La literatura fantástica copa Plutón
Y de pronto Plutón, que no estaba en la agenda de casi nadie, frío y olvidado en un rincón del sistema solar, se convirtió en el rutilante objeto mediático del momento. Sus planicies oscuras y siniestras empezaron a recibir nombres tomados de las obras de dos autores de culto, Tolkien y Lovecraft, el primero de ellos por completo ajeno a viajes espaciales.
Furor en las redes
Las cosas cambian cuando se ven más cerca. Ese borroso punto de luz apenas visible para los más potentes telescopios y con nombre asociado a la muerte, resultó tener una enorme mancha en forma de corazón en su superficie. Las redes sociales, tan sensibles ellas, explotaron de amor al ver la primera foto nítida de quien, hasta ese momento, no estaba en las conversaciones de casi nadie.
El encantamiento definitivo, ese que produce enamoramiento eterno y juras de fidelidad por siempre, se produjo cuando los puntos y manchas empezaron a recibir nombres de lugares y personajes tomados de la literatura fantástica. Balrog, bautizaron a un borrón que se observa en la panza del planeta. Cthulhu, se llama ahora una planicie tenebrosa. Mordor, es el casquete polar norte de la luna Caronte.
Tolkien y Lovecraft, autores de culto, volvían con sus antiguos hechizos y se metían en el reino hasta ahora dominado por la mitología griega y la romana.
Pobre Plutón. El último planeta apenas ocupaba un par de páginas en los libros. Le tocó el nombre del dios romano del inframundo (el equivalente al griego Hades). Cuando descubrieron sus satélites les pusieron nombres que respetaran esa nomenclatura: Caronte, Hidra, Nix, Cerbero y Estigia. Como dijo alguien en un tuit por estos días, “Plutón es básicamente el líder de una banda de death metal”.
En realidad son el barquero de Plutón; un monstruo acuático con forma de serpiente de muchas cabezas; la diosa de la noche; el perro de tres cabezas de Plutón y el río (o laguna) del infierno, respectivamente.
Para colmo a Plutón lo rebajaron de categoría: desde 2006 la Unión Astronómica Internacional lo considera planeta enano. Como sea, ese mismo año la sonda New Horizons despegó de Cabo Cañaveral con el objetivo de estudiar de cerca al patito feo del sistema solar.
En la página web OurPluto.org se lanzó una encuesta en línea para darles nombres a los lugares que se fueran a descubrir. Como confesó el experto en geofísica y geología Jeffrey M. Moore, usaron los nombres ganadores “porque nos cansamos de llamar ‘la mancha oscura de la izquierda’ y ‘el punto negro a la derecha’”.
Tolkien (quien, hay que aclararlo, no escribió sobre viajes espaciales) y Lovecraft (quien sugirió que Plutón podría ser el reino Yuggoth) abrieron el camino que después recorrieron deidades del inframundo maya, budista y africano.
Entre los pocos nombres tradicionales, una región montañosa fue llamada Tenzing Norgay en honor al sherpa que ascendió con Edmund Hillary por primera vez al Everest. Y el famoso corazón se llama Región Tombaugh, nombre del astrónomo que descubrió al planeta enano.
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