La Peña y las madres: las partidas nunca son totales

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¿Será cierto eso de que cuando se buscan respuestas pueden estar en los que ya se fueron? La escena es común, casi permanente, ante la emergencia o ante un problema, y por qué no un logro, las miradas apuntan al cielo, como buscando que alguien nos explique qué pasó, para bien o para mal.
Las madres que ya no están son las que generalmente tienen ese poder de hacer que las cosas sucedan. O al menos eso es lo que muchos creemos. Tal vez todos miramos al cielo y preguntamos por qué, pero esperamos que desde algún lado nos lleguen las respuestas que teníamos de niños. Y llegarán, pero no serán palabras, serán sentimientos.
Esperamos que las madres que ya no están, nos sigan dando esas seguridades que alguna vez tuvimos, esas que supieron moldear en nosotros. Vaya si nos sentíamos seguros a su lado. Tal vez por eso entendimos que su poder de resolver, de traer calma, sigue intacto a pesar de su muerte.
O tal vez sea pura nostalgia, o quizá necesitamos de su aprobación o desaprobación para entender algunas cosas e intuimos que nos están viendo o nos están escuchando.
No sé cuanto de eso es posible. Pero los afectos son capaces de transportarnos a lugares desconocidos en busca de ese amor siempre latente de madre.
Prefiero verlo así, que en realidad nos guían y nos cuidan aunque físicamente no estén. Y alcanza con sentirlo así para creer que es cierto o imaginarlo.
Me quedó en lo personal la sensación de que las partidas de afectos tan profundos no son totales, que se mueren pero que ese algo que queda es tan enorme que lo llevamos por años.
Las madres no tienen reemplazos, como tampoco los tienen los afectos y en estos días, como hoy por ejemplo, nos vienen a la mente alegrías, tristezas, anécdotas, comidas, tantas cosas que eran como el patrimonio único de nuestras madres.
Salud por ellas, por lo que son y por lo que fueron por las que están y las que no. Por ese poder que parece no tener fin.
¿Será cierto eso de que cuando se buscan respuestas pueden estar en los que ya se fueron? La escena es común, casi permanente, ante la emergencia o un problema, y por qué no un logro, las miradas apuntan al cielo, como buscando que alguien nos explique qué pasó, para bien o para mal.
Las madres que ya no están son las que generalmente tienen ese poder de hacer que las cosas sucedan. O al menos eso es lo que muchos creemos. Tal vez todos miramos al cielo y preguntamos por qué, pero esperamos que desde algún lado nos lleguen las respuestas que teníamos de niños. Y llegarán, pero no serán palabras, serán sentimientos.
Esperamos que las madres que ya no están nos sigan dando esas seguridades que alguna vez tuvimos, esas que supieron moldear en nosotros. Vaya si nos sentíamos seguros a su lado. Tal vez por eso entendimos que su poder de resolver, de traer calma, sigue intacto a pesar de su muerte.
O tal vez sea pura nostalgia, o quizá necesitamos de su aprobación o desaprobación para entender algunas cosas e intuimos que nos están viendo o nos están escuchando.
No sé cuanto de eso es posible. Pero los afectos son capaces de transportarnos a lugares desconocidos en busca de ese amor siempre latente de madre.
Prefiero verlo así, que en realidad nos guían y nos cuidan aunque físicamente no estén. Y alcanza con sentirlo así para creer que es cierto o imaginarlo.
Me quedó en lo personal la sensación de que las partidas de afectos tan profundos no son totales, que se mueren pero que ese algo que queda es tan enorme que lo llevamos por años.
Las madres no tienen reemplazos, como tampoco los tienen los afectos, y en estos días, como hoy por ejemplo, nos vienen a la mente alegrías, tristezas, anécdotas, comidas, tantas cosas que eran como el patrimonio único de nuestras madres.
Salud por ellas, por lo que son y por lo que fueron, por las que están y las que no. Por ese poder que parece no tener fin.

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