Leila Guerriero rompe el silencio con sus columnas

La periodista y editora acaba de publicar “Teoría de la gravedad” un libro que reúne los textos que publica en el diario “El País”, de España. Organizados por ejes temáticos, repasa el duelo, la vida en la ciudad, y un punto de vista personal que interpela al lector.

En “Teoría de la gravedad”, la periodista y editora Leila Guerriero recuperó sus columnas escritas para El País de España durante cinco años, las editó y reorganizó a partir de ejes como la escritura, el duelo, la vida en la ciudad y la convivencia, para dar lugar a una condensación de sentidos que, en forma de crónicas breves, golpean, conmueven e interpelan al lector en torno a la práctica de la existencia.


Instalada en su estudio de Villa Crespo, la autora de “Los suicidas del fin del mundo” se dispone a una de las tantas conversaciones que mantiene en estos días vía Zoom con periodistas de distintas partes del mundo que quieren entrevistarla o con participantes de festivales de periodismo y literatura que se inscriben para escuchar sus intervenciones.

Guerriero dice que “tenerse paciencia cuando las cosas no salen es indispensable”, compara el momento de la escritura con el de amasar o cosechar porque “ requiere tiempo” pero dice que “hay que hacer el esfuerzo” por preguntarse lo que uno tiene para decir si va a romper el silencio, y hablar con un altavoz porque asevera que una columna es eso: un altavoz.

P – ¿Cómo fue el trabajo de selección de estas columnas?

R – Son un recorte muy específico. Son aquellas que tenían un punto de vista más personal, un paisaje que licúa lo interior con lo externo pero no hay cuestiones coyunturales. El editor y yo queríamos que el libro tuviera una especie de poética propia y, en ese sentido, hay columnas que funcionan como pequeñas crónicas, como un viaje a Junín, a mi pueblo, a mi ciudad y de pronto todo lo que son las reflexiones, añoranzas o no, lo que sale de un paseo por el campo o la ruta. En ocasiones funcionan como pequeñas crónicas, no siempre, pero hay en todas una mirada periodística. Sobre todo porque se trata de hablar de algo que puede tocar al lector más allá de mi propia historia. Siempre me interesa mostrar la tradición. No se me ocurrió hacer esto de la nada. Hay una serie de cronistas como Clarice Lispector que abundaban en ese mundo interno, a veces un poco atormentado, excusas para hablar de la escritura.

P – Hay referencias a la poesía. Pensaba en la potencia en los finales de estas columnas, ¿relacionás eso con la poesía?

R – Puede ser, las columnas tienen un tipo de escritura que sería difícil de llevar a una crónica muy larga. Tienen un estilo muy denso, un perfume muy concentrado y llevar eso a un texto de 17 páginas, puede generar empacho. Así que por momentos es necesario aplicar una escritura mas efectista, como algo muy encendido. Me interesa también la dimensión visual, auditiva del texto. Puedo pasarme mucho rato buscando una palabra si necesito que una frase tenga una determinada métrica o si tengo que poner un subrayado, si la palabra que encontré suena débil y no convoca a la temperatura y la textura que quiero sobre el texto. Mucho de eso proviene de la lectura y de la poesía. Leo bastante poesía y adiestra mucho el oído.


P – Hacés un paralelismo entre escribir y amasar. ¿Cómo pensás la variable del tiempo en la escritura?

R – Tenerse paciencia cuando las cosas no salen es indispensable. Hay columnas que uno las escribe en un estado de gracia, de suspensión, pero si espera escribir todo en ese estado, como dice Lililana Heker, se puede llegar a escribir dos páginas en toda la vida. Ese estado también hay que convocarlo, trabajarlo, con la humildad de saber que no siempre vas a poder escribir a ese nivel. Pero es una columna, la tenés que entregar. Estas columnas me han llevado días pero no es lo único que hago entonces no es que estoy tres días solamente escribiendo 360 palabras. No es así como funciona pero el tiempo es importante. Es como el pan, que es como cosechar: tenés que dejar levar, amasar, después dejar levar de nuevo, después fijarte de hacer un segundo levado y no siempre te sale igual aunque pongas los mismos ingredientes. El tiempo hay que hacérselo. Hay que hacer el esfuerzo de preguntarse: “si voy a romper el silencio, si voy a decir algo en voz alta con un altavoz -porque una columna es eso, un altavoz- ¿para qué voy a aprovechar este espacio? ¿para decir lo que ya dijeron todos, para regodearme y que miren todos diciendo qué linda metáfora tiene para decir?”. No, es para tener algo para decir. Escribir desde un lugar de incomodidad, no quedarte con lo primero que se te ocurre.


Con Mariana Enríquez, el otro rol



Por estos días también salió “El otro lado. Retratos, fetichismos, confesiones”, un libro en el que Guerriero ejerció el rol de editora, con los textos de Mariana Enriquez. “Desde el momento en que le comuniqué la intención de hacer el libro dijo que sí y me empezó a mandar material. Lo más difícil fue encontrarle una lógica interna. Quería que el libro tuviera diferentes temperaturas, zonas temáticas. Había muchas columnas sobre su mundo propio: cuestiones de género, el tener o no hijos, su pareja, el aborto, sus consumos. Entonces inventé secciones que se llaman mundo privado que cada tanto irrumpen entre esas columnas y que, a su vez, están divididas en secciones como fetichismos, dioses y una cantidad de cosas”.


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