Las maestras jubiladas que hacen docencia en las chacras

Rosita y Elena, ex docentes y amantes del trabajo rural, comparten entre frutales la vocación de esparcir sus conocimientos.

A 15 kilómetros del centro de Río Colorado, en las 6 hectáreas de la chacra “Los Gallegos”, el aroma natural de las plantas y sus frutales se combina con el perfume de las dos mujeres que con paciencia, ternura y prolijidad, dirigen el establecimiento, ralean, cosechan y trabajan las parcelas. Rosa Ramos y Elena Senk, nacidas y criadas en la zona rural de Colonia Juliá y Echarren, son además docentes jubiladas que continúan educando entre las escaleras y plantas. Incluso ex alumnos como Genoveva y Jorge Fuentes -egresados de la escuela primaria nocturna de adultos- son allí empleados temporales durante la zafra del carozo.

Ambas maestras compartieron años de trabajo en la escuela primaria nº 46 “Almirante Guillermo Brown” en la colonia frutícola, donde creció una amistad que continúan en la chacra como “patrona y empleada”.

Durante las jornadas de tareas no faltan charlas cargadas de recuerdos de sus pasos por la educación. Las mujeres conocen sus limitaciones pero se van complementando y dividen las tareas. Rosita se ocupa de la parte inferior de las plantas, mientras que Elena se trepa a las escaleras para dedicarse a la parte superior.

Resaltan que a lo largo de la vida fueron combinando las pasiones de los dos trabajos que más aman, como lo fue la docencia y las tareas rurales en las chacras, que a pesar de algunos sinsabores que debieron sortear, lograron superar y seguir adelante.

Normalmente llegan a ralear tres filas diarias, las que suman un poco más de 100 plantas, pero durante las selecciones van eligiendo cuidadosamente qué fruto es más conveniente dejar en la planta y cuál sacar. “Vamos viendo los tamaños y si están sanos, porque de esta elección que hacemos dependerá mucho la cantidad y calidad de la fruta que finalmente cosecharemos dentro de unos meses”, comento Rosa.

Elena acota que “un hombre que se dedica a este trabajo va descartado sin tomar en cuenta muchas cositas que miramos nosotras y parece que no, pero un cajón más de buena fruta que se pueda vender, en la suma total puede hacer alguna diferencia”.

“En esta parte de la provincia de Río Negro son varias las mujeres sostén de familia que están al frente de chacras en producción y las trabajan junto a sus hijos y familiares. Siempre está la impronta de la mujer -agrega-. Acá nosotras hacemos menos cantidad, pero tratamos de hacer las cosas más prolijas, buscando que al final todo tenga mayor calidad. También a la hora de la cosecha vamos viendo planta por planta. Se va seleccionando lo que sale hoy y qué va salir mañana o más adelante. Siempre tomamos las cosas con mayor responsabilidad y cuidando lo de uno.”

La temporada que comenzó con la cereza continuará hasta marzo cuando salgan las últimas frutas de carozo.

La productora conoce centímetro a centímetro las parcelas de la chacra que perteneció siempre a la familia y que conduce desde hace varias décadas.

Su última gran satisfacción es que su hijo, Juan Ignacio Guzmán Ramos, que se recibió de técnico electromecánico en inyección eléctrica, comenzó a tomar el legado de mamá y las riendas del establecimiento.

Durante la charla, Rosita, sin dejar de lado las tareas que llevaba adelante, sigue añorando la educación, el contacto con sus compañeras y con los alumnos de la primaria como con los adultos mayores, donde ejerció con amor, “cosechando” mucha simpatía.

Incluso no se puede contener de repasar un número interminable de recuerdos buenos y de los otros, como las serias dificultades que debió soportar a lo largo de los años, conduciendo personalmente la chacra “por ser una mujer en un mundo machista”. Con la producción, sin embargo, crió a la familia, dándole los estudios y las comodidades posibles. En la época de poda o durante la zafra de la fruta de carozo, empleaba gran parte del día acoplando las horas en la escuela con las ocupaciones en la chacra.

Los momentos más difíciles son los meses de invierno cuando hay que combatir las heladas. Por semanas apenas duerme una o dos horas porque la responsabilidad y los compromisos están por delante.

Incluso algunos años llegó también a subirse al auto, transformarlo en taxi y conducirlo para obtener dinero extra para ayudar a la economía de la familia.

“Sabés las veces que los sueldos de la docencia los dejé en estas tierras, no te imaginás. Pero no vamos aflojar, vamos a seguir hasta donde podamos. Pero ahora mucho mejor, porque mi nene (Juan Ignacio) al empezar a hacerse cargo de todo me va a sacar algunas responsabilidades para darme tiempo a disfrutar un poco más de estas plantas”, razonó.

Rosa también le peleó duro contra el cáncer, enfermedad que por fortuna tampoco la pudo vencer.

Rosita Ramos se alegra de que su hijo tomará el timón y podrá disfrutar más de las plantas. Fotos Jorge Tanos.

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La pérdida de frutales y de la casa familiar por la lluvia


El último desastre que pegó duro a Rosa Ramos fue cuando a fines de marzo e inicios de abril de 2019, la zona de Río Colorado fue castigada con más de 350 milímetros de lluvia (casi el total de precipitaciones que se registra por año). El temporal causó serios problemas en las colonias frutícolas debido a la saturación en los sistemas de desagües.

El fenómeno provocó anegamientos que duraron semanas en el barrio Esperanza, las escuelas rurales, viviendas. La acumulación de agua dañó cientos de hectáreas de la producción. Entre ellas, las del establecimiento “Los Gallegos”, donde las plantas se mantuvieron bajo agua por más de un mes, lo que causó pérdidas irreversibles.

Incluso la vivienda familiar que está en la chacra se mantiene inhabitable aun en la actualidad. Debieron abandonarla porque los costos de reparación son imposibles.

Dos cuadros quedaron para pasturas mientras las plantaciones de los restantes van siendo renovadas con mucho esfuerzo, ya que nunca recibieron algún acompañamiento del Estado para afrontar la situación, según refirió Rosa.

Ralear o podar es una tarea que Elena aprendió desde chica. Fotos Jorge Tanos.

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«Andaba haciendo equilibrio arriba de las escaleras»


Elena Senk, actual compañera de Rosita en las tareas rurales, es una ex profesora de Educación Física jubilada desde hace 8 años que viene de una familia ligada a las chacras.

Nació entre los frutales y con el correr de los años fue aprendiendo todos los secretos de la actividad.

Además su marido también fue encargado de algunos establecimientos, lo que le permitió seguir ligada al sector.

“Cuando ejercía mi profesión de profesora y los tiempos me lo permitían, al finalizar el horario escolar, me calzaba el recolector en las épocas de cosecha o andaba haciendo equilibrio arriba de las escaleras raleando o podando. Ese dinero extra siempre viene bien para apoyar la economía de la casa”, reflexiona sobre la escalera mientras selecciona la fruta para ralear.

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Alumnos en el aula y entre cuadros de fruta


Genoveva y Jorge son ex alumnos de Rosita que obtuvieron sus diplomas de la primaria a fines del 2018. Ahora trabajan en la chacra donde aprenden tareas culturales.

Durante algunos años, junto a otros adultos que residen en la zona y luego de sus jornadas diarias de trabajo rural, dejaban a sus familias para reunirse en el salón de usos múltiples del barrio Esperanza.

Allí se improvisaba un aula para estudiar en la escuela básica de adultos donde se les ofrecieron las posibilidades de terminar la primaria, que de niños tuvieron que abandonar.

En la última graduación estuvieron asimismo Omar Pavés, Rosa Oporto, Mirta Riffo, Juan Pablo Fuentes, todos ellos alumnos que también recuerdan con cariño a la seño Rosita.

“¿Sabés las veces que los sueldos de la docencia los dejé en estas tierras? No te imaginás. Pero no vamos aflojar, vamos a seguir hasta donde podamos”.

Rosa Ramos, exdocente y propietaria de una chacra.

“Un hombre que se dedica a este trabajo va descartado sin tomar en cuenta muchas cositas que nosotras sí miramos”.

Elena Senk, profesora de Educación Física jubilada.

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