sospechas, los resultados de las PASO reflejaran con precisión la voluntad popular como se manifestó el 9 de agosto, pero es tal el clima político imperante en el país que muchos confiarán más en la palabra del exgobernador bonaerense que espera reanudar su trabajo en La Plata, que en las de sus adversarios kirchneristas o sciolistas.

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