Manuel Cabanchik: “La posverdad es sinónimo de perversión de la comunicación”

Manuel Cabanchik, filósofo y político, será parte del X Coloquio Internacional de Filosofía a realizarse en Bariloche la semana que viene. En esta entrevista con “Río Negro”, se refirió al grado cero de la comunicación, la posverdad y el lugar del filósofo hoy.

Del X Coloquio Internacional de Filosofía que se desarrollará en el Bariloche Eventos y Convenciones, de la ciudad lacustre, entre el 15 y el 17 de marzo próximos, participarán importantísimos pensadores argentinos y extranjeros exponiendo sobre la “Crisis de mundo: Perspectivas filosóficas”. Entre ellos, Samuel Manuel Cabanchik, protagonista de esta entrevista con “Río Negro”..

El jueves 16 de marzo, a partir de las tres de la tarde, coordinará el capítulo “Sentido de nuestra crisis: economía, ética y sociedad”, dentro de cual expondrá sobre “Ética y lenguaje en el mundo de nuestra crisis”.

P- Por estos días, la ética se ha desplazado, desdibujado, esfumado, cuesta reconocer su existencia, y el lenguaje usa todos los vericuetos posibles para construir realidades virtuales, disimular evidencias, condenar al oponente, destruir cualquier estructura de pensamiento que se haya podido armar, poner en jaque, perturbar, sembrar miedo.

R- ¿Es fatal, no? Mi planteo en el Coloquio de Bariloche se toca con esto que usted bien expone. Mi trabajo está dirigido a los colegas. Al satisfacer las exigencias del medio interno, a veces se pierde el contacto con el externo. Y viceversa… Estamos en una cultura de la híper comunicación, por lo cual, aparentemente, el tema comunicacional sería el menos en crisis. Si hay algo que aparecería como no siendo parte de ella, es la comunicación debido a transitamos una facilitación en ese campo. Todos nos apropiamos o sentimos que lo hacemos, de las redes, que tenemos libertad, soberanía incluso dentro de ellas. En mi trabajo pongo sobre la mesa que la híper comunicación es, por exceso, una crisis comunicacional, reflejándola en el espejo de su defecto.

El grado cero de la comunicación tuvo lugar en los campos de exterminio nazi. En el lager nazi no había comunicación posible, ni siquiera consigo mismo. Una persona estaba intervenida en su capacidad lingüística, debido al constante grito, a la orden arbitraria, a la irrupción de la violencia aún por vía oral.

P- Los allí recluidos no tenían nombre sino un número tatuado en el brazo. La despersonalización…

R- Total. De modo que allí se operó el desgarro, el desarraigo del ser humano en el lenguaje. Esto lo testimonia el gran poeta Paul Celan (1920-70), sobreviviente (de un campo de trabajo en Moldavia). Dice: “tuve que rescatar el lenguaje de las ruinas, de las cenizas”, porque también se intentó exterminar hasta la condición de seres hablantes. Es en ese espejo donde veo reflejado con claridad, lo propongo en mi trabajo, el defecto comunicacional.

Ahora estamos en el exceso de la comunicación, sin embargo creo que en el otro extremo, se la lesiona porque se ha convertido la palabra, se la ha sumergido dentro de un sistema en el cual importa comunicar para comunicar, para comunicar. Solo interesa acumular crédito comunicacional, no lo que se publica, ni el acto de comunicar. Una persona con tal crédito, sea ella lo que fuere, diga lo que diga, está en el centro de la escena de la híper comunicación. Quienes tiene algo para comunicar, seres hablantes que tienen sus cosas que decir, sus vidas que vivir, las testimonian en la red, pero solo es una apariencia de valoración, de sentido, de protagonismo, dentro de ese escenario. Nos quedamos, el común de los humanos, con un consuelo de ser protagonistas en un espacio virtual que no manejamos ni controlamos, ni representamos realmente.

P- En las llamadas telefónicas a los programas radiales de noticias, alguien se presenta como “María de Lanús”, qué clase de identidad es esa? Aparece también en los mensajes de textos que circulan en internet, por cualquiera de sus canales. ¿Quién es Enrique de Viedma?

R- El hilo conductor de lo que voy a exponer en el Coloquio de Bariloche es ese. Mirándonos en el espejo del defecto o casi grado cero de la comunicación, donde hay un devenir monstruoso de la condición humana, el campo de concentración nazi, podemos girar luego y ver el de la híper comunicación que vivimos.

P- Me aparece otra imagen. En cualquier bar hay gente sentada compartiendo la mesa pero no el diálogo, porque cada uno está con su celular chateando con un tercero distante. Separados, aislados en un lugar donde hasta se pueden tocar, pero no se registran entre sí.

R- Lo suyo agrega algo a lo que planteé… Es tan poderosa la imagen en la red, la selfie, la palabra rápida, que interfiere en la que podría tener lugar en cuerpo y alma. Interviene, irrumpe. Un poco, nuestras vidas están siendo expropiadas por nosotros mismos, porque nadie nos obliga, con el mandato híper comunicacional que se mete en la conversación en el bar, en la mesa familiar, en la cama de los amantes o cónyuges, en todas partes.

Enfermedades de época

“Todos los que nos dedicamos a esto, tenemos el gran desafío de no estar en una torre de marfil o burbuja de cristal, sino en contacto directo con los problemas cotidianos”, asume Cabanchik, pero reconoce que “en Argentina, hay una escasa demanda de filosofía. ¿Quién requiere al filósofo su palabra, hoy aquí?

La demanda el periodismo pagando el precio de volverse él mismo filósofo periodista; la consulta el político, pero paga el precio de volverse político o asesor. No se demanda la palabra del filósofo que se presenta como tal y se le da un lugar en la cultura. Es un problema a resolver en el que tenemos responsabilidades compartidas, los que estamos dentro del ambiente y una sociedad que no pone en valor a la filosofía, en un lugar de peso dentro de las voces de la cultura”.

P- De tanto usarse las palabras, pierden sentido. No es lo mismo revolución en boca del Che Guevara, que si se aplica a revolución productiva.

R- (Sonríe Samuel) Excelente…

P- O a revolución educativa o de la alegría… Pasa así a ser un eslogan, un título vacío de contenido.

R- Y para ir a un tema mundial actual, esta estafa de la posverdad, asociada a (Donald) Trump o a algunos funcionarios de su gobierno, o a su campaña presidencial en EE. UU. No hay tal cosa, posverdad es sinónimo de perversión de la comunicación. Estamos yendo hacia un camino donde nos debilitamos en nuestra potencialidad de lo humano. Efectivamente, convertirla en eslogan, vaciar de sentido las palabras –usted da un ejemplo precioso con revolución y yo me acordaba de la llamada Libertadora- son todos síntomas de una enfermedad de época que forma parte de la crisis actual. Ninguna que podamos mencionar, es la crisis. Son distintos aspectos o dimensiones de un período crítico que ya se prolonga mucho en esta sociedad contemporánea.

Quién es

Manuel Cabanchik

Manuel Cabanchik (Buenos Aires, 1958), político y filósofo, es doctor en Filosofía graduado en la UBA, Investigador del Conicet y Profesor de Filosofía Contemporánea y Fundamentos de Filosofía (UBA)

Es autor de “El revés de la filosofía” (1993), “Introducciones a la filosofía” (2000), “El abandono del mundo” (2006) y “Desde el palacio” (2015); y de los textos para enseñanza media, “Lógica y Teoría del Conocimiento” y “Antropología Filosófica y Estética” (2002).

Fue Consejero Directivo representando a los docentes de Filosofía y Letras, secretario de Posgrado y director del Departamento de Filosofía, todo en la UBA.

En las elecciones de octubre de 2007, en Ciudad de Buenos Aires, la fórmula de Coalición Cívica que integró con María Eugenia Estenssoro obtuvo el primer lugar para senadores.

En 2009, Samuel dejó el bloque y formó el partido Proyecto Buenos Aires Federal.

“El grado cero de la comunicación tuvo lugar en los campos de exterminio nazi. Una persona estaba intervenida en su capacidad lingüística”,

revela Manuel Cabanchik.

Datos

“El grado cero de la comunicación tuvo lugar en los campos de exterminio nazi. Una persona estaba intervenida en su capacidad lingüística”,

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