La historia del panadero de Roca que amasa el pan y el barro

El alto costo de vida hizo que José y su hermana, Nieves, se lanzaran a la aventura de la construcción natural. Sin ningún tipo de conocimiento fabricaron hasta las aberturas.

“El día que mi hermana me dijo que podíamos hacer una casa de barro para dejar de alquilar, no quise saber nada. Si yo no tenía ni idea de construcción. Yo soy panadero”. Así arranca la charla de José Parra con “La Comuna” en su casa del naciente barrio “La Martina”, sobre calle Alsina, entre Ruta 6 y Gómez.

José tiene 57 años y es un hombre muy conocido en el ámbito deportivo, ya que prácticamente toda su vida la dedicó al ciclismo, pero también es panadero desde los 14 años. “Este siempre fue mi trabajo, nunca agarré una pala, excepto la de la panadería”, dice riendo.

Esas mismas manos que cada día amasan el pan en “La Unión” de Stefenelli tuvieron que aprender a moldear el barro de su propia casa.

Es una vivienda grande, de 90 m2, con tres habitaciones, baño, ante baño y cocina comedor. Las paredes ya terminadas parecen estar alisadas con cemento, pero ellos aseguran que no. “Es un tratamiento especial del barro que impide que se resquebraja, todo alisado a mano”, explica José.

Nieves es la hermana de José y vive con su pareja en Cipolletti. Ella fue quien lo incentivó a dejar de alquilar y comenzar con un proyecto familiar de construcción, pero con barro.

“Ella me sentó y me mostró videos de Jorge Belanko, un constructor natural, de cómo se podía hacer hasta edificios de barro. Yo al principio no creía, pero tampoco estaba dispuesto a hacerlo, hasta que me convencí y con la dirección de ella y su pareja, Eduardo París, arrancamos”, relata.

Mientras su mamá prepara unos mates, por la ventana se ve un lindo paisaje verde. El loteo barrial está recién arrancando y ya se pueden divisar desde el comedor varias pequeñas viviendas de ladrillo, de madera, prefabricadas, pero la única de barro, hasta el momento, es la de José y Nieves.

Las ventanas y puertas son rústicas y construidas con madera de álamos. “Todas las hicimos nosotros, prácticamente no hay nada comprado”, aseguran.

La cercanía de un aserradero les permitió mandar a cortar maderas a medida, tanto para las aberturas, como para las paredes que, al ser de “quincha”, requieren de cientos de varillas que sostienen el barro y la paja.

“El sistema de construcción es de quincha. Eso significa que se mezcla la paja o el agropiro (yuyo) con algo de barro y se presiona en una especie de encofrado. Una vez terminada la pared se la revoca con barro grueso y luego con material fino”, detalla Nieves.

Dado que el lugar donde se levanta la casa fue una chacra y la napa freática suele estar muy alta, Nieves y José no quisieron tener problemas con la humedad. Es por ello que las bases son muy profundas y fuertes.

Tuvimos que zanjear como un metro de profundidad y 40 cm de ancho. Ese hormigón está cubierto con nylon grueso, para que no llegue la humedad del suelo. El resto de la platea es con piedra bocha y al final el piso cerámico. Esto es lo único de cemento que tiene la casa, porque las columnas son los mismos postes sulfatados”, explican.

Alquiler

José y su mamá siempre alquilaron. Cuando era chico vivían en casas de chacras, luego se fueron a los barrios, pasando por Los Olivos, barrio Modelo, las 827 viviendas, Stefenelli, entre otros. “Siempre anduvimos como gitanos”, dice la mamá de José, María Elvesia Rivas.

La necesidad de asentarse en un lugar llegó cuando los hermanos se dieron cuenta que doña María iba entrando en años y había que tener un lugar fijo. Dado que un sueldo no alcanzaba para semejante inversión, decidieron juntar lo que ganaba cada uno en sus respectivos trabajos y con la suma de tres sueldos y algunos ahorros lograron financiar la mitad del valor del terreno, que costó en el 2015 $140.000.

“Hace unos 20 días que nos mudamos a la casa de barro y si bien todavía falta terminar algunas cosas, estamos contentos. Dejamos de pagar alquiler y ahora toda la plata va para terminar la casa. Esto es impagable”, afirma José.

“Hay que salir del no sé”

Nieves Parra y su pareja Eduardo París vienen incursionando desde hace años en la bioconstrucción y no dudaron en sugerir a José que dejara de alquilar para hacer su casa con sus propias manos, a pesar de sus nulos conocimientos.

“Hace ocho años que veo el tema del barro y tiene muchos beneficios a la salud, pero además es una alternativa a la casa de cantoneras y de nylon que se ven en la tomas. Hay que salir del “no sé” y del “denme”. Hay que meter las manos en el barro. Es un sacrificio, pero vale la pena. Es muy gratificante hacer tu propia casa, sólo hay que animarse y cambiar la cabeza”, recomienda Nieves.

José, el panadero

José Parra tiene 57 años y recuerda que comenzó con el oficio de panadero a los 14.

“Yo iba a trabajar a Roca y como vivíamos en Stefenelli, tomaba el colectivo en la esquina donde estaba la panadería de Cúpari. Fue don Aurelio Cúpari el que me vio parado en la esquina y me dijo si quería trabajar con él”, recuerda José.

Así comenzaron los primeros trabajos de aprendizaje y limpieza del lugar hasta que fue aprendiendo el oficio que nunca dejó. Actualmente lleva 44 años en la misma panadería, amasando por las tardes, para hornear por las noches y dejando el pan calentito para que los vecinos de Stefenelli lo compartan en su mesa por las mañanas.


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