La familia, pilar de un deportista

Madres de Viedma ofician como guías, fanáticas y representantes. Los jóvenes deportistas muchas veces deben dejar sus hogares de niños, pero los padres no renuncian a su rol.

Muchos padres ven en sus hijos un reflejo de lo que no pudieron alcanzar. Los respaldan en el deporte para que cumplan sus sueños, tengan la oportunidad que ellos no tuvieron y además, construyan su personalidad de la mano de hábitos saludables.

Pero a medida que se hacen profesionales, deben dejar la casa de pequeños y los padres no renuncian a cumplir su rol. Controlan que estudien, que coman saludable y que se porten bien.

En esta tarea difícil y comprometida están Gabriela Forchino, mamá de Lucas Malacarne y Sol Vivier, mamá de Franco Navarro. Ambas acompañan cotidianamente y son pilares fundamentales en la película deportiva que sus hijos filman ante cada compromiso competitivo.

Lucas es futbolista. Defensor en Sol de Mayo de Viedma que actúa en el Torneo Federal “A” de fútbol. Pero con 14 años, ya cuenta con mucha experiencia, fue reclutado, primero, por la Comisión de Actividades Infantiles (CAI) de Comodoro Rivadavia, luego hizo las inferiores en River Plate y también tuvo un paso efímero por clubes de Holanda y Albania.

Franco integra el equipo de Atenas de Patagones que interviene en la Liga Argentina de Básquet. Se inició a los 12 años en la Escuela Municipal de Luis Beltrán, luego pasó por San Lorenzo del Sur de Bahía Blanca, Deportivo Roca, Jorge Newbery y finalmente el griego maragato. Su puesto es pivot y con 17 años y 1.98 metros de altura, asoma como promesa.

A Lucas le dieron la opción de jugar al básquet en el club San Martín de Viedma o al fútbol en Sol de Mayo. Tuvo suerte el año que eligió el fútbol en 2004, lo reclutó la Comisión de Actividades Infantiles (CAI) de Comodoro Rivadavia. “Se fue de muy chico pero antes tuvo que rendir todas las materias que se llevaba de primer año porque la escuela no se negocia”, cuenta la mamá del futbolista.

Luego los vaivenes del deporte, lo llevaron a terminar el secundario cursando por las noches pero su familia siempre estuvo detrás.

Gabriela recuerda que en la pensión de la CAI “se comía mal” por lo tanto “tuve que reclamarle una solución por teléfono al presidente Carlos Peralta. A los pocos días, Lucas me llamó para preguntarme qué había hecho, porque de los fideos que se pegaban al plato, apareció un menú con carne”.
Trelew, la filial de la CAI, no estaba a un paso, “sin embargo, mi mamá o mi abuelo, estaban cada dos meses allá”, rememora el futbolista que está a punto de cumplir 30 años.

A la distancia, Gabriela también le trasladó a los dirigentes la preocupación cuando volvieron ebrios de una fiesta, y los dejaron solos. Luego tuvo que estudiar todos los reglamentos de la Federación Internacional de Fútbol Asociados (FIFA) en procura de rehabilitarlo como jugador ya que tenía el pase trabado en Albania. Fue ella, quien escribió las cartas de reclamo.
A raíz de esta última experiencia, alude que “a los de Futbolistas Agremiados los volví locos para que les devolvieran el pase porque los albaneses no querían reconocer el contrato”.


No lo dejan solo


Sol cuenta que Franco trascendió cuando lo vieron tan alto. Hoy con 17 años, mide 1,98-, y lo llamaron de Bahía Blanca hacia dónde viajaba todos los fines de semana, luego el técnico Dardo Etchepare lo llevó a Roca, pero la familia vivió horas inquietantes cuando estuvo solo en Patagones para el Federal de Nebwery porque la condición de residencia no era la adecuada.

“Tomamos la determinación con su papá de que volviera a Beltrán, pero a Franco le tiraba el deporte, y como apareció Atenas, la condición fue que yo tuviera que venir a vivir aquí, y el papá quedó en Beltrán”. Ahora, reside en Viedma junto a “Santi”, el menor de los Navarro que hace su primera performance en la categoría U13 de San Martín.

En medio de esta experiencia, Sol estuvo a punto a tomarse un colectivo para ir a buscarlo a Chubut cuando unos años atrás una selección de Río Negro fue víctima de un hurto, y Franco se quedó con lo puesto. “Llamé varias veces por teléfono a los dirigentes porque estuvo cuatro días sin ropa y como calza 50 tuvo que jugar con zapatillas 48 que le consiguieron”, recuerda.

La actual contención resulta fundamental, a la vista de Franco, comparando los momentos de soledad en la pensión y ahora, que “llego, tengo la ropa lavada, y la comida caliente”.

Tanto Gabriela como Sol han experimentado estados de alerta cuando alguna chispa las angustió o les provocó estrés. Ponen como ejemplo “las salidas nocturnas y el viaje a Albania de Lucas” o “el Campus a Estados Unidos de Franco, que viajó solo, y no pudimos seguir pagando los posteriores”.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios