La toma de la capital, caótica e «indolora»

La sigilosa marcha de las tropas del Talibán durante la noche les dejó la capital servida a los milicianos de la Alianza del Norte. Y sus líderes no resistieron la tentación de capturar la ciudad que perdieron hace 5 años. Desoyendo los pedidos de EE.UU., emprendieron la marcha hacia la capital, donde se produjeron escasos tiroteos. Luego del desfile, donde fueron vivados por la gente, los soldados se dispersaron. Música y algunos saqueos.

KABUL.-Bajo órdenes de detenerse a escasa distancia de la capital afgana, los soldados de la Alianza del Norte revolucionaban los motores de sus vehículos mientras forcejeaban entre sí por una mejor posición, desesperados por ser los primeros en ingresar. Y cuando sus propios líderes rompieron la promesa hecha a EE.UU. de mantenerse fuera de la Kabul, los combatientes comenzaron la carrera.

Con los aceleradores a fondo, columnas de polvo se elevaron al aire mientras competían a través del estrecho paso montañoso pasando junto a cadáveres de milicianos del Talibán tendidos a la vera del camino, rumbo hacia la capital. «¡Kabul! ¡Kabul!», gritaban, a medida que la extensa urbe comenzó a avistarse.

La toma de la ciudad fue indolora. Los talibán escaparon llevándose el armamento para comenzar una guerra de guerrillas desde las montañas del paisaje lunar afgano. La Alianza del Norte declaró que perdió en la batalla apenas diez hombres.

Algunos fieles a Osama ben Laden que quisieron defender la ciudad fueron muertos y sus cadáveres quedaron en el lugar o en fosas comunes.

Simpatizantes de la oposición hacían fila en las orillas de las calles mientras policías militares en uniformes verde olivo, soldados y muyahidín pasaban raudos, haciendo sonar sus bocinas y disparando al aire cuando veían a antiguos amigos entre la multitud.

Luego marcharon soldados a pie, seguidos por tanques atestados de tropas. A través de las zonas industriales en los suburbios capitalinos, pasando frente a fábricas destruidas desde hace mucho, carnicerías y negocios, los soldados se dispersaron por la ciudad, al parecer sin órdenes sobre qué deberían hacer .

Otros exhibían bienes saqueados de edificios gubernamentales durante las pocas horas en las que no había nadie que gobernase en Kabul.

Muchos residentes de Kabul de las etnias tayika y uzbeka manifestaron alegría al ver el ingreso de sus paisanos a la ciudad. «Somos tan felices, somos libres», dijo Mohammed, de 65 años, con lágrimas en sus ojos.

Fue precisamente una voz femenina, la de la cantante en el exilio Farahd Darya, la que devolvió la música a Kabul.

Radio Kabul transmitió ayer una canción popular y alegre, como la jornada de sol que iluminó los rostros de las mujeres finalmente sin velo y los rasurados de los hombres, dando por concluidos los cinco años de silencio impuestos por el régimen talibán.

Pero otros podrían tener sólo temores de la triunfante Alianza del Norte. La población pashtún aún conserva traumáticos recuerdos de la manera en que fueron tratados por la Alianza en 1990, cuando masacraron a unos 50.000 civiles inocentes. Pero, al menos ayer, el alivio por la liberación pareció ser más fuerte que los temores y la sed de venganza.


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